Ragnarsđóttir | VIKINGS

II - XIV. El plan

LAS ESPADAS VOLVIERON A BESARSE, EMITIENDO UN SISEO METÁLICO por el roce del acero. Dahlia golpeó el escudo de Thorunn con el suyo, haciendo a la segunda retroceder instantáneamente. La antigua esclava aún no disponía de mucha resistencia, pero lo que le faltaba en fuerza, lo compensaba en valor.

—No retrocedas —habló la Ragnarsđóttir—. Debes mantenerte firme, afianzar los pies en la tierra. Otra vez.

Thorunn inició el ataque de nuevo, lanzando una estocada que su compañera detuvo casi automáticamente, y entonces las espadas volvieron a chocar, una y otra vez. La hija de Ragnar intentó ganar terreno a su oponente, pero esa vez, esta se resistió hasta hacerla retroceder a ella valiéndose del escudo. La escudera reprimió una sonrisa mientras frenaba los ataques que le llovían y devolvía algunos otros; si su contrincante seguía aprendiendo así de rápido, realmente podría llegar a ser una hábil guerrera.

En un momento dado, Dahlia fintó y llevó su arma al cuello de Thorunn, dejando el filo a escasos centímetros de su piel, por encima de su escudo.

—Levanta el escudo —le corrigió, retirando la espada—. Debes mantenerlo en alto en todo momento, y agarrarlo con fuerza. Puede llegar a serte más útil que la espada.

Thorunn asintió, siguiendo los consejos de su compañera:

—¿Y si pierdo el escudo y la espada? —cuestionó mientras volvía a adoptar una pose defensiva—. ¿Y el hacha? Si peleo hasta quedarme sin armas, ¿entonces qué?

—Entonces —la escudera imitó su gesto— te tocará luchar cuerpo a cuerpo hasta morir o ganar.

—A eso me refiero. Llevamos toda la mañana entrenando con las armas y aún no me has enseñado nada del combate cuerpo a cuerpo.

—Lo haremos —le sonrió con picardía ante el reproche—, en su momento.

—¿Cuándo?

—Cuando consigas vencerme y desarmarme. Es decir, puede que mañana. O, si tienes suerte, quizá cuando anochezca hoy.

Thorunn fingió carcajear ante la burla, sarcástica, pero las miradas de diversión que se dedicaron la una a la otra fueron sinceras. A la Ragnarsđóttir le gustaba provocar a su acompañante, y esta no negaría que le agradaba aquello. Porque, además, era el mejor incentivo para abalanzarse de nuevo sobre Dahlia con la energía suficiente como para derrotarla al fin.

Y así fue, esta vez atacó con una fuerza que la escudera no vio venir, haciendo que brotaran chispas de la fricción entre sus espadas debido a la presión que ambas ejercían. Thorunn supo que aquel era el momento perfecto para propinar un golpe con el escudo que envió el arma de Dahlia lejos de su alcance; pero, en cuestión de segundos, la escudera le devolvió el truco, dejando a ambas únicamente con sus escudos.

Las dos se enfrascaron en una pelea a base de golpear sus escudos, haciendo lo posible por que una lo perdiera antes que la otra. La madera chocó contra la madera, una, dos, tres y cuatro veces. Ambas retrocedían y avanzaban, en esos momentos estaban muy igualadas.