1. El regreso

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—¿Necesitas más pastillas? —pergunta mi padre alarmado.

—Aún me queda lo suficiente para este mes, ya no las tomo a diario.

Se acercó a acomodarme un mechón de cabello que caía por mi rostro y dejo un inesperado beso en mi frente ,a pesar de haberme rehusado al inicio, la decisión del cambio que estábamos por realizar en nuestras vidas no había afectado en nuestra relación padre-hija. Estaba realmente feliz por ello, él era toda la familia que tenía en el mundo, o al menos toda la familia que me quería.

—Marcous se emocionó cuando le conté que estábamos de regreso, aunque solo son unos meses—seguía comprobando no olvidarme de nada, los libros, el iPad, lapiceros y el móvil.

—Lourdes me debe odiar por este cambio repentino, lo siento cariño—añadió con un tono de voz culpable. Lourdes, mi psicóloga casi se cae de culo al enterarse que me iba de la ciudad, pero aún así se comprometió a llevar una terapia online conmigo. De hecho, ayer fue la primera de muchas y aunque no es lo mismo que pasarme tardes llorando en su sillón en forma de nuez mientras ella me consolaba y me ayudaba a consolidar un poco más fácil mi vida , el zoom había salido mejor de lo que ambas esperábamos y me ayudó a estar un poco más relajada para afrontar hoy lo que sea que se ponga en frente.

Negué y me coloqué el bolso sobre el hombro, había llegado la hora.

Sostenía el bolso lleno de los nuevos libros de mi último semestre en la escuela, mientras buscaba el salón 470 de la clase de business. Rogaba para mis adentros en no coincidir ninguna clase con el niño de las cartas. Estaba segura que él no me recordaría, había cambiado mucho físicamente. A los 16 me teñí el cabello de un tono castaño medio y debo admitir, aunque me cueste, pues me encanta como quedaba en mi, así que decidí conservarlo hasta ahora. Había adelgazado después de muchos años de esfuerzo para tener mi peso ideal. Me había preparado demasiado emocionalmente para  este momento, volver no era fácil. La escuela se había transformado en un lugar en el cual contaba las horas para volver a casa, y no por las personas de repente, la mente me traicionaba tantas veces que podría pasarme horas creyéndome insuficiente para estar rodeada de todo aquel con un promedio excelente, haciéndome sentir mediocre e incapaz de superarlos
Mientras recorría los pasillos aún un poco desorientada, a lo lejos reconocí  a Khai, quien solía ser mi mejor amiga de primaria, lucia dl ideal rostro angelical de una neoyorquina, los años no habían hecho nada mas que demostrar lo guapa que es, acompañada de un grupo de 4 apuestos chicos. Fue inevitable no recordar a mis amigos de San Francisco, éramos los más unidos pero me tuve que alejar de ellos ya que a papá le ofrecieron ser el nuevo gerente de la sede de New York hasta que se estabilice y podamos regresar a nuestro hogar, era una oportunidad inigualable para él y no podía quedarme sola en otra ciudad, mi madre seguía en Europa y había dejado claro que no podía hacerse cargo de mi.
Recuerdo vagos venían a mi mente, cuando tuve que irme de esta ciudad, le prometí a Aleksander regresar pero probablemente ya lo ha olvidado, éramos dos niños de casi diez años. Ilusionados de nuestro primer amor, aunque a decir verdad, nunca lo deje de sentir. Nuestra despedida fue nostálgica , éramos unos de esos más mejores amigos y novios de manos sudadas que tuvieron que dejar de verse a diario para verse por videollamada. Las cuales dejaron de ser diarias y se fueron convirtiendo semanales, a los seis meses de mi mudanza habíamos perdido comunicación. Mi madre no me permitía usar mucho tiempo la computadora y mucho menos el móvil para hablar con Aleks, con un motivo desconocido para mi.

—Vaya vaya, tenemos a una nueva por aquí — escuché una voz masculina a mis espaldas. Giré a ver de quien se trataba.

—No exactamente.- respondí. El chico era veinte centímetros más alto que yo, con tatuajes y el pelo oscuro, su sola presencia me daba una buena impresión, por un momento me había puesto nerviosa al escuchar su voz, tenía un tono dramático en ella.

Cartas para AryaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora