Capítulo 26: Boss - Parte 1.

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[Parte 1/2]

Hace catorce horas antes del momento del final del capítulo anterior.

Micaela Blossom

Las costillas me duelen, es como si me colocaran un martillo en cada lado lastimándome con tanta fuerza, que siento los huesos quebrarse. El abdomen bajo me duele, arde y el líquido entre mis piernas no dejar de cesar cayendo más que antes: es sangre. Las lágrimas en mis ojos siguen deslizándose y me aferro al cuerpo del hombre de dos metros que me lleva en sus brazos hasta el avión que nos espera.

Solo bastaron minutos para que el Boss llegara por mí y me arrebatara de los brazos de Atenea para llevarme con él. El hombre que me golpeo se escapó ya que todos estaban concentrados en mí y no se dieron cuenta cuando ya no estaba.

Estoy cansada, solo quiero ir a casa y estar en paz de todo y de todos.

Desde lejos veo los ojos verdes de Atenea Zubac y los azules grisáceos de Maximiliam Müller, ni siquiera puedo alzar mis manos para despedirme, el dolor me vence y mientras nos alejamos de mis amigos y nos adentramos al avión. Me desmayo sin poder soportar más.

Mi mente no deja de procesar todo lo que acaba de suceder, y mi corazón se estremece al ver como el Boss no tardó en ir por mi sin importar que, sin importar que el Mortal Cage es lugar de Christopher Morgan, el coronel de la FEMF.

El dolor me despierta otra vez y en cambio de antes, me encuentro acostada en una cama con el rubio-castaño colocándome paños húmedos en mis costillas con hielo. Lentamente me quita la ropa llena de sangre, me deja desnuda, pero en segundos me tapa con una manta de algodón.

Lleva su mano hasta mi rostro y suelto un quejido de dolor ante su roce tan pequeño y delicado. Intento alejar su mano ya que el ardor no me deja en paz, me toma de las manos apartándolas y me quedo quita viendo como el dios nórdico de ojos azules y cabellera larga dorada-castaña me cura con toques delicados y precisos.

Cierro mis ojos dejándolo que haga lo que quiera, el sonido de la puerta de la habitación siendo abierta me alerta, pero conociendo a Ilenko Romanov debe ser alguien importante para dejarlo entrar a un lugar junto a él. Con el ego que se carga, hasta pedir permiso para respirar junto a él hay que pedir. Y eso es lo que más me gusta de tenerlo junto a mi ahora, la pequeña exclusividad que tengo.

—Tiene máximo tres o cuatro costillas a simple toque. —Habla lo que parece un doctor ya que el cansancio no me permite abrir los ojos.

Me revisa lo que puede ya que al no tener maquinas expertas, es más difícil estando en un avión y en vuelo hacia Rusia. Abro por fin mis ojos encontrándome con la del ruso fijo en mí. Lo noto tenso y examina cuidadosamente los toques del doctor en mi cuerpo.

Sonrío viendo lo jodidamente caliente que es, la cabellera rubia es larga y alza sus manos peinándosela hacia atrás con sus dedos. El azul de su iris es exótico, ni siquiera es igual que el mío, tiene un tono que jamás he visto. Lleva un suéter blanco con unos pantalones grises.

Pasan los minutos y el ruso sigue a mi lado en una silla que trae unos de sus hombres que reconozco de inmediato: Salamaro. El doctor está vendando mi abdomen y ya me dio algunas pastillas para el dolor, aunque era tanto que me puso venoclisis. Trato de levantarme ya que las ganas de orinar son más intensas gracias al dolor en todo mi maldito cuerpo.

Caigo otra vez a la cama y suelto un quejido arrollador. «No sirvo para nada» El cuerpo me vence, y el ruso se acerca de inmediato tomándome de los brazos, grito de frustración sacando todo lo que llevo dentro. Agarra mi rostro quitando el cabello que me cubre la frente y lo peina hacia atrás.

Destrucción (Los Morgan) [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora