La luna estaba en su punto más alto, oculta tras las oscuras nubes. La fría lluvia hacía que la huida fuese aún más agotadora de lo que ya lo era para el herido mago. A pesar de ello, le tranquilizaba pensar que quizás los lezun no atacarían mientras la lluvia estuviese presente, pues, según había leído en los documentos de Groji, eran criaturas que trataban de no cazar si su temperatura corría el riesgo de descender demasiado. Sin embargo, Arthis no estaba seguro de si esa teoría sería cierta o si simplemente se aferraba a la mínima posibilidad de no ser devorado mientras huía por aquel bosque en mitad de la noche.
De cuando en cuando se veía obligado a detenerse, utilizando los árboles como apoyo para recobrar el aliento, no obstante, procuraba que esto no le tomase mucho rato, temeroso de que la pareja de la que huía acabase alcanzándole.
– Seguro que me estarán siguiendo la pista –dijo Arthis para sí mientras se levantaba de una enorme raíz sobre la que había estado sentado. Miró a su alrededor y notó como la oscuridad del bosque parecía cernirse sobre él. Por suerte las copas frondosas de los árboles servían de protección contra la lluvia, pero, por desgracia, también impedían que la luz lunar alumbrase un ápice de su camino. No podía ver más allá de la longitud de su brazo y no tenía la certeza de no estar dando vueltas en círculos. Pensó en envolver su mano en fuego para servirle de antorcha durante el camino, pero temía acabar convirtiéndose en un blanco aún más fácil de encontrar, tanto para sus perseguidores como para los esquivos lezun.
El mago continuó caminando una vez más, debilitado por el dolor de la flecha alojada en su hombro derecho. Echaba de menos la tranquilidad de su morada y ¿por qué no? la compañía en su lecho de una buena mujer. Echaba de menos las aburridas noches en su torre y la monotonía que se había adueñado de su existencia durante siete años. Echaba de menos una fría jarra de hidromiel y una mullida cama en la que tumbarse. Echaba de menos tantas cosas que sabía que no tendría en ese momento que no pudo evitar sentirse un completo desgraciado.
– Maldito elfo y su maldita predicción –gruñó en silencio mientras se alejaba del que había sido su último lugar de reposo antes de continuar.
La estancia bajo el árbol sufrió una breve sacudida momentos después de la explosión. Mientras deambulaban por la habitación, creyendo que el mago había usado un conjuro de invisibilidad para escabullirse, a veces les sorprendía algún hilo de gravilla que caía del techo de piedra. Al cabo de poco tiempo, la elfa oscura no tardó en convencerse de que el mago al que habían intentado matar había escapado delante de sus narices. No había ni rastro de él, más allá de la calcinada despensa que había destrozado con una bola de fuego. Tras asumir que el mago ya no estaba allí, se distrajo rebuscando información entre los papeles que habían acabado tirados por la habitación después de que el guerrero arrollase durante el combate el lugar donde se hallaban. Mientras leía algún papel que le parecía interesante, a veces era sorprendida por algún golpe que propinaba el robusto guerrero a las paredes y muebles de la habitación, convencido de que Arthis aún estaba oculto bajo un hechizo de invisibilidad. Después de despedazar con su espada la única cama que había en aquel lugar, se giró de súbito hacia la elfa oscura y caminó hacia ella con impaciencia.
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Luceros en la Oscuridad: El príncipe desterrado [Edición definitiva]
FantasíaLa alianza entre las razas pacíficas está en declive, mientras que la sombra del regreso de un antiguo mal amenaza en secreto con destruirlos. Dórel, un elfo rúnico, parte de su ciudad oculta con una predicción que solo él conoce y que, sin saberlo...