Capítulo XXVI

23 2 0
                                    


XXVI

🌊

Días después

Los últimos días antes de navidad fueron increíbles.

Mi tía y Ceci sigan decorando para navidad. La casa ya estaba llena de adornos y luces que cantaban villancicos navideños. Al momento de decorar a mi me asignaron la cocina, y lo que tuve que hacer fue ir al cuarto viejo, donde habitaban adornos de todo tipo y para cada lugar de la casa. 

No es por nada pero la cocina me había quedado muy bonita. Decoré con manteles navideños, servilletas navideñas y entre otras cosas navideñas que había en ese cuarto viejo.

Dejando a un lado las decoraciones de navidad, mi relación con Chris iba de maravilla restando el problema que tenía. Cada que estaba con él, cada caricia y cada momento eran mágicos.

También una novedad nueva era que... retomé mi amistad con André y todo empezó porque me encontro llorando abajo del muelle.

 —Mar, ¿Qué haces aquí?

Me limpie rápidamente las lagrimas que había derramado.

  —Nada, solo veía el atardecer—excusé.

—¿Bajo el muelle?—asentí.

Se sentó a lado de mi.

—¿Qué pasa?

Pasaban muchas cosas pero sentía que su hablaba iba a volver a llorar.

—Yo...—Sin más lo abrace y comencé de nuevo a llorar.

—Hey, no tienes por que decirme ahora ¿De acuerdo?—me acarió el cabello y yo asentí.

Después de estar un tiempo derramando lagrimas por fin podía hablar sin soltarme a llorar. 

—Yo me...No le menciones esto a nadie. por favor.

Asintió.

Desde ese día André me había escuchado como dolía todo lo que decía.

Y se podría decir que poco a poco hemos vuelto hacer amigos. Claro, primero charlamos un rato y aclaramos algunas cosas.

Otra cosa interesante, fue que la directora y el profesor nos revelaron algo muy interesante.

 🌊

Me encontraba caminando por la orilla del mar, mis zapatos estaban en mi mano derecha, mientras que la otra limpiaba aquellas lágrimas que derramaba.

Era uno de esos días donde me arrepentía de tomar aquella decisión. Y retractarme causaba pequeñas peleas entre mi podre y yo.

Lastimosamente no había una maquina del tiempo. Porque si la había, no dudaría en usarla.

Al llegar a casa estaba mi padre con un para de maletas vacías. Lo que yo hice fue subir un poco las escaleras y sentarme en el tercer escalón, mi padre no tardó en llegar frente a mi.

—No puedo irme—dije con mirada perdida.

—Ya hablamos de esto, Mar. Ya tomaste la decisión.

La cual me arrepentía.

—Si, pero...no quiero dejarlo.

—Conocerás a más perdonas, hija.

 —Pero ninguna como él—aseguré tratando de no llorar.

—Mar...—sus ojos estaban clavados en mi tratando de que entendiera.

—Es que no entiendes ¿Jamás te has alejado de personas importantes?—pregunté.

En la orilla del marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora