Donnas

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POV ALBA:

No había ni un solo día en el que no llegase a casa de Noemí a altas horas de la noche, me pasaba el día entero buscando trabajo junto a mi madre e intentando averiguar cómo podía volver a estar con Natalia y Olivia. Había estado investigando por mi propia cuenta a Famous, pero era cierto que muy poca gente lo conocía en esa ciudad, y al parecer su currículum estaba completamente limpio. Había acudido de nuevo a ese local clandestino para poder hablar con la dueña del mismo, a ver si de casualidad sabía de algún caso parecido y podía ayudarme con algún que otro consejo, pero tampoco hubo suerte, parecía no haber solución. Llegaba cada día mental y físicamente destrozada a casa, y siempre sin buenas noticias ni avances.

En esos momentos me encontraba con mi madre y con Noemí en aquel pequeño salón de casa, ese día había decidido llegar temprano para poder cenar con la compañía de mis chicas, pero al llegar y verle la cara a Noemí me di cuenta de que estaba ocurriendo algo. Noemí todos los días intentaba darme información del estado de Natalia, pero yo tan solo dejaba que me dijera si seguía estando segura en esa casa, no quería saber mucho más, no quería saber nada de ellas para protegerme a mí, sabía que lo que iba a escuchar iba a provocarme demasiado dolor como para seguir con fuerza, pero ese día ya no pude más, tenía que preguntar.

"Noemí ¿como está Natalia?" - dije acercándome la cuchara de sopa a la boca.

"No está bien, hoy es el primer día que se levanta, ha estado todos estos días encerrada en su habitación sin querer salir, no quería comer, no quería asearse, ni siquiera quería pasar tiempo con la pequeña. A veces ponía la oreja en su puerta y escuchaba sus llantos desesperados... la Natalia que era ya no está por ninguna parte, se ha convertido en un cuerpo sin alma" - se me partió el corazón a pedazos al oir eso sobre mi Nat, sabía que lo estaba pasando tan mal como yo, pero al menos yo tenía que salir adelante, por ella, por la niña, por nosotras. Tragué saliva intentando aclarar mi garganta y volví a preguntar.

"¿Y la pequeña?"

"No deja de preguntar por ti, te echa mucho de menos" - volví a cerrar los ojos con dolor, toda esta situación estaba siendo demasiado dolorosa para mí.

"¿Puede... podría darle una nota?" - dije sin apenas voz a causa de la emoción que estaba intentando reprimir.

"Claro cariño, mañana mismo se la doy" - sonrió con ilusión.

"Bien, vengo en unos minutos" - me levanté corriendo de mi asiento y me encerré en la habitación que compartía con mi madre para empezar a escribirle la carta a Natalia, necesitaba hablar con ella, saber que estaba bien.

"Hola mi amor.
Soy yo, tu niñera preferida, me han dicho que apenas hoy te levantas, me han dicho que estas dejando atrás tu valentía, no quiero que lo hagas, eres mi mujer valiente, mi mujer guerrera. Tienes una hija y un amor por el que luchar, tu mantente mentalmente fuerte que yo lucho con garra desde aquí. Te prometo que hasta que no os tenga de nuevo entre mis brazos no pararé. Dale un beso a Oli, dile que la echo mucho de menos.
Te amo.
Alba Reche"

Doblé la carta con rapidez y fui a dársela a Noemí cuanto antes para que se la diese a Natalia al día siguiente. Mi corazón no dejaba de latir desbocado, me sentía nerviosa, las mariposas de mi estómago empezaron a volar haciéndome cosquillas con tan solo pensar en la idea de su respuesta, que no sabía si llegaría, pero la esperanza me quemaba por dentro. Me fui a dormir pensando en ella, como todas las noches, y cuando al fin cogí el sueño soñé de nuevo con ella, como todas las noches...

A la mañana siguiente me levanté temprano, quería aprovechar el día para salir a buscar trabajo por cualquier sitio, ya fuera con o sin mi madre, pero de algo teníamos que vivir. Es cierto que teníamos ahorrado el dinero que cobrábamos de Natalia y teníamos lo suficiente como para mantenemos bastante tiempo, pero no quería tentar a la suerte. Necesitaba un trabajo. Salí al centro esta vez, estaba segura de que allí sería mucho más fácil encontrar trabajo. Había pasado por infinitas tiendas de ajuar, por tiendas de costura, por casas particulares, por oficinas y agencias, pero nada. Hasta que di con una pequeña tasca y leí el cartel que había colgado en la puerta: se necesita camarero. Entré ilusionada y me encontré con una señora de unos 60 años de edad detrás de la barra. La miré sonriente y me acerqué a ella.

Amar entre cuatro paredesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora