Escalera real de corazones

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. "El juego es el gran nivelador. Todos los hombres son iguales en las cartas.» —Nikolai Gogol

» —Nikolai Gogol

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—Debimos matarle, Vittorio. Y después arrojarle a Juliano a su arpía mentirosa.

Ricci no detenía su parloteo desde aquella noche, reprendiendo el haber permitido que Abigail saliera corriendo por los pasillos del Colibrí sin repercusiones. Mi Consigliere, mostrando de nuevo su faceta más oscura y que creía había dejado atrás con el nacimiento de su hija, quería deshacerse de aquella que había osado engañar a la familia.

—Solo es una crupier.

—Una que abuso de tú confianza y pretendía atentar contra ti —espeto sin miramientos—. Sin mencionar lo que sucedió con Colvin.

Me reí por lo bajo, acomodando los últimos botones de las muñequeras del traje oscuro que decidí llevar el día de hoy y que por la premura, había olvidado acomodar. La inquietud nunca fue una de mis características pero con lo acontecido los últimos días, apenas sabía en que lugar me encontraba.

—Creía que te importaba el bienestar de esa periodista y ahora te ríes.

—Ella no asesinó a Elizabeth —dije al tiempo continuaba con mi labor y miraba los chillantes colores de la pared.

—Es lo que dijo el hombre.

—Cuando estás a punto de morir, inventas cualquier porquería que te ayude a salvarte, incluso una tan ridícula como esa. Por favor cabrón, "su compañera de cuarto", parece un drama juvenil —explique sin ánimos—. Y según Leonard, ese viejo estaba a nada de dejar la tierra por la golpiza que le paraste. Respecto a ese tema ¿Qué te está pasando? Nunca se te había pasado la mano en las interrogaciones.

—Mira quien me viene a sermonear —añadió con sarcasmo.

—Por eso debes de alarmarte —repuse con humor—. La impulsividad era mi característica, no tuya ¿No me decías eso de niño?

—Entonces...—Carraspeo al tiempo que colocaba sus ojos en blanco—.  Tú confianza en esa mujer es tal que no crees lo que el propio asesino a sueldo de Juliano reveló.

—Abigail no pudo asesinarme, ni siquiera recibiendo la orden directa de Francesco. No le haría daño a nadie —dije, observando con fijeza a la crupier que nos esperaba en la entrada del Dinasty Palace.

Ricci se puso de inmediato a mi costado, atento a cualquier anomalía.

—Eres demasiado ingenuo —murmuro fastidiado.

—Y tú rencoroso —repuse entre la carcajada—. Habla claro, Nino ¿Qué problema tienes con Abigail? Porque en algo le daré la razón a Leonard, estás de un humor de los cojones desde que volviste.

Quimera [Vittorio Puzo/Elizabeth Colvin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora