II - V. Jolgorios y traiciones

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NO HABÍA MANERA DE QUE LOGRASE CONCILIAR EL SUEÑO

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NO HABÍA MANERA DE QUE LOGRASE CONCILIAR EL SUEÑO. Daba vuelta tras vuelta sobre el lecho, pero no conseguía despejar su mente de aquellos horribles pensamientos, ni mucho menos hacer desaparecer la incómoda pesadez en su cuello y hombros.

Dahlia había estado tensa desde el primer momento en que volvió a poner un pie en Hedeby. Por más que intentaba relajar todos y cada uno de sus músculos y suspirar profundamente para tener algo de paz, tanto física como mental, el miedo que le roía por dentro desde lo más recóndito de su mente hacía que volviera a ponerse en estado de alerta antes de tener siquiera un segundo de calma.

Y es que Sigvard era el causante de ese miedo incontrolable.

Lagertha, su hija y sus guerreros arribaron a Hedeby esa misma tarde. Y pese a que al principio el ambiente se encontraba relativamente calmado, tanto Dahlia como su progenitora sabían que tarde o temprano se tornaría asfixiante, como lo era de costumbre; sabían que el conde estaba ocultando algo. Reservándoselo. Aguardando el momento perfecto para torcer las cosas por completo una vez más.

Ese algo acabó saliendo a la luz más tarde, durante el nattveror, de la boca del propio Sigvard. Si bien sus palabras respecto al regreso de Lagertha y su hijastra comenzaron siendo halagadoras, no tardó en revelar que el hecho de que su esposa hubiese dejado a su hijastro permanecer en Kattegat junto a su verdadero padre le parecía un insulto hacia su persona.

Con ello comenzó por fin la acalorada discusión que tanto Dahlia como su progenitora estuvieron viendo venir desde su llegada. Lagertha supo mantener la calma frente a las acusaciones e interpelaciones de su marido, con el mentón erguido en una postura de resistencia e impasibilidad, pero el conde alzaba más su tono de voz a cada una de las venesosas palabras que pronunciaba, y a duras penas consiguió mantener su autocontrol para no golpear a su mujer allí mismo, delante de todos los presentes.

El ambiente terminó de tornarse todo lo cortante que podía ser cuando Sigvard acusó a Lagertha de seguir enamorada de Ragnar Lothbrok.

Lagertha no se molestó en decir nada al respecto. La verdad era más que evidente. Los pocos presentes que seguían presenciando la discusión se sintieron tan incómodos que se marcharon del salón, dejando solas a las escuderas junto al conde y sus hombres, quienes no abandonaron también la estancia hasta que su señor no se hubo marchado, dando por concluida la disputa.

Las últimas palabras que pronunció Sigvard antes de desaparecer del lugar fueron una clara advertencia hacia su mujer: "esta noche dormirás sola". Tras aquello, se excusó diciendo que él tenía otros planes. Lagertha no necesitaba saber más para comprender que esa noche iba a tener que permanecer despierta, y con todos sus sentidos en alerta.

Y pese a que Dahlia no había comprendido el verdadero significado de las palabras del conde, a diferencia de su progenitora, ella tampoco lograba relajarse y descansar. Tenía el alarmante presentimiento de que algo iba a ocurrir. No sabía cuándo, ni el qué, ni dónde. Pero ese algo le impedía dormir por una buena razón.

Ragnarsđóttir | VIKINGSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora