Un niñero

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POV NATALIA:

Llevaba varios días con una trsiteza que no me permitía salir de la cama, me pasaba el día durmiendo y llorando, no quería comer, no quería abrir las ventanas de mi habitación y tan siquiera quería bañarme, yo únicamente quería estar en mi cama sin que nadie viniese a  molestarme. Famous y yo dormíamos en habitaciones separadas por el momento, no se si fue porque en el fondo se sentía mal con todo lo que me había hecho y quiso darme espacio o si era porque no había quien entrase en mi cama conmigo en ese estado, que también podía ser, pero al menos de momento no me estaba obligando a hacer nada. Una de las razones por las que había decidido no bañarme fue para así no crear deseo en él, sabía que de esta manera no querría tocarme un pelo, y de momento estaba surgiendo efecto.

Oli venía a verme todas las tardes un rato a mi habitación, era a la única a la que no echaba a patadas en cuanto abría la puerta. Mi pequeña... ese día estábamos disfrutando de nuestro pequeño ratito juntas hasta que de repente me preguntó que por qué no salía nunca de la cama, y yo tuve que contarle que era porque estaba enferma, tuve que volver a mentirle otra vez. Pero la respuesta que me dio me partió aún más el corazón.

"Pues que venga Albi a cuidarte"

"Ojalá mi amor" - se quedó pensativa y en silencio, miraba hacia abajo y entonces volvió a subir su mirada con el ceño fruncido.

"Mami ¿y por que no te bañas?" - he de decir que no me esperaba esa pregunta, pero era lógico que en algún momento tenía que preguntar, y ¿como le decía a mi hija de cinco años que no lo hacía para no ser violada?

"Porque mami no ha podido levantarse de la cama" - le dije una verdad a medias.

"Pero no me gusta, no quiero venir mas a verte" - y su respuesta caló de lleno en mí haciéndome abrir los ojos. Me di cuenta en ese preciso momento de que realmente estaba descuidando a mi hija. Mi tristeza no se iba a borrar si me levantaba todos los días de esa maldita cama, no se borraría si me aseaba en condiciones cada día, no se borraría si ventilaba la habitación, pero tampoco lo haría si no lo hacía. Así que después de largo rato de reflexión, a la mañana siguiente decidí levantarme, me bañé con dedicación, abrí las ventanas de la habitación para que entrara el aire, quité las sábanas de mi cama y me vestí con mis ropas limpias habituales para salir a ver a Noemí a la cocina, era a la única persona que me apetecía ver en realidad. Y en cuanto me vio aparecer por esa puerta lanzó la espátula que tenía en la mano por los aires y se puso las manos a la cabeza.

"Cielos santos, gracias señor por escuchar mis plegarias, ¡Natalia!" - salió de detrás de los fogones rápidamente y vino corriendo a abrazarme.

"Buenos días Noemí" - le sonreí con tristeza.

"Mi pequeña" - acarició mi cara con cariño - "¿que te apetece para desayunar?" - me lo tuve que pensar dos veces, iba a decirle que no tenía hambre, que no se molestase en prepararme nada de comida, pero mi estómago rugió emitiendo una queja poniéndome en evidencia.

"Una tostada con mantequilla y un café está bien, gracias" - me senté en la mesa de la cocina esperando el desayuno mientras Noemí me preparaba encantada esa tostada, y de repente alguien entró por la puerta de la cocina como Pedro por su casa. Lo miré bien intentando reconocer quien era pero no me sonaba de nada. Era un hombre alto y delgaducho, no tendría más de 30 años y parecía bastante desaliñado.

"Señora Noemí, ¿sabe donde está el señor?" - el muchacho habló ignorando mi presencia.

"¿Quien es usted?" - dije levantándome de mi sitio.

"Lucas, me contrató su marido para hacer las tareas de casa mi señora" - entonces se reverenció ante mi, al parecer no se había dado cuenta de mi presencia hasta ese preciso instante.

Amar entre cuatro paredesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora