7. Dopamina

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Liam.

Naín era la persona más contradictoria del mundo, pero no pude evitar la sonrisa que surgió después de ese último mensaje.

La amargada era atrevida, si.

Le gustaba provocarme y después disfrazaba sus provocaciones con indiferencia. Aunque eso era algo que hacía yo, ella no podía usar mis tácticas contra mi, pero lo hacía, y vaya que me gustaba.

Dejé el celular a un lado, cambié la canción que estaba sonando en el equipo de sonido, y fui a ducharme sin mucho afán. Tenía tiempo.

Salí con la toalla rodeando mi cintura y el cabello goteando. Lo sequé un poco y encendí un cigarrillo antes de revisar mi celular.

Estaba relajado por la nicotina y la música de The Weekend me enviaba a otra dimensi...

—Deberías colocar el pestillo si vas a estar en paños menores —mamá entró de brazos cruzados.

Me acerqué al cenicero y apagué el cigarrillo en cuanto la vi entrar. Ella odiaba el olor y no me gustaba fumar cuando estaba cerca.

—Solo tú entras sin tocar —me acerqué a ella y dejé un beso en su coronilla.

—Pues porque soy tu madre.

La observé, divertido.

—¿Y solo por eso entras sin tocar? —la molesté intencionalmente—. Un día vas a conseguirme como me trajiste al mundo.

—Uy, pues cuidado —rodó los ojos, burlona—. ¿Quién crees que te cambió los pañales? ¿Tu padre?

—Perdóname la vida —le lancé un beso que me respondió con un empujón con más fuerza de la esperada. La miré, incrédulo—. ¿Por qué la agresividad?

—Porque quiero y puedo —respondió, tranquila.

Levanté las manos a modo de rendición. Mi sonrisa siguió intacta.

—¿Qué tal las cosas? —indagó luego de sentarse en mi cama con las manos sobre su regazo.

—Todo en orden —aventé el celular a la cama y me dispuse a peinar mi cabello—. ¿Cómo van ustedes?

—Bueno... tengo más trabajo aquí y honestamente me estreso un poco, pero siento que estamos mejor.

—Lo estamos —aseguré.

Le dí la espalda para buscar mi desodorante y para enfocarme en algo que no fuera ella.

Hace meses que no veía a mi madre con tanta tranquilidad encima, y es que eso era totalmente cierto, estábamos mucho mejor en Suiza.

¿Cómo estaría mi familia de habernos quedado en Florida?

¿Cómo estaría yo?

¿Cómo estarían las cosas?

No quería ni pensar en eso, pero era casi imposible sacar todas esas preguntas de mi mente.

Pero no quería obtener esas respuestas, porque las respuestas tal vez eran mil veces peores, y no necesitaba más problemas.

"Hay cosas que es mejor mantener bajo tierra" recordé y suprimí la pequeña sonrisa que estaba a punto de formarse.

El sonido de mi celular me obligó a centrarme de nuevo.

Me giré aún con el desodorante en la mano y me encontré a mi madre observando la llamada entrante con curiosidad.

—¿Ashley? —me observó, curiosa—. ¿Quién es?

DEMENS © (En proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora