POV ALBA:
"¿Y si es una bruja, madre?" - caminaba rápidamente siguiendo los pasos de mi madre, que iba varios metros por delante de mí a paso ligero.
"No hables así de las personas que te dan trabajo, da gracias a que no estás en un convento" - frenó en seco y se giró con gesto enfadado y con un dedo alzado en forma de advertencia para mirarme fijamente a los ojos. Esa mañana se había levantado con el pie izquierdo.
"¿Otra vez con eso madre?" - resoplé y continué el paso dejándola a ella atrás esta vez.
"Si, y te lo repetiré las veces que haga falta para que te des cuenta, has tenido la gran suerte de tener a una madre con la mente abierta como la que tienes, pero debes tener cuidado porque no todo el nundo la tiene, ¿me oyes? Y lo último que quiero es que algo malo te pase" - miré hacia abajo abatida mientras reducía la velocidad de los pasos y sentí la tristeza apoderarse de mí ante sus palabras.
"Si madre" - dije con la cabeza gacha.
"Y ponte bien la ropa Alba, haz el favor, hay que estar presentable para la señora de la casa, y ahora andando, que llegamos tarde" - y andando llegamos al fin a una mansión que bien podría ser la de un rey o la de un duque, era enorme, jamás había pisado algo parecido en mis años de vida. Picamos al timbre y en seguida se abrió la puerta dejando ver a una muchacha joven y muy bien vestida. Por su porte parecía ser la señora de la casa, ¿pero porqué salía ella a recibirnos?¿La señora de la casa?¿Esa era la señora de la casa? Madre de Dios, sálveme porque de aquí no salgo viva. Menudo monumento de mujer, es guapísima... y que alta es...¿y que podía tener, unos 24 años, 25 tal vez? Y como estaba... Alba, céntrate, vienes a trabajar. Sacudí la cabeza incómoda por mis propios pensamientos y presenté una postura formal ante la muchacha que tenía enfrente.
"Buenos días, ustedes deben ser la madre y la hija del anuncio, las que se ocupan de las tareas del hogar, ¿verdad?" - nos miró a ambas con una sonrisa encantadora y en seguida me di cuenta de que no iba a ser una bruja como le había dicho antes a mi madre, más bien todo lo contrario, estaba segura de que me iba a poner las cosas aún más complicadas con su amabilidad, por si fuera poco.
"En efecto Señora Grandjean" - mi madre se agachó reverenciando a la señora y se incorporó para mirarla de nuevo a los ojos, pero yo me quedé quieta, no moví ni un solo músculo, en esos momentos me sentía tan embriagada por su belleza que apenas pude pensar con claridad.
"Señorita Lacunza, por favor" - volvió a sonreír amable.
"Si, disculpe señorita Lacunza, pensé que estaba casada con el señor Grandjean" - vi cómo la Señora apretaba la mandíbula con fuerza y de un momento a otro su gesto se tornó serio.
"Murió"
"Oh vaya, le doy mi más sentido pésame mi señora" - vi como su gesto tenso se suavizó y le regaló a mi madre una sonrisa que parecía bastante forzada, pero no pronunció ni una sola palabra más, por lo que mi madre siguió hablando - "disculpe el atrevimiento mi señora, soy una descarada por preguntarle esto pero la curiosidad puede conmigo ¿no debería seguir siendo la Señora Grandjean?" - por la expresión que puso la muchacha vi que mi madre estaba empezando a meter la pata, y lo vi claramente en la mirada de la Señora, que se volvió apática y sin brillo, el gesto de su rostro dejó de mostrarse amable y el tono de su voz, una vez habló, perdió toda la dulzura que había adquirido desde un principio.
"No de puertas para dentro, si va a trabajar para mi voy a ser Natalia Lacunza para usted, en esta casa no se pronuncia su apellido" - miré hacia abajo abrumada por el tono que había utilizado la señora y mi madre pareció darse cuenta de su metedura de pata, por lo que tan sólo bajó la cabeza y volvió a reverenciarla.
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Amar entre cuatro paredes
Fiksi PenggemarNatalia, una joven viuda de un acaudalado aristócrata, se encuentra que tras la muerte de su marido nada es como ella esperaba, se queda sola con una hija a la que criar y se ve envuelta en el cuidado de una de las mayores mansiones de Madrid, pero...