Alala (EN PAUSA)

11- Una evolución interesante

Maratón 2/2

Froto mis ojos sacándome el sueño de encima.

No he dormido en toda la noche mientras sujetaba el cuchillo de caza entre mis manos.

Los demás si lo hacían y no negaré la envidia que eso me produjo.

¿Cómo eran capaces de dormir sabiendo lo que nos podía deparar estar aquí fuera?

Entendía que se sintieran más seguros con el hecho de que había turnos de guardias, y también comprendía su falta de sueño los días anteriores por el nerviosismo de tener que hacer la misión.

Pero odiaba el hecho de que todos estuviesen como si nada. Ellos no habían vivido lo mismo que yo y no temían por muchas cosas, solo se guiaban por lo que les dijeron en el campamento y dudaba de su veracidad.

Estaba sentada contra la pared de piedra con una adormilada Érica junto a mí. Era tierna y hermosa incluso durmiendo en el suelo.

Todos dormían a excepción de una chica y un chico que les tocó hacer de guardia y estaban fuera.

En una hora tocaría despertarse y ponernos en movimiento, o esos eran mis planes.

No me agradaba quedarme aquí durante mucho tiempo.

Tampoco lo hacía estar rodeada de tanta gente, necesitaba un poco de aire fresco y soledad, aunque fuesen unos minutos.

Con cuidado de no despertar a nadie me levanto, mis huesos crujiendo del esfuerzo de estar sentada toda la noche.

Cojo la mochila y la cuelgo en mi hombro. Dentro está la pistola y ni loca la dejo aquí.

Escondo el cuchillo en el bordillo de la cintura del pantalón.

Suspiro con la idea de no alejarme mucho. Me sigue aterrando la idea de estar aquí fuera pero no creo poder soportar mucho tiempo más el estar rodeado de tantos estúpidos.

Camino con cautela y sonrío al ver a Justin en la misma posición en la que me encontraba yo unos segundos antes.

A su lado un Newt totalmente dormido y roncando.

Justin estaba sentado contra una de las paredes de la cueva, su cabeza colgando hacia abajo y un arma en las manos. Se había quedado dormido.

Y no me extraña, él y Newt hicieron las primeras horas de guardia.

Camino hacia la luminosidad del día. Es muy temprano.

La mujer que está de guardia me mira y enarca una ceja, reparando en mi mochila.

—¿A dónde crees que vas? Vuelve adentro—masculla con severidad. Debe rondar los treinta años.

El hombre que la acompaña me echa un vistazo antes de volver a centrarse en vigilar.

—Voy a dar una vuelta antes de que todos despierten—murmuro inexpresiva.

La mujer me mira incrédula.

—¿A dar una vuelta? Niña, ¿te das cuenta de todo lo que nos estamos jugando? Vuelve adentro y déjate de estupideces.

No muestro la mínima señal de haberla escuchado.

—No le he preguntado, le he informado. Nada más.

Abre la boca para refutar pero la interrumpo. Aunque no lo aparente estoy irritada e irascible. Odio todo esto, toda esta mierda. Necesito espacio.

—Sé cuidarme, no es la primera vez que lo hago. Es más, lo he hecho toda mi vida, no necesito su compromiso para aceptarlo, simplemente lo haré, volveré en media hora y no habrá ocurrido nada.