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Me levanté de mi cama para dar un paseo por el hospital, como normalmente hacía

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Me levanté de mi cama para dar un paseo por el hospital, como normalmente hacía.

Caminaba por los blancos pasillos del hospital, de nuevo llevaba la bata/vestido de hospital que utilizaban los enfermos e iba descalza.

Era costumbre para mí ir descalza por el hospital. Las enfermeras siempre me regañaban por eso, decían que podría pescar un resfriado, pero eso parecía no cumplirse desde que he estado aquí.

Algunos días llevaba un porta suero, pues tenía falta de líquidos o debido a los vómitos, en el caso de hoy había vomitado.

Escasamente tenía que llevar un porta suero por haber vomitado, pues la esquizofrenia no me afectaba excesivamente en mi salud.

El porta suero llevaba una bolsa con suero, como su nombre indica, la cual tenía un tubo que finalizaba en una aguja que estaba sumergida en mi brazo.

Me subí al ascensor, pues quería subir la azotea para tomar aire fresco, casi todos los días iba allí, pues era un lugar especial para mí.

Por encima de la puerta del ascensor marcaba el número de planta en el que estaba, me entretenía mirar como ese número cambiaba mientras más ascendía.

Por fin llegué a mi destino y abrí la puerta que daba al terrado. Una brisa sobrepasó todo mi cuerpo.

La luz dió directamente en mis ojos, por lo que quedé cegada durante unos instantes. Cuando mi vista se acostumbró a la claridad de la azotea pude divisar una figura algo baja, aparentemente masculina.

Estaba tendido sobre una especie de panel de ventilación.

Este abrió sus ojos y giró su cabeza, ahora mirándome fijamente.
En un momento a otro se bajó de esa plataforma un poco alta de un salto y se acercó hacia mí.

— Tú eres la chica del otro día, ¿cierto? — habló quedando de frente mío.

— ¿eh? Si — respondí algo bajo, pues no esperaba tampoco encontrármelo justamente en el sitio donde me gustaba pasar a veces mi tiempo libre.

— Te agradezco de nuevo por haber intervenido cuando me encontraba mal — dijo haciendo una leve reverencia.

— No es nada, a veces las personas necesitamos a alguien que nos reconforte — dije pensando en todo lo que me había pasado hasta ahora.

— Seamos amigos — dijo mirándome intensamente.

— ¿uh? S-supongo — acepté mostrando una gran sonrisa en mi rostro.

— ¡Genial! — celebró para lanzarse a abrazarme.

Tomamos asiento en el suelo para poder seguir platicando.

— Oye — llamó mi atención poniéndose serio de repente — realmente, me gustaría saber la razón del por qué estás aquí en el hospital con una bata/vestido de aquí y con esa cosa, si es que puedo saber — terminó de decir, señalando al porta suero, refiriéndose a él como "cosa".

E̶s̶q̶u̶i̶z̶o̶f̶r̶e̶n̶i̶a̶ || Sano ManjiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora