11. Mereces a alguien que te quiera despeinada

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Aleksander

La vida es un misterio,

Un día creía tener lo necesario para sentirme completo, y al siguiente me sentía bajo la sombra de una nube, de esas como las de mi ciudad. Esperaba que alguien me diga que es una pesadilla y nada de esto es real. Pero lo era, era tan real que carbonizaba mi alma. Algo que con el paso del tiempo debía dominar, pero lo estaba haciendo conmigo en este momento. Dejar de sentirme culpable por no haber estado presente, ¿pero que iba a saber? Como mierda podría suponer que mi hermano menor estaba a punto de cometer algo que acabaría con su vida y lentamente con la mía.

— Dicen que nada duele para siempre, pero sé que lo harás, solo me queda acostumbrarme a lidiar con el dolor—dije al estar a solas frente a la tumba de mi hermano. Ya todos se habían ido, personas que no conocía pero hicieron acto de presencia. La prensa y mi madre también, aunque a ella tuvieron que llevarla a casa de mis abuelos, se había descompensado. Había golpeado a un periodista sin darme cuenta de lo inconscientes que ambos estábamos siendo. Él, por preguntar como nos sentíamos a tan solo horas de haber perdido a mi único hermano, y yo por haberme emborrachado mientras íbamos de camino al lugar donde descansaría para siempre.

Joder, como dolía. Me había preparado para todo, excepto para esto.

Con la camisa negra manchada de vómito y los pantalones también, decidí entrar a casa después de haber estado lo que restaba del día en un bar. El silencio era invasor y caí en cuenta de que nada sería igual. Escondí la cabeza debajo de un cojín para pegar un grito, aunque no había nadie más que yo. Caminé hacia el bar dispuesto a seguir tratando de nublar mi dolor.

Un trago. Luego otro, y solo dolor. No existía más que esa pizca de esperanza al pensar en Arya. En la única persona que me motivaba a seguir, evitando romperme.

Con una copa de whisky en mano subí al segundo piso, oscilando y derramando un poco del liquido sobre el tapete. La puerta del cuarto de Devin estaba entre abierta, entre lentamente y lo que vi fue la escena de un calvario, las sábanas estaban limpias y tendidas casi perfectamente, ya que tenían un jalón hacía abajo, un frasco blanco de fármacos en el piso y el resto de la habitación como de costumbre.

Tragué saliva, sintiendo rabia por no haber estado con él, porque a pesar de ser un introvertido, él confiaba en mi. Me contaba de las veces que se metía en problema en la escuela y lo hábil que era para deshacerse de ellos. Pero dejó de ser así cuando hace un par de meses, descubrió en el móvil de mi padre mensajes de mujeres, entre ellas Lucía, la secretaría de mi padre y amiga de mi madre. Su alteración fue tan grande que vino desesperado a mostrarme el móvil, mi maldita reacción fue decirle que era algo lo cual ya esperaba, no le di importancia y él me miró como nunca antes lo había hecho, con frustración.

— ¡Aleksander!— golpeó mi puerta y la abrió de inmediato sin recibir respuesta.

—¿Qué pasa, enano?

Tenía un móvil que le cabía en toda la mano, sin duda, no era de él.

— Le llegó a papá un mensaje de Lucía, le está enviando fotos de ella. Por una aplicación que no la comparte con nosotros— dijo— Le está enviando fotos en bragas.

— ¿Lucía?

— Sí, esa que es amiga de mamá y nos recogía de la primaria.

—¿Pero tu cómo sabes que es ella?

— Se le ve la cara, perfectamente— me aventó el móvil y pude atraparlo. Era claro que era la Lucía que conocíamos, revisé otras conversaciones y Lucía no era la única con la que mi padre engañaba a mi madre. Cabrón de mierda. Que puto asco.

Cartas para AryaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora