➶ ໑ 𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟐𝟔 ᘒ ꒦ 🜸

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Después de haber recorrido al menos cuatro kilómetros, Jisung y Jeno decidieron tomar un pequeño descanso, no tanto por ellos, sino por los pobres caballos que habían estado corriendo a una gran velocidad por casi tres horas. Dejaron que comieran un poco de pasto y agua a la vez que ellos comían algo. Aún les faltaba demasiado para llegar a la planta. Ya que encontrarla, no iba a ser fácil. Nada de eso. Jeno, en una esquina de su mente se preguntó, ¿cómo es que Haechan pudo averiguar sobre la existencia de esa rara planta? Según el chico pelirrojo, era de un color azul púrpura, pequeña y realmente hermosa. El lugar donde se encontraba estaba lleno de ellas, pero sólo tomarían lo necesario para el Rey, ya que a eso iban. Jisung, a diferencia del mariscal, estaba emocionado. Su sonrisa lo delataba y Jeno no podía hallarle lo divertido a la situación, pero entendía que el chico estaba dispuesto a ir hasta el reino enemigo y luchar con veinte soldados si así lo quisiera.

"Ahorita estamos a diez kilómetros de la planta, descansaremos quince minutos y seguiremos por la noche". Dijo el mariscal sentándose en una gran roca mientras tomaba un poco de agua, miró hacia el horizonte. "El sol se está ocultando, así que será más difícil para los caballos observar el camino". De nuevo habló Jeno y Jisung asintió mientras comía un lonche. "Esto es pan comido... No hay de qué preocuparse". Dijo el joven gladiador con la boca llena, haciendo reír al mariscal. La última vez que había reído era cuando estaba con Jaemin. Sintió un dolor en su pecho y dejó de sonreír de inmediato, llamando la atención del guerrero. "¿Pasa algo?". Preguntó con evidente preocupación sentándose a un lado del mariscal, quien sólo respondió con una negación.

"Nada, nada... Es sólo que... ¡Toda esta situación! Me hace sentir inútil, no puedo hacer nada y eso me atormenta". Dijo, y Jisung frunció el ceño inmediato negando con la mano. "¿De qué rayos estás hablando? ¡De verdad! Eso que has dicho es una idiotez". Exclamó y Jeno volteó su mirada a él lentamente. "¡Te estás arriesgando conmigo a una misión ¡Que podría salvar al Rey! ¡Creo que, en estos momentos, tú y yo somos los únicos que están haciendo algo por la situación! ¡Además de Haechan! No deberías sentirte así Jeno, te hace ver débil, y un mariscal jamás muestra ese lado. Te pido que pienses bien, porque quieras o no... Soy tu fan número uno". Y dicho esto, Jisung se levantó de la roca y empezó a montar su caballo, ya que, había terminado de comer.

Jeno se quedó un poco sorprendido por lo que su amigo le había dicho, pero en el fondo sabía que era cierto, estaba exagerando las cosas. Ahora estaba en una misión para poder salvar a su Príncipe y no era momento de ponerse sentimental. Así que sonrió y se levantó al igual que su compañero para poder montar su caballo, al mismo tiempo que le regalaba un pequeño "gracias" a Jisung. Este sólo asintió devolviéndole la sonrisa y ambos rompieron las riendas del caballo para continuar su camino. Ya había oscurecido, por lo cual debían disminuir la velocidad para que así los caballos no chocaran con algo.

"Las cosas volverán a ser como antes, sólo es cuestión de tiempo"

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"Las cosas volverán a ser como antes, sólo es cuestión de tiempo". Se repetía una y otra vez mientras recargaba su frente en el vidrio de la gran ventana, observando a los soldados que acomodaban algunas cosas en una bodega. Desde el enorme jardín, se podía observar cualquier cosa, pero aun teniendo esa mira, no se sentía nada feliz. Ni siquiera un poco, cerró los ojos y soltó un gran suspiro. Ya no recordaba la última vez que había estado en esa situación, solo, sentía una soledad que lo carcomía por dentro. El no poder saber cómo se encontraba Jeno, hacía que se sintiera más triste de lo que ya estaba, con su mano izquierda limpió una rebelde lágrima que salió sin que llegase a darse cuenta. Cuando estaba a punto de levantarse e ir al baño a lavarse una vez más la cara, escuchó como la puerta era abierta dejando a la vista a uno de los guardias que vigilaban la puerta. Frunció el ceño, ¿ahora qué demonios quería?

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