Capítulo 2:
Ha pasado el tiempo suficiente como para que alguien aquí comience a sospechar de los líderes mundiales. Iba a pasar en algún momento; debía pasar en algún momento.
Pude haber seguido hablando con Katia para saber qué es lo que busca o qué es lo que quiere de mí, pero algo más apareció en mi camino.
—Hola —contesto la llamada cuando me alejo lo suficiente de ella—. ¿Estás ocupada?
—¿Qué encontraste?
—Algo —respondo. Mi tono suena más inseguro de lo normal, pero se debe casi en su totalidad a que estoy en público—. ¿Quieres ir a tomar un café?
Escucho un suspiro del otro lado de la línea, pero luego responde:
—Bien. Nos vemos en media hora. Te enviaré la dirección.
Solemos juntarnos en lugares públicos, porque fingir ser una pareja que está empezando su relación es la forma más simple de pasar desapercibidos. Las personas nunca sospechan de lo que tienen frente a sus ojos.
Luego de unos minutos recibo una ubicación, y veinte minutos más tarde, nos encontramos sentados en la terraza de la cafetería. El lugar que Liv eligió está más vacío de lo normal y no tiene cámaras, por lo que no tenemos que preocuparnos por hablar bajo.
—¿Qué encontraste? —pregunta.
Todo su peso recae sobre el respaldo de la silla mientras sus manos juegan a doblar una de las servilletas sobre la mesa. Su cabello está más largo de lo normal, pero las ondas en él ayudan a disimularlo: y, de cualquier forma, siguen sin llegar a tocar sus hombros.
—La teoría del cinco por ciento está confirmada. Me pidieron que organizara a un grupo de agentes para que vayan de encubierto a Betyde por una «misión secreta».
AIDH quiere eliminar al cinco por ciento de la población. La ley que regula la cantidad de integrantes por familia hace que todo esto sea más fácil, ya que hay menos personas preguntando por los desaparecidos.
—¿Y vas a hacerlo? —pregunta. Su tono se vuelve intranquilo—. Es Betyde, Mark.
Betyde es la ciudad más pequeña de AIDH, y también es la más separada de toda comunicación, lo que hace fácil atacarla. Es la ciudad a la que deberíamos proteger; la que ellos deberían proteger. Sin mencionar que lo que más predomina en el mundo son océanos y bosques, haciendo que sea aún más difícil mantener a todas las ciudades vigiladas.
—Si no lo hago yo lo hará alguien más, Liv. Debo hacerlo, pero intentaré aplazarlo la mayor cantidad de tiempo posible —le digo—. Aunque, necesito algo más, no te llamé solo para contarte esto.
—Lo supuse.
—¿Tienes acceso a la base de datos de AIDH? De los comienzos de AIDH
—Creí que tenías acceso a todo —menciona con tono sarcástico, volviendo a apoyarse contra el respaldo de la silla—. ¿Qué es lo que quieres exactamente?
Ella sabe que no tengo acceso a nada. Solo me dejan ver las cosas necesarias, todo lo demás está bloqueado. Estar en su equipo no me da nada más que responsabilidades innecesarias.
—Tengo una contraseña: no sé de qué es, pero sé que podrás conseguir algo. —Liv entrecierra los ojos con aire dubitativo, dándome indicios de que está pensando como respuesta—. Esto nos conviene a los dos: puedes quedarte con todo lo que encuentres.
—Iba a hacerlo de todas formas.
El mesero que hace unos minutos preguntó nuestra orden regresó con una bandeja. Nos quedamos en silencio mientras él acomoda los cafés sobre la mesa y luego regresa.
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AIDH: un nuevo orden mundial
Teen FictionSin discriminación, sin desigualdad: AIDH es la nueva potencia mundial que gobierna todo lo que conocemos. ¿Pero qué ocurrirá cuando sus secretos salgan a la luz y los hijos de los propios gobernadores deban decidir de qué lado estar?