En efecto, fue una mala idea.
Nos caímos mas de diez veces y ni que decir de las quejas de Aleksander, odiaba patinar delante de los grupos de amigos y familiares que concurrían al skate más grande de la ciudad.
—Nunca había hecho esto en mi vida.
—Vives en la ciudad más turística posible,¿cómo qué no?—reí al verlo intentando no caer. El patinaje sobre hielo era más arduo de lo que creía. Niños de alrededor de cinco años pasaban por nuestro lado burlándose de nosotros por no poder mantener el equilibrio.
—Hay mejores cosas, por ejemplo, ir a un bar.
—Nah.
—La próxima cita yo elijo el lugar—traté de ignorar sus quejas.
—¿Próxima? ¿cita?—entreabrí los labios por las palabras que acababan de salir de esos gruesos labios color fresa—Estás siendo muy pesado Aleks, los amigos no tienen citas—rodé los ojos.
—Repite lo que has dicho, rubia.
Iba a responder pero recibí una llamada de mi padre, necesitaba que vaya a casa para recibir al encargado de amoblar el piso. Este era pequeño pero a ambos nos gustaba la idea de convivir en un ambiente decorado conforme a nuestro estilo de vida.
—Debo ir a casa— guardé el móvil en mi bolsillo para recibir la orden de comida —el diseñador está en camino y papá está en una reunión—hice puchero.
—Voy contigo—afirmó.
—No es necesario—bufé—solo revisará las instalaciones y dará sugerencias.
—Arya, no estarás sola con un desconocido— dijo obvio. Buen punto.
Durante el corto trayecto a casa conversábamos de cualquier tema que se nos ponía en bandeja, era muy cómodo estar con él, irreal la conexión que aun existía entre nosotros y casi únicos los momentos en los que podría ser yo misma con personas que no sean papá o mi mejor amiga, Sadie.
—Es pequeño pero tiene detalles para hacer sentir la esencia que buscas— dijo Dylan, el diseñador mientras recurría a la revista de diseños para el tapiz del salón—¿Por cuánto tiempo planean estar en la ciudad?.
—Casi un año— dije distraída, los diseños eran muy adecuados a lo que buscaba. Minimalista y los precios accesibles, a comparación de un diseñador de piso neoyorquino, los gastos eran menor a mil dólares.
—Perfecto.—anunció.—te puedes quedar con la revista y me avisas por cual te animas— extendió la mano.
Al marcharse decidí calentar la cena para Aleksander y para mí.
Voltee a verlo y su manera de mirarme, tan diferente a como lo venía haciendo estos días.
—¿Ocurre algo?—murmuré, tratando de abrir las bolsas.
—No— admitió con la voz impávida.
Le resté importancia y seguí con lo mío. Él permanecía sentado sobre la mesa de la cocina. Observándome minuciosamente, en segundos teníamos la cena lista sobre la mesa, yo jugaba con los cubiertos y él estaba concentrado en el móvil.
—Bueno— dije casi en un grito—¿me vas a decir que pasa?.
— Voy a decirte algo Arya. Voy a ser lo más directo posible.
— ¿Te gusta el drama?—me doblé de la risa.
Él acaricia mi mejilla con el pulgar derecho, el del tatuaje de tres números.
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Cartas para Arya
Teen FictionEl regreso inesperado de Arya a New York, no procuraba poner de cabeza la vida de Aleksander. Si no lograste desprenderte del todo de alguien, desprenderte de su presencia. Quizás no deberías haberte ido nunca. Aunque un secreto familiar se oponga...