Capitulo XXIII

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Antes de que lean, quiero decir que este capítulo va dedicado para una persona especial que me ha ayudado y apoyado mucho.

Para: Dani.

𝑋𝑋𝐼𝐼𝐼

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Posteriormente hace una semana de mi celebración de cumpleaños. Había organizado una salida con Chris, bueno, él también la organizó pero yo me di un poco de crédito porque propuse la idea de ir a un parque con rampas de patinaje, estas quedaban muy cerca de la playa, así que había una buena vista.

Quería saber andar en patineta como mamá, y como recordé que Chris sabía andar en una, sería bueno que me enseñará.

—Ten cuidado, no queremos que te rompas una pierna—pidió mi tía, entregándome la patineta.

—No lo haré, no te preocupes tía—le sonreí cálidamente.

—No creo que debería preocuparse, yo la cuidaré, no dejaré que le pasé nada—Chris aseguró.

—Eso me tranquiliza un poco. Pero de todas maneras, cuídense los dos.

Asentimos.

Al salir de casa, Chris entrelazó nuestras manos, en mi cuerpo lo recorrió una corriente y esas mariposas volvieron a estar en mi estómago.

—Entonces...¿me enseñaras andar en patineta?

Hizo una mueca—Lo haré pero tienes que saber que yo no sirvió para enseñar.

—Me ayudaste aprender a manejar y todavía dices que no sabes enseñar—reí.

—No te enseñé, solo te ilumine. No quería morir adentro de un auto.

Le di un golpe en el hombro, eso lo hizo reír.

—¡Oyee!—se quejó.

—No ibas a morir en ese auto.

—Gracias a Dios no lo hice—sonrió con diversión.

Lo fulminé con la mirada.

—Bien, bien—alzó los brazos aceptando rendición.

Sonreí un poco y negué con la cabeza.

Cuando llegamos había solo un par de personas y eso me agradó porque si me caía casi nadie lo vería y no pasaría vergüenza.

—¿Cómo aprendiste?—pregunté mirando su patineta que tenía un dibujo de una isla.

—¿A patinar?—asentí—No hay una gran historia pero cuando era pequeño mi padre me compró una patineta, y aunque no sabía con andar en ella, siempre practicaba y nunca me rendía. Hasta que un día lo logré y luego pude realizar algunos trucos. Pero resumido: solo practicaba hasta que me saliera. 

—Espero yo pueda lograrlo—miré mi patineta, que en ella tenía un dibujo de una ola.

Chris se acercó y me agarró del mentón para verlo.

—Estoy completamente seguro de que lo lograrás, porque nunca tienes que rendirte ante nada. Siempre cumple lo que te propongas y has tu mayor esfuerzo y al final verás que ha válido la pena.—me beso la frente.

—Entonces no me rendiré.

—No lo harás y yo me encargaré de ayudarte.

—Gracias.

—No me tienes que agradecer. Pero tienes que tener equilibrio para poder permanecer en ella.

—Arruinaste un poco el momento.

En la orilla del marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora