Abigail William

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-Aquí tiene su whisky, Sr

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-Aquí tiene su whisky, Sr. Charlie

Le entregué el vaso de cristal al hombre que estaba perdido en esa ruleta de números rojos y negros, llenándose de fichas que después perdería con el pasar de la noche.

¡Hay, de ese hombre! Siempre pasaba lo mismo, no sabía cuando detenerse y por eso, era de los mejores clientes en el casino. Aunque bueno, su esposa en casa no debería estar del todo contenta con su posición preferente en el sitio de juegos. Y mucho menos sus dos pequeños niños los cuales, según me había contado aquella noche, no tenían ni los diez años cumplidos.

Me sentía mal por esas criaturas que no conozco ni llegaría a conocer y que se quedaban con hambre esperando a que su padre llegará con el dinero para la comida. Pero mientras me pagará, por mí se podían ir a la mierda él y todos sus ancestros.

-Mi preciosa, te lo agradezco-con sus ojos llenos de arrugas y apenas entreabiertos por el cuarto vaso de alcohol que ya llevaba en menos de una hora, me miró con suspicacia, tomándome de la cintura y apretándome hacia él.-Tú siempre te ves divina ¿Por qué no me acompañas el día de hoy? Estaré encantado con tu presencia.

El anciano de cabello blanco acercó su rostro a mis pechos que resaltaban con el traje blanco satinado que llevaba el día de hoy, y yo me removí ligeramente, soltando unas ligeras carcajadas cuando esté se emocionó con mi gesto. Impresionarlo era bastante sencillo, solo bastaba con un par de ojos coquetos y actitudes sugerentes para que me diera todo lo que le quedaba en la cartera de propina. Dólar a dólar, socorriéndome otra semana de comida caliente de la cafetería en vez de esa fría y pastosa pasta que nos daban todos los días.

-¡Oh, Charls!-acaricié uno de sus hombros con mis uñas, acercando mi rostro al suyo que desprendía aroma a destilado.-Sabes que me encanta acompañarte en tus juegos, pero hoy no puedo, Don Juliano me espera en cuanto termine su reunión.

-No, si es así no lo hagas esperar.

Como me lo esperaba, el nombre de mi Fran me había ayudado de nuevo para ahorrarme la eternidad de una charla sosa. Y no era para menos, cada alma andante en el salón repleto de oro y platino, conocía al dueño del Casino Dinasty Palace. Así como los métodos que utilizaba con los clientes que se salían del reglamento. Nadie se metía con las cosas de un Juliano y por suerte divina, eso me incluía.

Me gané esa posición a pulso.

-Te mandaré a Agatha, estoy segura de que estará encantada-le di un suave beso en la barbilla y me retire lentamente, contoneando mis caderas con exageración, ya que sabía él estaría viendo como siempre.

Gire mi rostro solo para confirmar que aún seguía teniendo su atención y al verle casi con la quijada trabada en mi trasero, me regocije de satisfacción. Aún tenía ese toque, les sería difícil sacarme del camino a todas estas mujeres en celo que solo querían robarme mi puesto.

-¡Abi!-me llamó una ligera voz, cantarina y femenina. La reconocí de inmediato. -Aquí estás. Laila dijo que ya era hora.

-¡Madre mía! Vamos entonces-deje la caja de dulces en la mesa y me observé en el reflejo de los cristales que estaban en los muros. -¿Qué tal estoy?

Quimera [Vittorio Puzo/Elizabeth Colvin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora