Compañeros de viaje (1921)

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Advertencia
El siguiente capitulo contiene temas sensibles para algunas audiencias.
Ojito con eso. 

27 de Noviembre de 1921

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27 de Noviembre de 1921

New York.

Puedo sentir cada palpitar de mi corazón en la garganta, replicando contra mi pecho con imperiosidad. La sangre del cuerpo está helada y el sudor cayendo en mi frente recorre cada centímetro de mi rostro.
La mano rasposa de ese hombre me mantiene sostenida de la nuca y me obliga a mantener la mirada gacha. Todo mientras escucho las súplicas de Annie para que le dejen vivir.

Me creo en un sueño, uno horrible sacado de las peores pesadillas que pude tener en la vida. Tengo miedo.
No, estoy aterrada. Y eso solo empeora el aturdimiento de mi cabeza.

¿De verdad son estas mis últimas horas de vida?

No, probablemente debí quedarme dormida en el tren. Estoy segura de que en un par de horas llegaré con mis padres a su granja, papá me estaría esperando en la estación como cada año y mamá estará en casa preparando ese estofado de res que tanto me gusta. Ese que le hacía la abuela cuando era pequeña y que me daba a mi cada vez que llegaba de la Universidad.

"No hay nada mejor para las penas que un buen plato de comida" recuerdo que me lo decía mientras acariciaba mi cabello con sus manos blanquecinas.

—¡Por favor! ¡Por favor! ¡Déjeme ir! —la voz aguda de Annie retumbaba en mi cabeza.

—¿Por qué te quieres ir ya, muñeca?
¡Si nos falta mucho por divertirnos!

—¡No, por favor!

—Yo pido ser el primero con esta muñequita, Dominic —dijo el hombre mientras acariciaba mi mejilla—. Me gustan las fuertes. No ha llorado ni una vez. ¿Qué tan ruda puedes ser, hermosa? ¡Y mira aquí! Buena además de todo.

Sentía sus manos recorrer mi busto, pasando desde mis hombros hasta mi espalda. Delicado, apenas rozando algo detrás de la tela del vestido
rosa que me había dado Charlotte meses atrás para la entrevista con Diane.

—La primera impresión lo es todo Colvinblue —exclamó Charlotte cerca de mi oído. Sobresaltada por su presencia, levanté el rostro por primera vez desde que entré a este automóvil.

A mí costado estaba mi amiga de cabello cobrizo y cuerpo esbelto, su chaqueta llena de medallas chillaba con el cuero del asiento y sus botas golpeteaban con el asiento delantero.

—Pero es que ya te debo mucho —replique con alegría—. Ni siquiera sé cómo puedo pagarte el que me dejes quedarme en tú casa.

—Tonterías —pasó sus manos por mi hombro, recargando su rostro en el hueco de mi cuello—. Eres como mi hermanita Liz. ¿Te he dicho ya lo mucho que te quiero?

—Yo también te quiero Charlotte.

Sonriendo, me dio un beso en la mejilla que llegó hasta lo más profundo de mi alma.

Quimera [Vittorio Puzo/Elizabeth Colvin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora