El sol caía sobre el bosque del Espíritu Aullante, suave y cálido, acariciando dulcemente la flora. El viento mecía las hojas de los frondosos árboles produciendo un murmullo otoñal acogedor que, mezclado con el canto de los pajarillos silvestres, creaba una sinfonía hermosa.
Unas pesadas grebas que parecían arder con el mismo calor de la lava aplastaron la apacible hierba. El autor de aquella abrasadora pisada era Largein Rud, un peculiar guerrero humano conocido en toda la región. Su armadura desprendía un calor incesante y parecía estar hecha con las piedras ardientes de un volcán; grebas, guantes, hombreras e incluso la armadura del pecho y la cadera. A su espalda, guardada en una funda fabricada con el pellejo del estómago de un dragón, reposaba una grandiosa espada que le había dado cuantiosas victorias en el pasado. Su cabeza estaba rasurada a cuchillo, al igual que su rostro carente de vello facial.
Largein miró a su alrededor con tranquilidad como si buscase ver a través de las cortezas de los árboles que lo rodeaban.
– Maldigo mi suerte ya maldita –gruñó entre dientes el robusto humano–. Creo que lo he perdido.
De pronto, un fuerte rugido llamó su atención, seguido por una repentina cálida brisa que Largein no llegó a notar debido al calor que producía su propia armadura. El humano miró en la dirección de la que provenía el sonido y trotó hacia su origen todo lo rápido que le permitía el peso de su equipo.
No tardó en llegar a un llano acantilado rodeado por los árboles del bosque. Desde allí podía ver la próspera ciudad humana recortando el horizonte y algunas de las granjas más cercanas que había desperdigadas por el valle. Era una vista hermosa de cómo el brillante sol bañaba los prados, el bosque y la torre, antaño abandonada, cercana al bosque de Helt. Largein soltó un gruñido al verla y miró a su alrededor. Para su sorpresa estaba todo en silencio; ni un pájaro cantaba. Era buena señal.
– ¡Sal ya, odiosa criatura! –gritó el humano, siendo respondido por su propio eco– ¡No tengo todo el día!
Una sombra alargada oscureció al guerrero, aunque la armadura y la sensación de que la lava corría por ella aún brillaban incansables. Largein miró al origen de aquella sombra con una sonrisa triunfal. Se trataba de un wyvern. Eran pequeños dragones con alas en sus patas delanteras, como la gran mayoría de las aves corrientes. Por otro lado, estas criaturas eran consideradas por muchos los hermanos tontos de los dragones. Apenas podían escupir fuego durante un largo periodo de tiempo y sus vuelos, aunque rápidos, eran predecibles. Aun siendo de un grandioso tamaño, eran criaturas asustadizas que se enfurecían con facilidad en cuanto se veían amenazadas. Por lo general, no solían dar problemas y casi no se las veía por la región hasta que tenían demasiada hambre y acababan arrasando la granja de algún noble, el cual terminaba teniendo que pagar a alguien como Largein Rud para deshacerse de la criatura. No era un trabajo excesivamente complicado, según pensaba el propio guerrero, pero no le apasionaba la parte del rastreo en su labor.
– Así me gusta –dijo el humano mientras el wyvern descendía. La criatura aterrizó a su lado esparciendo una nube de polvo con el último batir de sus enormes alas. Tan pronto como afianzó sus patas a la tierra, la impresionante criatura soltó un agudo rugido abriendo sus alargadas fauces hacia el guerrero–. Te canta el aliento a lana chamuscada, bestia horrible ¿Cuántas ovejas te has zampado hoy?
El wyvern se mostró incómodo ante la actitud del humano. Sabía que había estado persiguiéndolo todo el día, impidiéndole tomar tierra. No le temía, no huía ante su rugido y, además, se dignaba a dirigirse a él. Solo verlo estaba enfureciendo aún más a la orgullosa criatura. Sin vacilar, lo primero que pretendió fue quitarle de un zarpazo la brillante armadura, ya que parecía ser peligrosa, pero, en cuanto lanzó sus garras tan grandes como el torso del guerrero, este lo evadió con un calculado paso lateral, mientras sacaba con una mano la espada que tenía a su espalda.
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Luceros en la Oscuridad: El príncipe desterrado [Edición definitiva]
FantasyLa alianza entre las razas pacíficas está en declive, mientras que la sombra del regreso de un antiguo mal amenaza en secreto con destruirlos. Dórel, un elfo rúnico, parte de su ciudad oculta con una predicción que solo él conoce y que, sin saberlo...