14. Dosis de libertad

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En ese momento cometí un error más, uno que no dejaría de arrepentirme. Me sentía débil e idiota por ceder ante un comentario, porque solo quería demostrar que no me hacía diferente no haber crecido con una mamá la mitad de mi vida, a diferencia de todos ellos.

Él, quién a penas acababa de conocer y si lo había visto en la preparatoria estaba segura de no recordar un segundo de ello. Se acercó a la piscina y extendió su mano con la intención de ayudarme a salir, caminé hacia la esquina y me ayudé a subir de las barandas.

Mientras transcurría cada segundo, maldecía a Khai por sus palabras, trataba de mantener el auto control dentro de mi para no hacer algo de lo que me arrepienta. Y también maldecía a Aleksander por haber ido de liante con ella, estaba segura que estaría riéndose por el mal rato que me estaban haciendo pasar, o quizá no, pero quería que sienta y cerrarle la boca.

—Vamos—le dije a el castaño que me esperaba al salir de la alberca. No tomé de su mano ni lo miré, simplemente empecé a seguirlo, no sin antes coger una de las toallas que estaba sobre la mesa entre las tumbonas.

—No hace falta que se esfuerce en secar porque terminará más mojada de lo que ya está—susurró alguien a mis espaldas. Me paso la mano por el pelo y traté de acomodarlo para tranquilizarme.

Entonces alcé la mirada y vi a un Aleksander pálido, mirándome más impotente que nunca. No podía controlar la rabia que sentía al tenerlo cerca, había hecho lo que menos esperaba, contarle lo que no debía a quién menos intenciones buenas conmigo tiene.

Entrelace mi mano con la de el rubio mientras Aleksanser tenia la vista fija en nosotros, sintiendo ese momento como una eternidad.

—La pasaremos bien—me dijo quién no tenía idea de cuál era su nombre.

Pasé delante de Aleksander deseando que mi mirada marque la indiferencia que merecía a partir de ahora. Íbamos a una de las habitaciones que se hallaban luego de un largo pasadizo decorado por cuadros sin un estúpido sentido, con solo mirar el recorrido que nos aproximaba me daba nauseas.

Escuché unos pasos que no eran los de él y mucho menos los míos, porque estaba descalza, en lencería y con una toalla que me cubría un tercio del cuerpo. Era el cuero de unas sandalias topando el piso.

Mis labios se entreabrieron al sentir su contacto con una fuerza que jamás imagine, pero sin hacerme daño, la rapidez con la que me hizo girar fue la misma con la que mi palma tardó en estallar contra su rostro, una bofetada que hizo eco y que sin duda él no se la esperaba.

—No quiero que me vuelvas a tocar—le dije tratando de mantener la calma al sentir su mirada clavada en mi.

—Te vienes conmigo—dijo sin soltarme.

Una segunda mano sobre mi me hizo reaccionar al no sentirme libre de momento. Volteé a verlo y este advirtió que estaba esperando a que vaya con él.

—Vuelve a tocarla y te juro que te arranco diente por diente—dijo Aleksander y sentí su respiración en mi cuello, pero no a como acostumbraba tenerla, pidiéndome que le deje indagar en cada parte de mi; al contrario, era una que me enfurecía al tener cerca.

Debería largarme de ahí, no tenía idea de como iba a regresar a casa porque todas mis cosas estaban en el baño de invitados pero solo oía voces dentro de mi que me reprochaban cada error que había cometido en la vida, sin pensarlo dos veces me solté del agarre de Aleksander y salí corriendo sin mirar atrás.

He perdido los cabales para salir de esa manera, lo sé, el frío me revolvió al primer instante que pise el jardín de entrada, pero no puedo evitar seguir corriendo para desaparecer de ahí.

Cartas para AryaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora