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Sus delgados dedos se sentían fríos contra los míos, marcando un raro pero reconfortante contacto físico que no experimentábamos desde hacía mucho tiempo. No era incómodo ni extraño, en realidad, ella era la única persona con la que me sentía cómodo haciendo esto.

Darnos la mano, preparar sorpresas y guiarla a ciegas hacia donde había planeado.

Finalmente, decidí descartar las sugerencias de mis amigos. No es que fueran malas ideas, pero no eran ni la mitad de significativas que lo que tenía en mente.

––Ay, ¿dónde estamos? ¿Por qué hay tierra suelta aquí? ––Ella podía sentir la textura bajo sus zapatillas.

––No falta mucho ––le aseguré ––. No te quites la venda.

––Choi Soobin, ¿a dónde me estás llevando? —rio.

––Ya estamos ahí.

––¡Pero con cuidado, no tan rápido! Cada paso mío es como diez tuyos, ¡espera!

––Nunca vas a cambiar lo quejona, ¿eh?

––¡Oye!

Molestarla siempre sería uno de mis pasatiempos favoritos.

––Puedes quitarte la venda cuando te sientas lista, cabezota.

Sonaba confiado, pero estaba nervioso... Mi corazón latía a mil por hora. No era de los que hacía regalos frecuentemente, pero cuando lo hacía, siempre me ponía nervioso. No sabía cómo reaccionaría, aunque era algo sencillo, sabía que para Heejin, el significado tenía más valor que el costo. Quería que le gustara, que esa hermosa nostalgia que me invadió cuando tuve la idea en primer lugar, la invadiera también a ella.

No miré directamente a su rostro en ese momento, estaba demasiado ansioso. Observé la sorpresa que había preparado durante días, esperando una reacción positiva. Aunque no quería parecer vanidoso, había hecho un buen trabajo, muy meticuloso, y me sentía orgulloso de ello.

Un jadeo escapó de sus labios en el silencio de aquel parque semiabandonado. Los grillos cantaban en la distancia mientras el río Namchumg fluía a unos metros de nosotros. El cielo se teñía de naranja... La vista de lo simple, combinada con los sonidos familiares, creó una melodía visual con la que estaba felizmente familiarizado: una de mis canciones favoritas de la infancia. Mágicamente, se sentía como si hubiéramos viajado atrás en el tiempo.

El sonido de las aguas del río, los grillos y la brisa, todo formaba una armonía que había extrañado mucho.

––Soobin... ––susurró. Todavía estaba detrás de ella, así que no pude apreciar completamente su reacción. Llevó ambas manos cerca de su boca, probablemente sorprendida; lo único que sabía era que, aunque mi regalo era simple y modesto, definitivamente la había tomado por sorpresa.

––¿Te gusta? ––A pesar de todo, quería escucharlo de sus labios. Era nuestro lugar, y necesitaba su aprobación. Todo esto era por ella.

––No puedo creerlo ––susurró mientras negaba con la cabeza, como si estuviera procesando todo ––. Han pasado años, ¿cómo... tú...

––Aunque no lo creas, estos viejos columpios nunca se fueron de mi mente ––Tomé la cadena de uno de ellos y sonreí cuando sentí la misma textura que cuando era niño ––. Cuando las cosas se ponen difíciles, siempre quiero viajar en el tiempo y volver aquí, cuando éramos niños, ignorantes y felices, sobre todo felices.

Heejin dio dos pasos adelante y luego se giró hacia mí. Guardé silencio por un momento, sin sentir la necesidad de añadir nada más. Aquel lugar tenía un significado especial para ambos, y cuando finalmente regresé después de tanto tiempo, su reacción fue la misma que la mía. Fue reconfortante de alguna manera, saber que compartíamos esos sentimientos.

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⏰ Última actualización: Mar 10 ⏰

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