*No olviden escuchar la canción de este capítulo*
Ninguna gran mente ha existido nunca sin un toque de locura
—Aristóteles.La llave entrá en la hendidura a pesar de mis manos temblorosas, y solo una vuelta basta para mostrar el interior a mis ojos. Confirmando lo que ya sabía. O al menos lo que suponía.
Me quitó el sombrero llenó de azúcar y limpió mis ojos del polvo.
—Mierda—digo con poco aliento—¿Cómo no ha explotado por si solo?
—Búsquenlo.
Esa voz es un balde de agua helada para mis nervios y la energía llega a mis músculos. Apresurada, arrojó el líquido al piso y después de llevarme un pequeño recuerdo de los costales, enciendo los cerillos. Mi hermosa creación empieza a consumir todo a su paso y los cartones apresuran el desastre inminente. Entre el calor, el humo tóxico y mis botas llenas de piedras, corro por los escalones.
El techo está por colapsar y me las arreglo para saltar entre las tarimas y la madera. Los matones dejaron de seguirme cuando sus vidas eran más importantes. O eso creía yo.
Un disparo certero llega a hacer un agujero en la puerta por la que salgo, y el insistente hombrecillo pelirrojo me apunta a pesar del humo.
—¡Ahí está el malparido! —lanza su gritó ahogado—¡Vayan por él!
No dejó de correr. Moviéndome entre el estacionamiento e intentando no matarme con mis propios pies. Eso sería aún más humillante que morir por una herida de bala.
Y vamos, no quiero acabar en el periódico como la estúpida que murió por un tropiezo.
Literalmente.
A la ráfaga solitaria y consecutiva de disparos se les unen más, confirmando que el pelirrojo ha traído a sus amigos.
Un cristal del automóvil estalla cuando me salva de su impacto y apenas soy capaz de tumbarme frente la reja para pasar por el improvisado hueco por el que entré. Una mano captura mi bota y desesperada pataleo, hiriendo mis piernas con el metal.
—¡Te tengo pedazo de mierda! —vocifera entre saliva—¡¿Eres...?!
El disparo le ha atravesado el cráneo y cae sin poder completar la oración. La puerta del automóvil que ha derrapado a unos cuantos metros se abre y mi salvador alcanza a deshacerse de otro par de hombres que estaban cerca antes de hablarme.
—¿Qué estás esperando? —dice desde la puerta—¡Súbete!
Apenas lo hago, arranca y pronto solo distingo al almacén consumiéndose en llamas a la distancia. Devorando
—¿En qué estabas pensando?
—Genial, empieza el regaño.
Me quito el sombrero, liberando mi cabello ondulado de la atadura improvisada y removiéndolo con los dedos. La tierra retumba cuando un último estallido derrumba y convierte en humaradas de humo negro el recinto.
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Quimera [Vittorio Puzo/Elizabeth Colvin]
Fanfiction¿Cuánto tiempo puede soportar un ser humano que ha sido ultrajado y herido sin perder la cordura? ¿Cuánto dolor puede soportar la psique humana sin desmoronarse en mil pedazos? Abigail, la bailarina con un pasado misterioso del afamado cabaret de...