Capítulo 23: Coronel.

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[Escena explícita +18]

Christopher Morgan

Con la sangre hirviéndome me adentro al maldito bar que cada vez se vuelve un descanso para mí, empujo a cualquiera que se me atraviesa en el camino, mi mente no deja de mandar recuerdos de lo que vi hace rato. Micaela en los brazos de Alex como si él fuera todo para ella como alguna vez lo fui yo.

Nunca por mi mente pasó siquiera por un segundo que Micaela se había acostado con Alex Morgan, ¿desde hace diez malditos años? ¿Cuándo? ¿Cuándo le había dicho indirectamente que sentía algo por ella o cuando había llegado de la central de Rusia enamorada de un pendejo que solo la utilizo para su beneficio sexual? O mejor, cuando me rompí la pierna.

Jodida mierda, fue ese día, cuando vi por primera vez a Alex Morgan con una mordida en la boca, sabía que no era normal y que la persona que le hizo eso, era muy importante. ¡¿Cómo no iba a ser importante si era mi maldita mujer?! La que todos, maldita sea, todos sabían que era mía, que solo yo decidía con quien compartirla, pero ahí iba, el jodido ministro que como siempre quiere tener lo que no se puede tener, cogiéndose a la única mujer que me ha entendido soportado mi carácter egoísta de mierda sin huir o acobardarse.

Tiro el vaso con whisky que me dieron al suelo, y los hombres que trabajan en este lugar se asustan al verme con tanta ira, todos me voltean a ver pero al darse cuenta de quién soy siguen con sus porquerías, me giro tomando el otro whisky que me entregan.

Aprieto mi mano en el vaso recordando los malditos labios de Micaela sobre los de Alex, siempre soporté verla besarse con Reece Morgan, pero nunca con ese imbécil que se hace llamar mi padre, y el saber que hicieron algo más que simples besos, no me deja dormir tranquilo. Con solo imaginar el fascinante cuerpo de Mica sobre Alex cabalgándolo como lo hace conmigo, dándole el placer que yo siento en mi verga con su coño mojado bajando sobre mi extensión, me trago la bilis que baja por mi garganta hasta caer en mi estómago.

Ellas es mía, mi mujer, se supone que deberíamos estar acostados en su cama con las piernas abiertas mientras le destrozo ese coño que me vuelve loco, y lo sabe, sabe que si me busca justo ahora la llevaría contra el baño para follármela, pero ya no.

Ya no voy a dejar que me manipule como le da la gana, porque Micaela Blossom es alguien que voy a olvidar y si tengo que follarme más coños mejores que el de ella, lo voy a hacer sin ningún tipo de remordimiento, en fin, nunca los tuve. Le voy a dar una cucharada de su propia medicina, le voy a demostrar que mujeres hay muchas y mejores que ella, un montón.

Tiro el otro vaso de whisky pero esta vez unos vidrios se meten en la palma de mi mano. ¡Mujeres como Micaela Blossom hay pocas! ¡Mierda! Todo el maldito mundo sabe que la única mujer hecha para mi es ella, es capaz de matar sin remordimientos, de hacer cualquier cosa por mi sin importarle nada, se coge al que quiere porque le gusta, es una versión mejorada de mí mismo, y lo sé. Y eso solo me pone la verga dura.

La última vez que la vi matando, fue hace cinco años, cuando me fui con los Mascherano y ella fue a buscarme sin importarle nada más que yo. ¡Quiero eso! ¡Quiero a esa Micaela de vuelta! ¡A la que mata por mí! A la que destroza cráneos al verme en peligro.

Me extienden otro trago y me lo bebo antes de que lo estrelle contra el suelo, pido otro y otro hasta que mi garganta quema, pero no me importa, sigo bebiendo como loco, pero el rostro de esa pelirroja sigue en mi mente como si perteneciera allí y no hubiera manera de sacarla.

Sus carnosos labios rojos estirándose cuando sonríe, su cuerpo curvilíneo que se mueve como una maldita pecadora cuando camina, el rojo de su cabello volviéndose un hechizo cada vez que esta sobre el sol o la luna, sus ojos azules que me hacen tragar grueso cada vez que los veo y su voz, esa voz con acento británico tan sensual que no se pierde por más años que pase en New York. Sus gemidos agudos cuando me la follo como nos gusta, su culo moviéndose por lo grande que es cuando le doy por atrás, y la cabellera larga que me ayuda para jalárselo apoyándome de él cuando la penetro con fuerza.

Destrucción (Los Morgan) [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora