20 - Nube

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—¿Qué haces?—Frunció el ceño como un niño. Pero no estaba en posición de hacer un berrinche. Y algo le hacía mosquearse.—No estoy para juegecitos.

Keegan separó su cuerpo unos milímetros, su miembro recubierto con el profiláctico estaba húmedo, pero aun así volvió a rozarlo con la zona ajena, a pesar de su experiencia como alfa, necesitaba asegurarse que el omega no sufriese.

—Lo sé, respira hondo.

Vio como inspiraba profundamente, y al expirar notó el temblor, se había acercado a su zona más íntima, esta vez sin buscar lubricación, no esperó mucho más y testeó la penetración, pero solo se había quedado en el principio.

No entraba, y él no quiso forzar nada.

Cuando quiso separarse para continuar con la labor manual, el omega estaba sujeto a sus caderas, impidiendo moverse.

—No te quiero hacer daño.

—Bueno, eso lo decidiré yo, ayúdame.

Levantó el torso, sintiendo el calor próximo, sujetado esta vez por el hombro ajeno, buscó una de las almohadas, el alfa entendió que quería hacer, cuando esta acabó debajo de la cadera del omega. Sus delgadas piernas se doblaron hacia atrás, exponiéndose, desesperado, adolorido, y con las esperanzas de que todo acabase en puras hormonas.

Se inclinó a su altura, sujetándose de sus brazos, con la cabeza hundida en la almohada, se introdujo en una estocada firme. Creía que debajo de él había gelatina, hasta que escuchó como Henry gemía, deleitándose del momento, como si el placer se hubiese transformado en algo pegado a sus papilas gustativas.

Se levantó buscando su mirada, las pecas de sus hombros dejaron de ser naranjas, para ser amarillas.

—¿Henry?

—Estoy de puta madre y no me he corrido.

—Te has hecho de rogar.

—Lo bueno se hace esperar.

—Sí, pero no debería hacerte daño.

Sus ojos se vieron, mientras las luces cambiaban. El alfa le iba a tocar el hombro.

—Si quieres seguir charlando, lo podemos hacer en la posición de antes.

Sonrió, recuperando la posición firme, subió un poco las piernas enredadas del omega, y comenzó el vaivén. Tranquilo, liberando hormonas en el aire, arrugando las mantas, sintiendo la molestia de las uñas ajenas en el brazo, el gemido intenso. Henry no pensó en nada, no pensó en su hermano, ni el alfa que perturbaba en su dolor del hombro, solo disfrutaba del placer, de los sonidos íntimos, de aquel que dejaba de ser un desconocido.

¿Por qué aceptó y después se avergonzó?

Henry sabía que lo que más disfrutaba con desparpajo lo era una buena sesión de sexo, pero la gentileza del alfa seguía descolocándole, y sobre todo suponiendo que lo estaba utilizando como un consolador.

Pero los gestos de placer estaban ahí, y cuando se trataban de sus cambios de ideas, planes o decisiones, el alfa se reía. Porque comprendía el revoltijo que era y estaba siendo.

—Kee...gan... más...

No hizo falta más, la penetración fue intensa, cambiando de ángulo.

Henry arqueaba los hombros ante la descarga, esa que le encogía los dedos de los pies, gimió más sonoramente, sintió cosquillas en la punta de la nariz, el pelo del alfa se estaba soltando de aquella fina coleta de tela satinada. Se fijó en su rostro, y pareció no importarle los mechones de pelo colgando por el cuello. Por eso, relajado y sin dejar de disfrutar del momento, tomó el coletero, y deslizando el pelo entre los dedos temblorosos, lo recogió.

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⏰ Última actualización: May 29, 2022 ⏰

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Domestícame (Omegaverse) [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora