2-Destrucción

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Respira, Alala, respira. Tú puedes hacerlo... tú puedes.

Tomo una bocanada de aire y la expulso tratando de regular mi respiración.

No seas débil, joder.

Mis manos tiemblan y la cabeza comienza a dolerme.

Mi pecho sube y baja con rapidez y es asfixiante en muchos sentidos. Esta cueva comienza a parecérseme realmente pequeña, agobiante, un foco perfecto para que mi ataque incremente.

Cierro los ojos fuertemente tratando de visualizarme en otro lugar. Me ha funcionado recordar buenos momentos para apaciguar mi ataque de pánico a simples jaquecas... He aprendido a controlar mis ataques antes de que sea demasiado tarde desde que estoy aquí encerrada.

No me ha quedado otra.

Recuerdo la imagen de Zeus emocionado abriendo el papel de regalo hace cuatro años, aquel papel que ocultaba el oso que le regalé. Lo recuerdo perfectamente porque justo esa noche Trevor asaltó mi habitación y me llevo a escondidas a la playa.

Sonrío al recordarlo, recuerdo que ahí nos dimos nuestro primer beso.

Comienzo a respirar con cierta normalidad, no al cien por cien pero ya no es de una forma asfixiante. Trevor fue lo único bueno de mis quince años. Él me mantuvo a flote.

Y ahora estoy aquí, hundida de mierda hasta los huesos.

 Recuerdo otro de mis momentos con él. El día que me llevó a la feria. Fue la primera vez que fui a una y recuerdo haberle vomitado encima al bajar de una de las atracciones, y él en vez de enfadarse o asquearse comenzó a reír, haciendo que no me sintiese tan mal.

Me es inevitable ocultar mi sonrisa. Pasé momentos fabulosos con él.

Frunzo el ceño al notar mi recuerdo difuso... ¿Qué mierda estaba recordando?

Aprieto la mandíbula al darme cuenta de que se trata y abro los ojos mosqueada.

Miro en dirección al pasadizo.

—No me jodas y devuélvemelo.

Segundos después la figura de Bryan aparece por el pasadizo y su expresión es completamente seria. Me ignora categóricamente.

—Devuélvemelo— mascullo entre dientes mientras él me da la espalda al acercarse a la mesa improvisada.

—No sé de qué me estás hablando.

—¡Joder, devuélveme mi recuerdo! ¡Devuélvemelos todos!

—No sé de qué me hablas, Alala. Deberías relajarte.

Su tono indiferente provoca que la ira fluya por mis venas. Lo odio, en verdad que lo hago.

Ya no aguanto más aquí encerrada. Como una prisionera y como si le fuse poco también bloquea mis recuerdos con Trevor. Y ya no puedo más. He sufrido mucho y parece que el puto universo no tiene pensado que deje de hacerlo pero ya estoy harta. No quiero seguir siendo la chica que tiene más traumas que años y que termina por suicidarse por todo lo que le pasó.

—¡Qué me devuelvas mis putos recuerdos!

—¡No!

—¡Deja de bloqueármelos de una puta vez!

—¡Dejaré de hacerlo cuando dejes de pensar en ese estúpido!

—¡No puedes quitarme mis recuerdos!

Él frunce el ceño entre confuso e indignado.

—¡Claro que puedo, lo he hecho miles de veces!

Alala (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora