Capítulo veinte y uno.

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Los sabuesos recorrían el cuerpo de Natalie de arriba hacia abajo, olfateando todo

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Los sabuesos recorrían el cuerpo de Natalie de arriba hacia abajo, olfateando todo. El olor de ella y su madre eran meramente similares, a pesar de que no habían interactuado desde que la chica tenía cinco años. Natalie tenía ojos desesperados, con las pupilas dilatadas y aferrándose fuertemente a la mano de Coulson, como si pensase que todo eso fuera un sueño. Miraba a todos lados sin mirar nada, y volvía a mirar. Cuando los perros se retiraron, dando a entender que no habían encontrado nada, los oficiales le permitieron a ella y a Coulson entrar a la sala de interrogatorios.

Era de un color blanco, con un gran vidrio negro que ambos sabían que hacía posible que pudiesen verlos a ellos, pero ellos no a los que se encontraban del otro lado. Había una mesa de metal y tres sillas, una para quien interrogaría y otras para los interrogados. Ambos se sentaron cada uno en una silla diferente, la pierna de la chica subía y bajaba gracias al golpeteo nervioso que ocasionaba su pie, Coulson estaba preocupado, hace tanto tiempo que no veía a Natalie de esa forma —y lamentablemente— por su madre.

Él apretó su mano para que la chica lo mirase, cosa que sucedió. Le sonrió reconfortante—. Quizá así podremos encontrar a tu madre. Relájate Nat, verás que las cosas van a salir bien.

Ella asintió y suspiró, se acomodó en su lugar y cerró los ojos, se exaltó y los abrió cuando la puerta se abrió abruptamente. Frente a ellos estaba en detective que había ido al restaurante, y había otra mujer, quien Natalie supuso era la abogada de Coulson, pero frunció el ceño. ¿Qué tenía que ver ella ahí?, estaban siendo interrogados como parte de la investigación para poder hallar a su madre, no porque hayan hecho algo malo. ¿Cierto?

—Bien, señorita Hoffman —Natalie devolvió toda su atención al hombre—, soy el detective Chiks, quisiera hacerle algunas preguntas.

—Ella no puede hablar —se apresuró a decir Coulson, antes de que pensasen que no quería coperar—, además, no creo que obtenga mucha información de ella.

—¿A caso alguien la tiene amenazada para que no hable o cuál es el problema? —preguntó el detective cruzando los brazos sobre la mesa y apoyando sus barbilla en las muñecas, optando por una postura dura.

—Es muda —contestó Coulson con tono duro. Natalie sintió sus mejillas enrojecer y bajó la mirada—, y ella no conoce a su madre, la abandonó cuando tenía cinco años.

—¿Está segura? —contestó abordando el segundo punto. Abrió una carpeta, que parecía ser un expediente, y le deslizó una foto por la mesa fría y de metal.

Natalie levantó la vista y se quedó congelada en el borde de la foto. Ahí estaba lo que tanto quería saber, quería saber quien era su madre, como lucía, qué aspecto tenía cuando ella fue concebida y otras cosas, pero lo más importante: quería saber porque la abandonó si sabía de la maldición.

—¿Natalie? —preguntó el oficial.

Ella sintió un nudo en su garganta, no podía levantar la vista ni un centímetro más, su cuerpo se había bloqueado por completo. Esa era la respuesta que tanto quería, estaba frente a sus narices, entonces, ¿por qué no podía verla?

—¿Nat? —preguntó Coulson, tomando la foto y dándole un vistazo—. ¿Estás bien?

Ella asintió y cerró los ojos con fuerza, sintiendo una punzada en la cabeza y recordando una cabellera rubia volar en el aire. Corriendo por un gran lugar, hermoso y con un toque dorado gracias al sol.

Se quejó y se agarró la cabeza, Coulson al instante la revisó, y cuando estuvo un poco más calmada, le pasó la foto de nuevo. Natalie se armó de valor y la miró de un tirón, su madre tenía un rostro gentil, se veía como una buena persona, y no pudo evitar hacerse la pregunta del millón;

—¿Por qué la buscan? —dijo con señas. El detective miró a Coulson esperando a que tradujese, y repitió la misma pregunta que Natalie.

—Su hijo levantó un reporte de desaparecida —Natalie se heló en su lugar. ¿Su hijo?, ¿tenía otro hijo además de ella?—, dijo que era normal que a veces se fuera y volviera a casa pero no ha aparecido en dos semanas. Le es muy difícil ocuparse de la casa y su hermano —Natalie jadeo y se cubrió la boca con una mano. ¿Dos hermanos?, ¿tenía dos hermanos y ella no lo sabía?—. Entiendo que estas noticias puedan ser impactantes para ti, Natalie, pero, si tienes algo que pueda servirnos...

Ella negó, no había visto a esa mujer en su vida—. Oficial, ¿podría brindarnos la dirección de los hermanos? —Coulson lo miró fijamente, avisándole que era más una orden que una petición. Natalie tenía la cabeza gacha, jugando con la solapa de su bolso y con la mirada perdida.

—Por supuesto —respondió resignado. Le hizo señas a la mujer a un lado de la puerta y ella escribió una dirección que le fue entregada en un papel—. Eso es todo, gracias por su cooperación, ya pueden retirarse.

Coulson se levantó de la silla y ayudó a Natalie, quien aún tenía la mirada perdida. La sacó de la estación y la subió al auto, después arrancó, saliendo de ese lugar.

—Natalie —salió de su trance y volteó la cabeza, respondiendo a su llamado. Coulson suavizó su mirada cuando observó todas las lágrimas que escurrían por sus mejillas, como si estuviese llorando y ella no lo supiera—. ¿Deseas ir a verlos?, no tiene que ser ahora.

Quiero verlos —contestó.

—Bien... —tomó el post it amarillo y comenzó a conducir en dirección a la casa de ambos hermanos.

Hermanos..., ¿cómo era eso posible?. ¿Cómo era posible que ella tuviese dos hermanos y no lo supiera hasta ahora?

The sound of silence | Bucky Barnes      CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora