Cuando Arthis llegó hasta el último escalón fue sorprendido por un inquietante silencio mientras devolvía su bastón a otro plano. Frente a él halló el cuerpo de Groji tirado en el suelo, inmóvil y con la cabeza sobre un desalentador charco de sangre. El mago se acercó tan deprisa como pudo y se agazapó junto a él, sin saber si debía moverlo para evaluar sus heridas.
– Groji ¿Qué te ha pasado? –preguntó Arthis observando al investigador, esperando que abriese los ojos en cualquier momento y le contestase; pero pasaba el tiempo y eso no ocurría. Tenía la piel fría y el rostro pálido como la nieve. El mago se quedó arrodillado observando el rostro de Groji, consciente de que no volvería a despertar.
Había una parte de él, la cual se esforzaba en reprimir, que no quería creer que aquella joven, por la que había mostrado desconfianza desde que la vio, hubiese cometido aquel acto tan ruin. Con un suspiro, inesperadamente doloroso, ocultó esa parte de él en una caja en lo más profundo de su ser y se rindió al rencor y la rabia, prometiéndose que acabaría con aquello que debería haber terminado en cuanto supo de la ladrona.
Fue entonces cuando observó que la mano de Groji sostenía un papel entre sus dedos con sorprendente firmeza. Aunque intentó sustraerlo al momento, la mano del investigador estaba tan rígida que casi parecía que se hubiese congelado. Arthis tuvo que esforzarse en abrirle los dedos para tomar aquel pequeño trozo de papel engurruñado. Con delicadeza alisó la hoja hasta que estuvo seguro de que podría leerlo con facilidad.
El trozo de papel parecía pertenecer a una hoja arrancada de algún libro. Pudo observar una imagen dibujada a carboncillo en la que se mostraba lo que parecían ser los muros de una ciudad, provista de enormes chimeneas de metal que expulsaban humo negro. Nunca había visto algo como aquello. Bajo la ilustración pudo leer "Visto por Calo Coriandro", por lo que supuso que había sido él quien había realizado aquella imagen y quién había escrito el texto que halló justo debajo:
"Los zens, más allá de su malograda reputación, son expertos en la herrería fuera de lo común y dedican su día a día a la preparación para el combate. Sus magos, por otro lado, están entrenados en la rama mágica del Control, más concretamente, en los hechizos que afectan a la mente. Según se dice, algunos de ellos pueden realizar dichos conjuros sin siquiera ver a su adversario y a una distancia sorprendente. Aunque es cierto que los zens renunciaron a los favores de la alianza, son avistados frecuentemente en las tierras enanas y elfas, saboteando los caminos y las minas, sin embargo, a muchos les sorprende que nunca se han hallado campamentos suyos en las cercanías. Su líder, el rey Talen, fue entrenado desde muy joven en el arte de la guerra por sus progenitores, de quienes también heredó su odio hacia la alianza de razas."
Eran, sin duda, las palabras de alguien que había investigado a los zens desde muy cerca. Arthis notó un pellizco en el estómago al imaginarse el peligro que había supuesto para esa persona lograr esos conocimientos. Más abajo, en una esquina de la gruesa hoja, observó que había unas letras escritas con una tinta distinta:
"Son ellos".
En mitad de la breve conmoción que resultó para Arthis el conocer las conclusiones a las que parecía haber llegado el fallecido investigador, le sorprendió escuchar unos pesados pasos que descendían los escalones hasta donde se encontraba él. Se giró al oírlos llegar al último peldaño y allí encontró al guerrero de armadura ardiente, su salvador. Empuñaba con una mano su espada de un solo filo, aquella con la que había mutilado y decapitado al zénir y con la que ahora le apuntaba.
– ¿Quién es? ¿Otra víctima de tus sucios engaños? –inquirió el guerrero, aparentemente afligido–. No creas que no te he reconocido. Esa forma de vestir, esa arrogancia... un mago que usa bolas de fuego y deja incendios a su paso –Arthis observó que la mirada afable del guerrero que le había salvado la vida se había transformado, como si tuviese ante él a una persona completamente diferente. El mago se levantó lentamente, reconociendo, para su desgracia, la mirada que ahora mostraba el guerrero, la misma que había visto en todos aquellos a los que se había enfrentado en su torre. Eran los ojos de alguien que buscaba a un culpable; y ese culpable siempre resultaba ser él.
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Luceros en la Oscuridad: El príncipe desterrado [Edición definitiva]
FantasyLa alianza entre las razas pacíficas está en declive, mientras que la sombra del regreso de un antiguo mal amenaza en secreto con destruirlos. Dórel, un elfo rúnico, parte de su ciudad oculta con una predicción que solo él conoce y que, sin saberlo...