7. La bienvenida

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ALEKSANDER

—¡Te encontré!—oí que alguien gritó detrás de mi, era imposible no reconocer la voz de Rob.

El lugar era tan grande como cada rincón de esta ciudad. Por otro lado, Rob era lo opuesto a mi, o bueno hasta hace un par de días. Él buscaba estar con alguien que lo acepte a pesar de cada defectos que él creía tener, « Conectar está sobrevalorado, lo complicado está en quedarse». Era la frase que repetía cada vez que tratábamos de animarlo a liarse con alguien una noche. Pero por sobre todas las cosas, era como mi segundo hermano.

—Rob, ¿por qué tienes que gritar tanto?— gruñí, noté un olor exagerado que provenía de mi camisa, pero por supuesto que no era mío, la loción de una mezcla entre vainilla y coco exótico solo podía ser de una persona. Mar, había dejado impregnada su fragancia (como de costumbre) cuando se acercó a saludarme. Guardé las llaves de mi coche en mis bolsillos de pantalón.

—¿Por qué tan serio hermano?—preguntó con reparo—¿no te alegra ver a Arya? No hay duda que....

—Arya ni siquiera sabía de esta fiesta—le dije, quien sabe cuántos tragos ya va esta noche, nos dirigimos hacia el salón principal—¿Qué tomaste o por qué estas imaginando cosas? Son las 9 aún.

—No creo que tenga gemela, ¿o si?— me lanzó una mirada con los ojos extremadamente abiertos. Lo miré con el ceño fruncido, Rob solía decir estupideces pero aún no me acostumbraba. A pesar de ser amigos desde hace casi diez años. De hecho, él también había estudiado con Arya, aunque ahora ella pasa de él o quizá en verdad no lo recuerde—Mírala—él pareció más divertido.

Ella estaba reluciente con un vestido el cual le encajaba perfectamente con el tono de piel y su cuerpo advertía el peligro de verla y evitar emocionarte. La pelinegra, llevaba el pelo medio suelto, estaba de espaldas y no me permitía ver su rostro, esas facciones que conocía perfectamente y nunca podría olvidar, sus delgados brazos los llevaba al descubierto.

Ya no usaba el vendaje en el brazo y lo movía con normalidad, tranquilizándome por un segundo.

Estaba rodeada del grupo de Sebastián y otra chica desconocida al lado, bailaban al ritmo de la música. La veía pacientemente desde un taburete al lado del bar, a diez metros de distancia de donde se encontraba ella, mientras los demás caminaban y otros bailaban a mi alrededor. Sonreí ampliamente al verla soltar un par de carcajadas , no tenía la más mínima idea de cómo se había animado a venir, pero agradecería a quien sea por haberlo hecho. 

No sé cuánto tiempo estuve en esa postura cuando percibí a Sebastián pasándole una copa, evidentemente con licor. Ella se afianzó al instante y lo bebió, hizo una mueca de disgusto, muy digna vio a los cuatro lados asegurándose de que no la vean cambiar la copa vacía por otra llena y no dudó en hacer lo mismo. Segundos después tomó la botella de Auchentoshan a los labios. Y acto seguido, lo empezó a beber como una botella de soda.

¿Por qué tenía tantas ganas de emborracharse?

Rob me extendió una botella de whisky. Me limité a sostenerla, mirando a Arya, hace unos minutos se veía tan risueña y ahora entendía el porqué. Estaba bebiendo demasiado. No la juzgaba, indiscutiblemente. Me preocupaba lo que podría pasar si no estaba acostumbrada a beber de esa manera.

—¿Por qué no vino contigo? —dijo Rob soltando una risita que no se si me molestó u contentó.

—No le avisé— fue mi única respuesta

Rob asintió en silencio dándome suaves palmadas en la espalda y volteándose a conversar con el grupo de futbol americano, ellos solo bebían cerveza.

Otros chicos de la fiesta se acercaron a saludarnos, entre ellas Khai. Notaron el desinterés que intencionalmente les cedía y se retiraban.

La fiesta estaba descontrolada, la música y bebidas producían un amigable entorno. Por ratos le daba pequeños sorbos al vaso de whiskey pero no podía dejar de verla. La estaba pasando bien, bailando torpemente con la pelirroja. Todo esto paso a segundo plano cuando Sebastián se acercó a conversar con ella, ¿si habían más de dos chicas acá por qué diablos no podía acercarse a otra? Después de unos minutos intenté acercarme a ella, apoyándome en la pared y deseando que no se diera cuenta de mi presencia. 

Cartas para AryaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora