1- Cárcel

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Apoyo mi cabeza contra la piedra detrás de mí y cierro los ojos.

Lo único que puedo hacer en estos momentos es utilizar mi imaginación pero después de estar todo el jodido día haciéndolo comienza a hacérseme pesado.

Me remuevo un poco sobre el colchón, buscando una postura cómoda a pesar de los grilletes en mis manos.

Un ruido del exterior me anuncia que a oscurecido y que aparecerá en unos segundos.

Escucho como abre la trampilla e ingresa en la cueva para segundos después aparecer a través del pasadizo con una bandeja hecha de madera, sobre ella hay carne cruda.

Sus ojos conectan con los míos y me sonríe un poco, acción que no correspondo.

Suspira y se acuclilla frente a mí.

—¿Qué tal el día?

—No lo sé, ni siquiera puedo saber si es de día.

Él desvía la mirada y traga saliva mientras yo no cambio mi expresión indiferente. Sé que le duele y en el fondo comprendo lo que hizo pero eso no significa que esté bien lo que me ha hecho.

—¿Al menos hoy puedes sacarme para poder bañarme? Hace dos días que no salgo.

Él vuelve a mirarme y asiente frenético. Se levanta y se acerca a una de las mesas improvisadas para coger aquella llave que llevo tanto tiempo queriendo poseer.

Se acerca y abre los grilletes.

Me sobo las muñecas enrojecidas, no es que tenga mucha movilidad cuando estoy aquí metida.

Él me tiende la mano para ayudarme a levantarme del colchón pero yo lo ignoro y me pongo en pie con algo de dificultad por no haberme levantado en dos días enteros.

Suspira derrotado, lleva mucho tiempo con una expresión decaída y somnolienta.

Lo veo bostezar mientras me estiro en busca de quitar la tensión de mis músculos. 

Suspiro al verlo acercarse a la mesa y coger una de las muchas libretas que tiene junto a un lápiz para después mirarme y sonreírme un poco.

—Vamos...

Ni siquiera intento escapar cuando salimos, lo intenté las primeras semanas pero no salí muy bien parada. Al principio dolía saber que casi me mata y me retenía el chico que quería, pero ahora ni siquiera sé lo que siento por él... ni siquiera sé lo que siento por mí misma.

Caminamos entre los árboles y rocas, yendo por el camino que me sé de memoria de tantas veces que lo tuve que recorrer.

Bryan.

Aquel chico que tanto me importó en su momento hoy en día me tenía retenida como una prisionera.

Caminamos hasta el lago que me encontré los primeros días en los que estuve aquí, aquel lago en el que me bañé antes de que apareciese el barco que traía a Justin, Meredith, Judith...

Es de noche, como siempre. Solo salimos cuando es de noche y muchas veces ni eso.

—Te espero donde siempre— murmura un tanto incómodo para después apenas susurrar—Me importas occhi neri.

Me acerco al lago cristalino y como siempre Bryan se da media vuelta y me espera entre unos árboles.

Al menos me deja algo de privacidad. Lo ha hecho todo este tiempo, desde el primer día y es algo que agradezco.

Me quito la ropa al completo y trato de poner mi mente en blanco, últimamente me cuesta mucho, siempre la tengo hecha un caos y ni siquiera soy capaz de saber qué es exactamente lo que siento.

Alala (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora