Poco a poco el sueño se iba desvaneciendo y lo devolvía al mundo real. Al abrir los párpados, pesados y secos, no pudo ver mucho más que formas difusas y un color blanquecino rodeándole. El ruido constante de un golpeteo metálico llegaba a sus oídos y, por un instante, creyó que su amigo enano sería el responsable. Cerró los puños y notó un tacto recio bajo sus manos. Alguien le habló, una voz que recordaba haber escuchado en algún momento, sin embargo, no sabía cuándo. Miró al origen de la voz, aun con dificultades para mantener los ojos abiertos, y atisbó la silueta de alguien que le acercaba algo. Al instante se imaginó que sería Melia o alguno de sus aliados, por lo que retrocedió cuanto pudo para separarse de la silueta.
– Aléjate –logró decir. Tenía la voz ronca y la cabeza le dio una fuerte punzada al hablar.
– Tranquilo, elfo rúnico –le pareció escuchar–. No quiero hacerte daño.
Reconocía aquella voz, pero continuaba sin saber por qué. Se restregó los ojos lagañosos y miró de nuevo a la amenazante silueta. Le sorprendió encontrar a un sonriente chico de pelo corto y castaño que le ofrecía un bol con agua. Lo miró de arriba abajo. Sus ropas parecían ser de una tela bastante rígida que intercalaba diferentes colores comprendidos entre el verde y el marrón, siendo el primero el que más predominaba. Llevaba guantes y otras protecciones de cuero, además de multitud de bolsas de diferentes tamaños enganchadas a los cinturones que le cruzaban el pecho. No vislumbró ningún arma.
El elfo rúnico escudriñó entonces el lugar en el que se hallaba, convencido de que, aunque reconocía la voz del muchacho, su apariencia le era totalmente ajena. Estaba recostado en una improvisada cama dentro de lo que parecía ser una casa de campaña sujetada firmemente por un palo central. Podía escuchar voces y un incesante golpeteo metálico viniendo del exterior.
– Bebe –dijo el joven humano ofreciéndole un recipiente con agua. En ese momento, el elfo rúnico se atrevió a mirar bajo la manta de lino que lo tapaba casi por completo.
– ¿Y mi ropa? –dijo aun aturdido mientras cogía el bol con agua que le ofrecía el humano. Imaginaba que no sería ningún tipo de veneno, convencido de que si lo hubiesen querido matar ya lo habrían hecho. Sin pensárselo demasiado se llevó el bol a la comisura de los labios y comenzó a beber hasta que se lo acabó. En el instante que bajó el bol vacío, observó que el joven humano estaba colocando unas prendas de ropa bien dobladas a los pies de su cama. Un pinchazo de terror le atenazó el estómago al ver que no estaba su cinto entre ellas. Se dispuso a preguntar, pero le sorprendió ver que el joven ya se estaba marchando.
Al levantar el brazo izquierdo para destaparse, se percató de que alguien le había vendado el mordisco del lezun, además de otras partes del cuerpo en las que ni sabía que le hubieran golpeado. Se puso en pie, completamente desnudo y descubrió el contorno de un moratón surcándole el hombro derecho. Al moverlo, le sobrevino un dolor que le hizo rememorar los últimos sucesos de los que tenía constancia. El combate contra Melia, Arthis luchando contra el zénir, la batalla contra los lezun y Alaya siendo controlada por un zen. En ese instante le sobrevino una sensación de desasosiego al no saber dónde ni cómo se encontraban los demás.
Se vistió con los ropajes que le había cedido aquel humano. Eran prendas sencillas de colores similares a los que vestía el joven que le había atendido. Entre las ropas encontró una camisa de lino muy parecida a la que había llevado él durante su viaje a Helt, sin embargo, era de color gris oscuro y parecía ser algo más rígida. Cuando acabó de vestirse, buscó de nuevo su capa o su espada, pero no halló ni rastro de ellas en el reducido espacio de la casa de campaña. Se alteró al pensar que quizás se le habría caído en el claro en el que luchó contra Melia y se dispuso a salir en su busca sin siquiera pensarlo un instante, sin importar cuán lejos se hallase de Lizmógor. El mismo humano que lo había despertado se interpuso en su camino entrando de golpe antes de que llegase si quiera a correr el velo de tela que hacía de puerta.
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Luceros en la Oscuridad: El príncipe desterrado [Edición definitiva]
FantasiaLa alianza entre las razas pacíficas está en declive, mientras que la sombra del regreso de un antiguo mal amenaza en secreto con destruirlos. Dórel, un elfo rúnico, parte de su ciudad oculta con una predicción que solo él conoce y que, sin saberlo...