Fury tiene bajo su ala a una chica bastante peculiar, en el pasado, una niña de cinco años llegó a la base sin poder hablar, traía una carta consigo, diciendo que era parte de una maldición. Parece ser que el arte del combate va en sus venas aunque...
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Natalie corrió por todo el pasillo, con un poco de sangre saliendo de la herida de su intravenosa. Al parecer, la habían internado en el hospital después del accidente que había ocurrido en el restaurante.
—¡Natalie! —escuchó a lo lejos. Aceleró más sus pasos, corrió tan rápido que se pegó en una pared cuando dobló la esquina gracias a la velocidad. Lo único que quería era encontrar a Nicholas.
Entró al pasillo de terapia intensiva, le echó un ojo rápido a las habitaciones y comenzó a caminar hasta que dió con la de su padre. Tenía doctores, enfermeros y a su propia familia siguiéndole los pasos desde hacía ya dos pisos. Eso no le importaba en lo más mínimo, abrió la puerta y sintió sus ojos picar cuando vió a Fury postrado en esa cama de hospital. Se acercó a él y tomó su mano gentilmente, él parecía estar dormido, por lo que no se dió cuenta cuando Natalie llevó su mano a su cara, fingiendo que su padre acariciaba su rostro. La chica suspiró con la voz quebrada, ahora con la luz de la mañana que entraba por la ventana podía verlo bien, se veía realmente mal, estaba en los puros huesos, pálido, y con algunos moretones gracias al incendio. También no podían faltar las vendas en su pierna, estaba segura de que ahí habían quemaduras, y que quizá estaban rotas.
El sonido de la puerta abriéndose no la pudo sacar de su transe, no fue hasta que sintió una mano en su brazo. Actuó impulsivamente y le hizo una llave a Steve, donde quedó encima de él y torciendo su brazo por la espalda. Todos la miraban sorprendidos, pasó su vista entre todos, como si fuesen unos desconocidos.
—Natalie —dijo con dificultad Steve, ya que su cara estaba siendo aplastada contra una mesa. Ella lo miró y lo soltó mientras se hacía hacia atrás.
—Natalie, no puedes salir corriendo así de tu habitación —le reprendió Natasha mientras se acercaba a revisar a Steve, quien se sobaba el hombro con una mueca.
—Sólo quiero estar sola —la voz que abandonaba su boca era una con un tono de completo dolor. Natalie se dio cuenta esta vez y tocó su boca. Estaba hablando, era cierto lo que le habían dicho. De verdad podía hablar—. Sólo quiero que me dejen sola con Fury —dijo decidida.
—Natalie... —dijo un susurro. Todos voltearon hacia Nicholas, quien tomaba débilmente la mano de su hija—. Estás bien... —suspiró con alivio y sonrió.
—Papá —dijo con la voz quebrada mientras una lágrima corría por su mejilla.
—Estás hablando —dijo con asombro y una sonrisa en la cara. Natalie asintió mientras el hombre acariciaba su mejilla.
Las sonrisas no duraron mucho cuando el monitor comenzó a emitir pitidos y la mano de Fury cayó de la cara de Natalie como peso muerto. Ella abrió los ojos con miedo y los enfermeros pronto comenzaron a sacar a todos de la sala. Natalie se pegó al cristal de la puerta mientras miraba como el desfibrilador se acercaba a su pecho huesudo.
—¿Qué está pasando con Nick? —preguntó demandante en dirección a Coulson.
—¿De qué hablas? —frunció el ceño—. Acaba de tener un paro —dijo obvio mientras hacía un ademán hacia el hombre en la habitación.
—No. Quiero saber qué está pasando realmente con él —dijo enojada. La cara de Coulson cambió drásticamente—. ¿Creíste que no me daría cuenta?, se ve tan mal qeu parece que se quebrara al parpadear. ¡Quiero saber qué está pasando con él! —sus manos comenzaban a convertirse en garras, lo que alertó a todos.
—Natalie... —dijo Bucky.
—¡No!, ¡quiero saberlo en este momento!, y si no me lo dices —le amenazó con un dedo—, te juro que jamás te lo perdonare Coulson. Me conoces muy bien, pero te aseguro que no quieres conocerme enojada.
—Yo... —titubeó y finalmente suspiró, dándose por vencido—. Nicholas tiene cáncer.
Natalie bajó su dedo que ya volvía a la normalidad. Miró a todos los demás, quienes la miraban con pena—. ¿Ya lo sabían? —preguntó con un hilo de voz.
—Natalie —dijo Bucky llamando su atención y acercándose lentamente a ella.
—¿Tú también lo sabías? —preguntó herida. Se llevó la mano vendada al pecho, sintiéndose muy traicionada por parte de Bucky.
—Nat, nadie te dijo nada porque no estábamos seguros de que podrías manejar la noticia, en especial por el estado en el que estabas.
Natalie miró a Natasha, quien acababa de hablar. Sus ojos verdes se llenaban de lágrimas de pronto, sentía que su pecho estallaría por todas las emociones que se arremolinaban dentro de ella—. ¿Desde cuándo lo sabían? —preguntó afligida—, ¿desde cuándo se supone que debía saberlo yo? —preguntó ahora con un tono más fuerte, cambiando su estado de humor drásticamente.
Todos guardaron silencio ante la incógnita de Natalie, lo que en cierta parte hizo que se sintiera peor. Ese silencio solo podía significar una cosa; que el estado de Fury ya llevaba empeorando desde hacía ya un tiempo.
—Le dieron el diagnóstico cuando escapaste de las instalaciones, desde ahí todo se fue en picada —Coulson suspiro—. Cuando por fin pudo contactarte no tuvo la valentía para decírtelo, y poco después huiste y desapareciste.
Natalie se sentía como que ella había sido la culpable de que su padre estuviese muriendo de cáncer. Sentía que tal vez, si ella hubiese aceptado su orden de regresar a las instalaciones, su padre no tendria cancer, ni mucho menos estaría en esa camilla del hospital.
—Para eso quería verme en el restaurante, ¿cierto? —todos guardaron silencio, y Natalie no necesitó ninguna otra confirmación.