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Un mes pasó y Yeonjun seguía conmigo, pegado como un chicle fresco en la suela del zapato.

Molesto, sí.

Pero ya me había acostumbrado.

¿En un mes? Pues sí.

Si ustedes hubieran tenido al pesado de Yeonjun encima, hablándoles de literalmente cada minúscula cosa, todo el puto tiempo, créanme que se hubieran acostumbrado de una forma u otra a su voz y expresiones burlonas. Especialmente si jamás fueron de los que hablaban mucho, como un introvertido como yo.

Bien pude mandarlo a la mierda, pero no me nacía. Solo... porque sí.

Yeonjun podía parecer tonto, pero les sorprendería saber que en realidad no lo era. A veces me dejaba atónito con sus marcadas opiniones de cualquier tema.

Él tenía una visión clara del mundo; sus valores, lo que buscaba, disgustaba y quería. Jamás conocí a alguien tan decidido a nuestra edad como él.

Por eso solo lo escuchaba hablar y hablar sobre cualquier cosa.

Me enteré de muchas cosas de él ya que, en serio, el hombrecito nunca se callaba, y normalmente él hablaba solo de él, lo cual en sí no era sorprendente considerando que era una celebridad acostumbrado a ser el centro de atención.

Lo que sí me sorprendió era que al parecer él sabía muchas cosas de mí, incluso si yo jamás le hubiera dicho.

En ese entonces creí que él tenía una gran habilidad para deducir, porque en ese tiempo, también me había dado cuenta de que Yeonjun era un cauteloso observador.

Aunque para hablar no le temblarán los labios, irónico.

Bueno, como les digo, el chico era muy contradictorio.

Aunque eso solo lo sabíamos yo y su manager, los que habíamos visto al niño hacer su rabieta de bebé de 5 años.

Es difícil de creer que en tan solo un mes, ese bajito pegajoso lo redujo todo a mi alrededor con tal de ser él y solamente él.

Es todavía más difícil de creer que yo lo dejé.

Y bien pueden recordar que ese chico de sonrisa lobuna me disgustaba por completo al inicio, pero dejó de ser así por dos razones principales:

1. Nunca me gustó porque sabía que todo en él era falso, pero cuando dejó de serlo conmigo, mostrándome sus falencias y que era más humano que robot, ¿por qué tendría que seguir odiándolo? Era genuino, y a mí me encantaba la autenticidad. Tal vez por eso siempre intentaba ser único de alguna forma. Yeonjun era genuino, genuinamente irritante también, pero por lo menos se mostraba humano, no perfecto.

2. El chico no era una mala persona, joder. Me frustró que me agradara justo como los demás, haciendo a mi convicción flaquear con tal facilidad, pero es que... Era imposible odiarlo, ni en su faceta de principito, ni cuando el telón se cerraba. Él solo era él. Mimado, burlón, crudamente sincero...

Jodidamente estresante también, debo decir. Me daba dolores de cabeza y me hacía cuestionar que hacía amigando con un chico tan diferente a mí. Pero incluso cuando ese comportamiento escapaba por completo de lo que yo era. Igual me quedé con él, pues... porque sí.

En algún punto dejó de importarme el resto, aunque tampoco es que fuera demasiado cercano a mis compañeros de la universidad. Empecé a sentir que éramos los protagonistas en un cómic, mientras que todos los demás solo eran los extras.

Esas fueron las consecuencias del principito apegándose a mí 24/7, un potente lavado de cerebro.

Y es que Yeonjun siempre estaba lleno de sorpresas.

YUANFEN [Yeonbin/Soojun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora