10.Que todo lo que nos hace bien sea eterno

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Tantas mierdas vividas y solo una cosa ha quedado como evidencia a través de los años y los daños: valentía.

ARYA

Prometo ser capaz de recordar este momento para siempre, cada detalle me demostraba la preocupación que tenía Aleksander en nosotros. Tras unos minutos de conversar sobre la agradable vista que teníamos y tratar de adivinar que era lo que las personas que se veían como hormigas desde tan alta elevación hacían. El mismo mozo que nos recibió se acercó con un carro de cocina, color plata, a cambiar los platos y dispensar las copas con champagne.

— Caviar Almas acompañado de queso Pule y selectos trozos de carne de Wagyu. —dijo el mozo, se notaba que amaba lo que hacía. Le agradecimos y se retiró hacia una de las esquinas del salón. Nunca había comido algo de este estilo, mis básicos eran los nuggets de pollo con un poco de papas fritas y ketchup, por supuesto. Traté de disimular mi impresión.

Mientras mi boca expresaba un tema tan simple, mi mente estaba enfocada en cómo un viaje podría cambiarme tanto, lo que estoy sintiendo es inigualable. Descubrí que Aleksander se estaba apoderando de cada sentido de mi ser, de cada risa y cada mirada. Hace un año exactamente, lo más probable es que haya estado en mi habitación, preguntándome por qué me tocó vivir como lo llevaba haciendo, por qué no podía ser feliz como siempre lo imaginaba. Un año después, la pregunta era argumentada, pese aún a algunos impedimentos.

—¿Te está gustando la ciudad? — preguntó Aleksander, se veía tan emocionado que era inexcusable decirle que me parecía más de lo que podría agradecer.

— Me encanta, de hecho.

— ¿Eso es bueno o malo?. —Aleksander sonríe levemente.

— Un poco de ambos, no tengo motivos para extrañar San Francisco pero estar acá me trae recuerdos—respondí con honestidad. Vivir en New York me recordaba a la convivencia que teníamos papá, mamá y yo. Podía ser muy pequeña y haber tenido que aprender a acostumbrarme a oír gritos, pero eramos felices a nuestra manera.

— No sabes cuanto lo siento por lo que has tenido que pasar —confesó. Mi intención no era generar lástima del resto. Sin embargo, sabía que Aleksander sabía más que yo ciertas cosas, y lo decía enserio.

Sonrío como una tonta, no sabía que responder a eso.

— Cuéntame de ti.— Ladeé la cabeza.

— Tengo una vida normal. Cómo el resto — se encogió de hombros.

— ¿Una vida normal como el resto te permite pagar platos como este?.— abrí los ojos por la sorpresa. —¡También quisiera tener esa vida normal!— dije sonriendo.

Una sonrisa seca apareció en sus labios, fue fácil darme cuenta que había metido las narices donde no debía, solo con pensarlo mis manos empezaron a temblar y tuve que bajarlas hacia mis muslos que estaban bajo la mesa para que nadie más que yo se diera cuenta.

— Tienes toda razón rubia, además lo normal es aburrido.- dijo medio en broma y me hizo gracia—.El dinero es lo menos ordinario en una familia de locos.

— Es la primera vez que no tengo problema en tomar en un lugar público.- confieso, señalando con la mirada a la copa que teníamos sobre la mesa.—ya sabes... porque soy menor de edad.— le susurré como si le dijera un secreto.

— Tengo la sensación de que traerás un poco de caos a mi vida.— me siguió el juego.

— Lo tomas o lo dejas.

— Lo acepto, por voluntad propia.— tomó mi mano y enlazo sus largos dedos con los míos, que parecían la mitad de los de Aleksander. — ¿Alguien más ya ha tenido ese privilegio antes que yo?— preguntó. Fue simple descubrir la intención de su pregunta, un escalofrío recorrió mi piel al recordar a Patricio, él había sido una forma de superar lo que imaginas no poder hacerlo jamás, después de casi cuatro meses sin apetito y llorarle a todas nuestras fotos, una mañana ya no dolía más, mi corazón había tenido una especie de restauración. Y las ganas de seguir con algo tonto, con alguien que ni siquiera se tomó el tiempo de pensar en correr tras de mi cuando lo necesitaba, se habían esfumado, ya no existían. Sus ojos me miraron con una pizca de esperanza.

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