6- Razones

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Bryan

Espero que después de esto me perdone por lo de hace un rato...

Suspiro mirando la superficie fina de madera, Alala me dijo hace mucho que esto era como una bandeja o algo así.

Llevo un par de horas delante de las llamas naranjas del fuego, tratando de dorar el conejo muerto que cacé, pero creo que lo hice mal.

Le arranqué la cabeza porque supuse que no le iba a gustar pero creo que tenía que quitarle el pelo antes de meterlo en el fuego.

Huele mal y está negro. Creo que lo quemé.

Pongo una mueca y de camino a la cueva recojo un par de frutas y bayas, pero antes me aseguro de no coger ninguna fruta que pueda dañar su metabolismo humano.

Sé que le gustan las dulces y me encargo de recolectar las suficientes por si no le gusta el conejo.

Camino entre los arbustos que ya me conozco de memoria mientras compruebo que nadie me sigue.

Odio las discusiones con ella. Algo en el pecho me duele mucho... y no voy a negar que me he planteado arrancarme el corazón para dejar de sentirlo... pero eso significaría no volver a verla, y eso es algo que no soportaría.

Retiro los palos y las hojas secas que ocultan la trampilla de la cueva y siento mi corazón acelerado por ver la reacción de Alala al verme con el conejo.

Espero que le guste.

Bajo la trampilla y la cierro. Atravieso el pasadizo vislumbrando la luz que trasmiten las antorchas.

Occhi neri— murmuro con un sentimiento incómodo en el pecho. No sé si quiero ver su reacción al verme...— Te traigo comida y te como querías salir más he pensado que te podía llevar a un lugar que descubrí ayer y...

Mi voz disminuye conforme observo la cueva.

Miro el colchón con pequeñas manchas verdosas y marrones pero siento algo arder con fuerza en mi pecho al ver los grilletes abiertos y apoyados sobre el colchón. Sin Alala. Sin mi occhi neri.  

—¿Occhi neri?—pregunto sintiendo algo doloroso en mi garganta y pecho.

Me acerco al colchón y lo levanto, provocando que las cadenas caigan al suelo y que un ruido metálico reverbere en la pequeña cueva. 

Miro entre los pasillos que se crean por los libros colocados en montones. Nada.

Me acerco a las mesas y me agacho buscando a mi pelinegra. No la encuentro.

¿Dónde se ha metido?

Se me hace imposible no hacer una mueca con el ardor terriblemente doloroso en mi pecho. Duele mucho.

—¿Alala?

No contesta y siento como mi mente se nubla por unos segundos. Igual que cuando estoy con el Ráche que me desoriento y me mareo.

Algo no va bien.

Respiro entrecortado mientras apoyo mi mano en la pared de piedra y me siento justo al lado del colchón donde duerme occhi neri.

¿Le habrá pasado algo? ¿Estará bien? ¿Alguno de los de la aldea la habrá encontrado?

Y la pregunta que más me duele...

¿Me ha dejado?

Tenso la mandíbula y el dolor en mi garganta no disminuye. Es peor que las torturas que me hacían de pequeño.

Respiro entrecortado pero siento como mi cuerpo se tensa más de lo normal al percibir un aroma familiar... y no el de Alala. Sino el de Meredith.

Entreabro los labios y me incorporo atropelladamente saliendo de la cueva.

Alala (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora