La vida de ricos

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La mirada de Aoi se enfocó en la foto en sus manos. Era de su supuesto padre, y aunque Aoi no quería creerlo, no podía evadir que era la viva imagen de él aunque en miniatura. 

( - ¿Cómo que soy tu nieto? ¿Estás senil, vieja? Que me parezca a ti no signifique que tenga ningún parentesco contigo. 

- Oh pero cariño, no necesito ninguna pruebas para ello - sonrió Mikoto -. ¡Aunque todavía lo he mandado a hacer! 

- ¿El qué? - Aoi tenía miedo a preguntar.

- La prueba de paternidad, por supuesto. Pero no te preocupes - y ahí, la abuela desquiciada le pasó una foto a Aoi -. ¡Ese es tu padre! Ahora mismo no está en Japón, pero lo llamaré nada más salga la prueba. Ese maldito hijo mío, seguro que ahora no tendrá ninguna excusa para no visitar.)

Y ahí estaba todavía él, días después de ser encontrado por su abuela, porque, efectivamente, la prueba de paternidad había salido positivo. Se le había encasillado una familia desconocida de una abuela loca y un padre desaparecido. 

Cuando entró en este mundo de anime creyó que se le había dado un cuerpo creado de la nada, pero fue totalmente engañado. Este cuerpo tenía historia de transfondo como el de un personaje principal, y no uno cualquiera. No podía evitar notar a los hombres vestidos formalmente que caminaban por la mansión como si estuvieran vigilándola. Las pistolas que llevaban ni siquiera se escondían bien, y Aoi casi le da un infarto al notar a dos de esos guardias apostados a los costados de su habitación. 

Durante los días que había estado viviendo en esta mansión de lujo, había experimentado la vida de los ricos. Se levantaba de su cama gigantesca con sábanas de sedas y almohadas que parecían nubes sólidas y desayunaba con su abuela, Mikoto, en uno de los tantos balcones de su nuevo hogar. Tomaba el té con ella (más bien ella tomaba el té y él se comía sus tortitas con sirope de chocolate y fresas) y charlaba con su nueva abuela. Almorzaba y cenaba comidas sacadas de un restaurante de 5 estrellas, aunque las porciones no eran tan pequeñas. 

Ahora su nuevo nombre era Yamamoto Aoi, su padre se llamaba Yamamoto Shouta y su abuela, Yamamoto Mikoto. No tenía ningún otro pariente y cuando se lo cuestionó a la mayor la cara de tristeza que puso lo disuadió de seguir con esa línea de preguntas. Por la tarde jugaba en su nueva consola de juegos que había conseguido el mismo día que llegó a la mansión. Su abuela lo siguió mimando todos los días, trayéndoles regalos como si fueran caramelos. Una guitarra, cuando supo que le interesaba la música; ropa de marca, porque no tenía ropa y "mi nieto no va a vestir como un cualquiera"; y un telófono plegable Nokia que parecía de moda en el 2002 pero no en el 2021, "por si te pierdes, cariño, aquí tienes mi número y el número de mi mejor guardaespalda, y el número de mi otro guarda..." 

Su padre todavía no había llegado de su viaje de negocios prolongados.

( - Ese hijo de mierda no me ha visitado en años. ¡Lleva desaparecido desde el 1999! Solo tengo noticias de él de mis otros contactos en la mafia. ¡Cuando llegue mi hijo... 

Aoi se desconectó de la charla. ¿Se volvió el heredero de la yakuza? Seguramente sí, porque así era su mundo ahora. Moría, renacía en un cuerpo diminuto, se encontraba en un anime de delincuentes y, casualmente, ese cuerpo era el hijo de un líder yakuza, muy famoso por lo que parecía. 

- Oba-chan, tranquílizate. Estoy aquí contigo ahora, ¿no? - Aoi cortó la perorata de la mujer con una sonrisa brillante. 

- Sí, ahora estás conmigo - su abuela le pellizcó fuertemente los mofletes con cariño, aunque la sonrisa de picardía en su cara explicaba perfectamente que notaba lo que estaba haciendo. 

Aoi puso los ojos en blanco e hizo un puchero. 

- Oba-chan, ¡para!) 

Nunca había tenido una familia cariñosa, en su vida anterior como Anne ( y como se sentía decir vida anterior, porque no iba a volver nunca. Pobre hermana suya, teniendo que soportar a esos dos chupasangre) y se encontraba encariñándose más y más con esta abuela yakuza. 

Hoy fue diferente, al parecer su padre había aparecido en el aeropuerto (aunque no había avisado a su abuela, todavía se había enterado de alguna forma) e iba a conocerlo dentro de nada. 

Estaba en el salón, tirado en el sofá de alta gama, mientras comía los dorayakis hechos por los chefs de cocina que contrataba su abuela. Vestido en pijamas de seda porque le daba pereza ponerse otra ropa, esperaba pacientemente la llegada del padre de su nuevo cuerpo. Al otro lado del salón lujoso se encontraba su abuela recostada en un sillón, como la había conocido inicialmente. Ya era otoño así que la chimenea de marmol blanco cercana a los dos estaba chispeando por el fuego. 

- ¿Seguro que va a venir, oba-chan? - comentó aburrido Aoi, con la boca medio llena del delicioso dorayaki. Ahora sabía el por qué la obsesión de Mikey por ellas. 

- No hables con la boca llena, cariño - habló desaprobadamente su abuela, sin levantar la vista de su revista de moda (una abuela yakuza fashionista) - Y claro que va a venir, porque si no lo buscaré y entonces le partiré las piernas y lo arrastraré para que te conozca. 

La sonrisa despreocupada que le dio a Aoi no coincidía con lo que decía. Su abuela era aterradora. Aoi se negó a recordar que a veces rompía los huesos de algunos delincuentes que lo cabreaban. 

Los sonidos de charla y pasos alertó a ambos de la llegada de alguien antes de que se abrieran las puertas de madera de sakura. 

- ¡Oka-san, ya volví! ¡Por favor, no me partas las piernas!

- ¡Al fin llegaste, jodido retrasado! 

La respuesta de su abuela fue tan rápida que Aoi no pudo registrar el comentario por segundos. Se levantó del sofá, en el que tan cómodamente había estado comiendo, para ver al hombre que era un Aoi mayor, con el pelo recogido en una cola alta. 

(Aunque los meses que había estado en las calles había incapacitado a Aoi ir a la peluquería, le tuvieron que rapar parte de la cabeza cuando lo trató el médico de su abuela y de paso, su abuela hizo que le recortaran el pelo dejándolo con un pelado parecido al que tenía Mikey en el futuro)

No pensó mucho en la dinámica familiar, porque a Aoi lo trataban muy bien y no le preocupaba mucho su padre, que no visitaba a su abuela. Después de unos minutos desconectado de la conversación, notó la mirada concentrada que le estaba enviando Shouta, su padre. 

- Así que este es mi hijo, ¿no? - Shouta sonrió demasiado para la inquietud de Aoi. 

Aoi se preocupó por su futuro. 

¿Quién sabe...? [Tokio Vengadores x Oc]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora