Acto III

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Advertencia.
Este capítulo maneja temas sensibles para algunas audiencias.

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Estaba al borde de la silla, oliendo el desagradable aroma que una de las habitaciones del Colibrí te podría brindar

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Estaba al borde de la silla, oliendo el desagradable aroma que una de las habitaciones del Colibrí te podría brindar. Los clientes que Francesco solía recibir aquí venían en busca de algo más que comodidad: una noche con alguna bailarina especialmente agradable que le haya cautivado en la presentación del día.

Mis manos sostenían la libreta después de cerrarle al parecerme chocante su contenido. Había pasado lo que quedaba de la tarde leyendo lo poco que me quedaba de ese diario hasta que llegue a este pequeño párrafo que me lo cambio todo.

Me encontraba en un estado de astenia, repasando una y otra vez lo que acaba de leer al tiempo que creaba una imagen de lo que narraba.


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Esa pobre mujer que había perdido las esperanzas, no paraba de repetir lo importante que sería aprender del arte del engaño. Era hermosa, su corta melena caoba brincaba en cada uno de sus movimientos y el aura de inocencia le permitían acercarse a los más peligrosos hombres que frecuentaban este lugar sin arriesgarse. Además, su buen comportamiento le habían hecho ganar la opción de elegir con quién pasaba la noche. Mientras que yo solo podía optar por la ropa que usaría. A veces, ni eso.

"Debes sobrevivir, hermosa" casi puedo escucharla hablar con esa voz melodiosa ahora mismo "Los hombres solo verán lo que tú quieras que vean"

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La puerta rechinante me hizo alzar la vista, contemplando a la bella bailarina con ropa desgastada que entraba de puntillas a la habitación. Con sus manos intentaba cubrirse el faldón lleno de hoyos, alisándolo y acomodándolo para tratar de aplacar su movimiento.

—Señor Puzo, cuando me dijeron que estaba aquí no lo creía —exclamó Abigail mordiéndose el labio, nerviosa pero expectante—¿No vendría hasta hoy por la noche?

Quimera [Vittorio Puzo/Elizabeth Colvin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora