Retazos de una vida.

Sexto capítulo.

Sexto capítulo.

-Tranquila amor, tranquila... -meció a Lira aunque sabía que no servía de mucho y él tampoco podía estar tranquilo- vamos amor...
La apretó más contra su pecho mientras la pequeña se revolvía entre sus brazos y no dejaba que le colocaran la mascarilla que le brindaría mas oxígeno a sus pequeños pulmones. Quería llorar con ella, gritar, chillar como un bebé. La vio cada vez mas roja producto de la fuerza que realizaba al intentar librarse de las manos de la enfermera.
-Cielo...por favor Lira... -sostuvo sus brazos con temor de hacerle daño- solo un poquito.
Verla enferma era parte de una pesadilla, sabía que pronto pasaría y no sería mas que otro mal recuerdo que se sumaría a la lista. Hace dos días, al regresar de su turno en la fábrica, la había encontrado con febre, ese había sido el primer síntoma de un estado gripal que terminó convirtiéndose en una neumonía y su pediatra ordenó una internación, así que ahora estaban luchando para colocarle oxígeno sin lograrlo.
Cuatro horas mas tarde la observaba dormir y parecía ajena a los berrinches y el momento de angustia anterior, su respiración había mejorado y la fiebre había remitido lo suficiente para que su piel se sintiera mas fresca y de un color saludable. Se acomodó a su lado y acarició su pequeña frente pasando por su nariz y recorriendo sus mejillas. Volvió a maravillarse de lo parecida que era a Pete, sin duda la piel y sus rasgos eran similares, dulces y armónicos. Se alejó unos segundos para enviar un mensaje a Plan y a su madre para tranquilizarlos   y dejarles saber lo que el médico habia indicado. La presencia de los dos en su vida era impagable, les debía el poder hacerse cargo de su pequeña en el momento que el debía trabajar y de cuidar a Chicho como si fuera de ellos. Acordó con su hermano que esta vez retrasarían el viaje que hacían cada aniversario, estaba seguro que Pete entendería que no llegara a tiempo para honrar su memoria. Dejó el celular y volvió junto a la cama para velar el sueño de su pequeña, depositó un beso en uno de sus puños antes de colocarse de costado en la misma cama y cantarle la canción de cuna que le había enseñado el omega.
-Siempre estás aquí -susurró antes de volver a entonar la dulce melodía.
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Se despertó con un dolor en lo bajo de su vientre, llevó las manos a la zona y las dejó ahí mientras se mecía en la cama tratando de llevar su mente a blanco y no alertar a su padre de que ya estaba despierto. Sintió las lágrimas bajar por sus mejillas mientras enterraba la cabeza en la almohada y perdió la noción del tiempo que se encontró del mismo modo hasta que el sonido de la puerta al abrirse le dijo que el alfa ya estaba alerta.
-Creo que son las pastillas -refirió cuando no pudo evitar que el otro lo notara- me están haciendo mal...
-No puedes saberlo -respondió aunque supuso que podía ser posible- tal vez deberíamos optar por seguir solo con las inyecciones.
-No las necesito -dijo retorciéndose intentando llevar alivio- pero tengo que ir al médico, algo no está bien.
-Lo traeré aquí -fue contundente y supo que había perdido.
Cerró los ojos una vez más tratando de calmar la pulsión que lo aquejaba y desde muy dentro, del espacio que sentía vacío en su pecho, la letra de una canción de cuna se fue formando hasta salir a través de sus labios en una voz que se fue apagando hasta quedar dormido.

Se despertó y no podía pensar con claridad, los pensamientos eran confusos y en la nebulosa que parecía cubrir todo pudo percibir palabras que las sentía lejanas pero aún así quedaron grabadas en algún punto de su inconsciente y llegaron a reconfortarlo.
El sudor cubría la piel y la ponía pegajosa, tan viscosa como la de un bicho, apartó las sábanas, con dificultad balanceó las piernas fuera de la cama y el intento de caminar al baño terminó con él de rodillas y los brazos sosteniendo su cuerpo debilitado. Respiró hondo y conjuró una fortaleza que iba menguando segundo a segundo hasta que la cara terminó contra el frío del suelo.
-Saint! -la voz interrumpió su intento de reptar los metros hasta la puerta- hijo ¿Estás loco?
Quiso discutir pero la boca parecía llena de algodones y la lengua más grande y pesada de lo normal. Y esto no estaba bien, esto no era real. La sensación de encierro era mayor a la de otras veces, la de estar atrapado, la de ser un impostor en su propio cuerpo. Intentó buscar lógica a lo que sentía pero su mente se iba deshilachando perdiendo la oportunidad de encontrar que era lo que todavía estaba oculto en los bordes pero cada vez crecía más dentro de sí.
No lucho, se dejó levantar y muy pronto un enfermero que no recordaba haber visto antes estaba junto a su padre y aún en su estado de confusión pudo reconocer la lástima en los ojos del joven.
-Tienes que descansar -habló Marko mientras lo metía nuevamente en la cama- el doctor indicó algo para el dolor y contraté un enfermero para ayudarte.
Sabía que no era así, la sensación de estar sedado era similar a la que sintió luego de estar en coma, pero prefirió fingir ignorancia y asentir ante la obvia mentira.
-¿Que ddii día esss? -alcanzó a balbucear aferrando el brazo del mayor antes de que se alejara- ¿qu...ddddia essshoy?
-Saint -lo miró como si fuera una molestia- no empieces.
-¿Queee dddiiia? -trató de formar una vez más y la cara de hastío que reflejó le dio la respuesta.
-¿Porqué siempre tienes que ir en contra? -preguntó alejándose y dejándolo al lado del joven que seguía con los ojos bajos.
La tibieza de las lágrimas fue surcando la piel marcada por las cicatrices y antes de cerrar los ojos un recuerdo iluminó la oscuridad como el rayo que corta la noche, se aferró a ese último pensamiento antes de volver a dormir.
"¿Porqué siempre tienes que ir en contra Pete?"

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Hola! Aquí un poquito mas para ustedes! Espero les parezca knteresante la historia y les vaya gustando, y ya que están por aquí, una estrellita sería bienvenida. Les mando un beso inmenso. Cuidense mucho.