Gakushuu no podía dormir, estaba sentado en su cama mirando la puerta con lo ojos bien abiertos. Era la primera vez que dormía solo. Su padre quería que se empezara a acostumbrar ya que no podía dormir con él todo la vida.
Él lo había intentado, de verdad, pero no podía dormir solo. Sentía que le rodeaba la soledad; una que le acompañaría hasta el fin del mundo y que, al quedarse dormido, se hundiría en ella, algo que Gakushuu no quería.
La casa estaba totalmente en silencio —o por lo menos su habitación— ya que toda la casa estaba silenciada y si él salía al pasillo, probablemente escucharía muchas más cosas.
Gakushuu miraba de manera fija la puerta. Sabía perfectamente que si iba a la habitación de su padre, este no lo echaría; lo dejaría dormir con él.
El único problema era el viaje que había de su habitación hasta la de su padre. Estaba una a cada lado del pasillo y Gakushuu no quería cruzarlo, siempre estaba oscuro y parecía un camino sin fin. No se sabía lo que te podías encontrar y no me refiero a fantasmas imaginarios creados por la mente del chico.
Aunque Gakushuu no quería pasar por el pasillo, decidió que eso no lo detendría y que iría con su padre para poder dormir cómodo y sin esa soledad que se imaginaba.
Se bajó de la cama y se dirigió hacia la puerta. Al principio no sabía cómo salir; los pomos de las puertas de su casa eran muy altos, menos el de la habitación de su padre por si el quería entrar en ella. Gakushuu sabía que estirándose no conseguiría nada, así que —con su piernitas de niño de 4 años— pegó un salto y se colgó del pomo logrando así abrir la puerta.
Cuando salió de su habitación se cerró la puerta detrás de él, quedando todo a oscuras y asustando al niño, haciendo que abrazara más fuerte un osito de peluche marrón que había traído con él.
Vio la habitación de su padre al final del todo y empezó a dirigirse a ella. El pasillo estaba totalmente a oscuras y a esa hora de la noche parecía perteneciente a una película de terror; las habitaciones estaban todas cerradas y hacía frío. En ese momento no se escuchaba nada.
Gakushuu se arrepintió de no haber despertado a su pequeña loba, una que su padre había encontrado en las montañas y que estaba sola. Era una cría cuando Gakuho la encontró, pero ahora era una loba "adolescente" (en la edad del perro). Era majestuosa y su pelaje, negro como la noche, hacía que destacaran sus ojos de color rojo; un rojo profundo que hipnotizaba a cualquiera, haciendo saber que esa loba no solo había sido adoptada por los Asano, sino que había formado parte de ellos.
Gakushuu empezó a andar, dirigiéndose a la habitación de su padre. Me gustaría decir que pudo llegar al final del pasillo y abrió la puerta, que pudo despertar a su padre y hacerle reír por su cobardía. Que fruncía el ceño e inflaba sus mofletes por no saber de qué se reía su padre, que al final este lo abrazara y que los dos hubieran dormido juntos en un abrazo lleno de seguridad y protección.
... Pero eso no fue lo que pasó.
Cuando Gakushuu llegó a la mitad del pasillo, su cara se iluminó; solo le quedaba la mitad y podría dormir en paz. El pasillo se le había hecho más corto y le hacía feliz saber que no le quedaba mucho para llegar a su destino. Estaba a punto de salir corriendo hacia la habitación de su padre de no ser porque empezó a escuchar pasos.
Pasos...
Solo podía ser una persona a esa hora de la noche. Los pasos resonaban por toda la casa; la persona que aún estaba despierta además de Shuu estaba subiendo las escaleras. Sus pasos eran pesados y encajaban perfectamente con el ambiente que se estaba creando en el pasillo.
El pequeño cuerpo de Gakushuu empezó a temblar ligeramente. No podía evitarlo, el miedo estaba corriendo por sus venas al igual que su sangre y estaba tan aterrado que sintió que en cualquier momento empezaría a llorar.
Al principio de las escaleras se empezó a divisar la figura de una mujer. Era hermosa, su piel blanca como la nieve al igual que la de su hijo, pero su color de pelo era naranja como la misma fruta. Era largo y liso, llegándole por debajo de su cintura. Tenía unos labios finos de un color rosa pálido que mostraban una sonrisa llena de pena al ver al pequeño niño parado en medio del pasillo. Sus ojos de color esmeralda miraban fijamente a la pequeña criatura que tenía delante, llena de miedo y angustia. Y Akiko sabía que era por ella.
Gakushuu no apartaba la mirada de su madre, pero tampoco se movía. No debía hacerla enfadar.
Sus ojos —mucho más profundos y expresivos que los de ella— se conectaron con los de su madre y se miraban fijamente. Unos llenos de miedo; otros, indescifrables en ese momento.
Akiko seguía con esa sonrisa llena de pena y compresión. Aunque Gakushuu sabía que era falsa, no se atrevía a moverse.
La mujer se fue acercando poco a poco a Gakushuu. Un niño hermoso que llenaba a cualquiera de ternura, que mataba a cualquiera con su mirada, que manipulaba a cualquiera solo con inflar sus cachetes/mofletes, hacer un puchero con los labios y fruncir el ceño para conseguir lo que quiere. Un niño al que su padre estaba educando para que creciera como una persona fuerte y humilde, llena de inteligencia y con muchos logros, la cual aprende de sus errores. Una persona amable y con mucha empatía, con un alma libre y llena de felicidad, con curiosidad sobre todo y todos, con ganas de aprender del mundo y ayudarlo. Aunque tenga que ocultar esa faceta de él por la mujer que hace de su sombra para atormentarlo solo porque su mente estaba llena de odio dirigido a él, que no tenía la culpa de nada.
Akiko se arrodilló delante de Gakushuu y lo abrazó, rodeó sus manos alrededor de su espalda y puso su cabeza en el pequeño hueco entre el cuellito y el hombro del chico.
El pequeño cuerpo de Gakushuu empezó a temblar aún más y empezaron a escapar lágrimas de sus ojos, aunque su gesto seguía siendo el mismo; no estaba mostrando ni una expresión. Se sentía perdido, como si el abrazo de esa mujer lo estuviera envenenando y haciendo que la oscuridad absoluta lo consumiera.
Y de repente esa sonrisa de pena que Akiko antes estaba mostrando, se convirtió en una tétrica. Sus ojos se abrieron completamente y empezó a clavar su uñas en la espalda de Gakushuu. Se estaba "descontrolado".
Estaba perdido...
Lo que estaba pasando lo aterraba, pero él estaba inmóvil, sin expresión y llorando, dejándose matar por dentro por la mujer que se supone que tenía que ser su madre.
Y cuando parecía que la mujer se había vuelto loca, que iba a clavarle las uñas a Gakushuu y matarlo con sus manos de una forma tan cruel... Gakushuu se despertó.
Estaba sudando frío, su respiración estaba muy agitada y las lágrimas le empezaron a caer de las mejillas, pero en el presente. En la vida real.
Solo había sido una pesadilla.
Gakushuu estaba en su habitación, en su cama y al lado de él dormía su loba, Lucy, que había sido descrita en el sueño. Igual de majestuosa e imponente, solo que mayor; aunque no se le notaba.
Gakushuu dirigió su mirada hacia la puerta de su habitación y en ese momento deseó no haber despertado de su pesadilla.
Para ver eso... Mejor no hubiera despertado.
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Editado: 18/4/22
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Problemas (Karushuu)
Fiksi PenggemarEn este libro la clase E descubre que el problema en la familia Asano no es el director Gakuho, sino su esposa, Akiko Asano, la cual además de serle infiel al director es alcohólica y no se lleva nada bien con su hijo llegando al maltrato tanto psic...