Capítulo treinta y cuatro.

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El estado de la castaña era deplorable, tenía intensas sesiones de curación con Loki, quien solo la veía con los labios fruncidos mientras movía sus manos mágicas

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El estado de la castaña era deplorable, tenía intensas sesiones de curación con Loki, quien solo la veía con los labios fruncidos mientras movía sus manos mágicas. Ella realmente había empeorado desde que su padre murió, y tener a Bucky a su lado le reconfortaba un poco. Él le acompañaba en las sesiones, aún cuando tenía que pasarle el cubo de la basura para que vomitara.

Salió de la bañera con su cuerpo envuelto en una toalla y se acercó al espejo, el cual limpió un poco para poder ver su reflejo, pero lo único que veía eran unas grandes ojeras y los huesos comenzando a notarse. Suspiró con ojos cansados y se pasó la mano por el cabello, quedándose sin palabras cuando movió la mano y miró como un montón de cabellos se habían quedado en su mano. Invadida por el pánico los tiró en la basura y salió del baño para vestirse a toda prisa.

—¿Estás bien? —le preguntó Bucky en su cama haciendo que la castaña saltara un pequeño grito—. Lo siento, no quise asustarte —rió un poco y se acercó a abrazarla.

—Estoy mojada —lo detuvo con la mano en el pecho—. Te daré un abrazo cuando el agua se seque.

Bucky hizo un puchero y ella le dio un beso rápido para moverse al closet, aún pensado en el mechón de cabellos que había echado a la basura. Sentía culpa por no tener la valentía para contárselo a Bucky a pesar de que él había estado ahí con ella durante todo esos momentos, desde ese día que le conoció en el ala, después de los trágicos sucesos donde casi muere, Bucky había decidido que no se separaría de Natalie nunca más, que ella era realmente su alma gemela aunque al principio tenía dudas de ello.

Natalie se vistió rápidamente y secó su cabello, traía puesto un vestido negro de tirantes con unos botines de tacón. Decidió maquillarse un poco para ocultar sus ojeras y las pecas que le habían salido inesperadamente, en su mente las pecas abundantes que ahora adornaban su rostro tenían mucho que ver con su parte mágica que aún no había explorado. No sabía que tenía que hacer para activarlo y mucho menos controlarlo. Recordó que siempre le pasaba cuando le venía una emoción arrolladora, como todas las que experimentó durante su duelo a la muerte de Fury.

Acarició el broche que adornaba su cabello, era un broche con acabado mármol de color blanco con negro, un regalo de su padre. No pudo evitar sentir su labio temblar pero cerró los ojos y respiró profundamente. Era obvio que aún le dolía su muerte aunque ya hubieran pasado unos meses, e incluso que ya hubiera acabado el año. Lo extrañaba cada mes, en especial en su aniversario y las festividades, era un dolor abrazador que le quemaba el corazón y le hacía un nudo horrible en la garganta que no era capaz de deshacer por el resto del día.

Se limpió las pocas lágrimas que habían salido de sus ojos y suspiró. Salió del armario y fue a buscar a Bucky, lo vió en el baño y se acercó a él, abriendo lentamente la puerta. Sintió que su corazón se saltó un latido cuando lo vió con el bote de basura entre sus manos y la mirada perdida.

Bucky volteó ante el sonido del tacón de Natalie, tenía los ojos llorosos y una mirada dolida—. ¿Qué es esto Natalie? —le preguntó con un nudo en la garganta que se podía escuchar perfectamente—. ¿Qué es esto? —sacó los cabellos de la basura y los sostuvo en su mano mientras se los acercaba a la mujer.

—Bucky..., yo... —no pudo decir nada, porque sabía que lo había traicionado al no decirle nada.

—¿Desde cuando estás perdiendo tu cabello, Natalie? —preguntó mientras dejaba la bola de cabello en el lavamanos y se giraba hacia ella—. ¿Qué acaso no pensabas decírmelo?, ¿o a Loki? —le espetó furioso.

—Bucky, no es lo que crees.

—Entonces dime que es, porque por lo que yo veo, es que tú estás perdiendo tu cabello, las sesiones no avanzan, no comes bien, no duermes bien, y eres una persona muerta en vida —Natalie sintió como cada palabra que salía de su boca se iba directo como una punzada hacia su corazón. Sintió sus ojos arder y tragó saliva.

—¿Estoy tratando, si?, estoy tratando de no rendirme —le dijo mientras las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos—. No es tan sencillo como respirar, cada día tengo una batalla interna para poder levantarme de la cama, para comer, para poder bañarme, para poder hacer mis necesidades sin tener que pedirte ayuda —explicó con la voz rota.

—¡Esto no se trata solo de ti!, ¿qué crees que a mi no me dolió la muerte de Fury?, ¿qué crees que tú eres la única que lo quería en este equipo?, ¡él era familia para nosotros también!

—¡Pero él era mi papá!

—¡Y él era mi amigo!, ¡murió de cancer Natalie, y a ti se te está cayendo el cabello!, ¿¡como mierda esperas que reaccione, eh!?

—¡Déjame en paz! —le gritó con voz herida y se cubrió la cara mientras sollozaba. Bucky cambió sus facciones y miró a Natalie atentamente, la había lastimado aún cuando trataba de protegerla—. Lo extraño tanto..., —se quitó las manos de la cara y lo miró— que me es imposible caminar sin él, sin sentir su mano en mi hombro, sin recordar su voz llamándome hija o Nat. ¡Es difícil para mi, aún no me recupero de su muerte y nunca lo haré!, ¡porque cuando él murió se llevó una parte mía consigo!

Natalie se derrumbó en el piso mientras lloraba desconsoladamente, había tratado de mantenerse estable desde que Fury había muerto, pero aún no sacaba toda esa tristeza, toda esa ira e impotencia de su sistema, aún no había terminado de llorarle al recuerdo de su padre, de pedirle que regresara y le diera un último abrazo para poder decirle adiós, para decirle que ya no tendría que pelear más y podría descansar en paz, porque ella estaría bien. Lo único que Natalie necesitaba era a su padre.

The sound of silence | Bucky Barnes      CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora