2. El Instituto

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Naín.

6:00 AM

Desperté de golpe por el sonido de la alarma y no había descansado nada por estar pensando en cosas estúpidas. Me removí en la cama por varios minutos hasta que pude levantarme.

Entré al baño, me di una ducha y luego de quedarme mirando a la nada envuelta en mi toalla de baño por unos diez minutos, reaccioné y guardé las cosas necesarias para mi primer día de clases.

El Instituto Lemont era el mejor centro de estudios de Genève, a diferencia de otros, Lemont tenía seis meses extra de preparación antes de entrar a la universidad. Esos meses eran decisivos. Un buen promedio era fundamental para poder elegir una carrera adecuada y yo estaba iniciando esos últimos seis meses.

—¿Puedo pasar? —preguntó mamá luego de dar unos toques a la puerta—. Traigo tu uniforme.

Algo quería, porque ella nunca me llevaba el uniforme, de eso se encargaban los demás.

—Déjalo allí y cierra la puerta cuando salgas —respondí mientras terminaba de maquillarme.

Estaba enojada porque ni siquiera se atrevió a enfrentar a papá, ella simplemente calló y se mantuvo de su lado, como siempre.

—Hija... —cerró la puerta detrás de ella y dejó el uniforme sobre la cama—. No soy tu enemiga, sé que he cometido errores, pero soy tu madre y quiero estar presente en tu vida.

Sentí una presión en el pecho, pero la ignoré.

—Quieres ser madre por unos días y luego dejarme de lado otra vez —bajé el labial y la observé por unos segundos—. No gracias, mamá.

—Te equivocas —su voz apenas se escuchaba—. Hija, nunca te he dejado de lado, sigo aquí y quiero apoyarte, pero no puedo hacerlo si sigues apartándote de mi.

Intentó tomar mi rostro, pero me moví, incómoda. No quería mirarla. Tomé mi uniforme y me vestí rápidamente mientras mi madre seguía escaneando mi habitación en busca de quién sabe qué.

—Solo quiero a mi pequeña de vuelta, y estoy segura de que tu padre también —de reojo ví como tomaba la caja que estaba sobre mi mesa de noche—. Recuerdo que antes tenías un dulce en la mano y ahora... siempre te veo con un cigarrillo. Esta no eres tú.

—Lo que ves es lo único que queda de mí —tomé mis cosas queriendo irme lo más rápido posible—. Creo que llegaste un poco tarde, mamá.

—¿Qué puedo hacer para que me dejes acercarme a ti? Lo que sea, yo...

—Nada, solo déjame tranquila —solté, alterada—. Y ya tengo que irme, no suelo llegar tarde a ningún lado, no como otras.

Me acerqué a la puerta y justo antes de salir de mi habitación le dije:

—Esa niña de la que hablas se fue hace mucho tiempo, mamá —mi mano se cerró con fuerza sobre la cerradura mientras hablaba—. Así que no te aferres a la idea de que volverá, porque ya no existe.

La presión en mi pecho no se iba y solo salí de la casa en busca de tranquilidad. Suspiré con fuerza antes de subir a mi auto y largarme.

Llegué al instituto, aparqué el auto y me quedé adentro mirando a todos lados. Estaba aturdida y solo volví a la realidad cuando me entró una llamada de Venus.

—¿Si? —contesté.

—¡¿Dónde estás?! —gritó del otro lado—. Tengo horas esperándote dentro de mi auto, me dijeron que hay mucha gente nueva y no estoy de humor para entrar sola.

DEMENS © (En proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora