XVI. THOMAS

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Capítulo 25:

Esta es la verdad: no creo en las almas gemelas, es simple, no creo que sea posible que dos personas estén juntas en todas sus vidas —llega a ser obsesivo—, pero este es un caso especial, y una parte de mí desea creer que, tal vez, nuestras almas si sean una sola. Solo porque somos nosotros. Solo porque es él.

〄〄〄

Cuando la noche cayó acepté que no puedo seguir evitando a Ethan, no puedo seguir haciéndolo por siempre. Pensé en muchas soluciones: podría preguntarle a Katia si puedo quedarme a dormir con ella o puedo pasar la noche despierto afuera de ambas habitaciones, pero ambas opciones terminarán con Ethan sospechando acerca de mi comportamiento —si es que no lo ha hecho ya—.

Ella aún no ha regresado a la habitación, y aunque pensé en esperarla, ni siquiera tengo idea de si regresará esta noche, por lo que solo tomé mis cosas para salir intentando pensar lo menos posible en todo esto.

Respiro una o dos veces antes de girar la perilla de la habitación. Empujo la puerta despacio para no hacer mucho ruido. Tenía la esperanza de que estaría dormido, pero lo primero que me encuentro al entrar es a Ethan observándome con cautela.

—Hola —murmuro—, ¿cómo estás?

Si no lo conociera así de bien diría que está molesto. El azul en sus iris parece haber cobrado un tono más oscuro que la última vez, y eso sumado a su expresión seria, me hace sentir expuesto.

—Bien.

Está incómodo. ¿Conmigo?

Me pregunto qué pensará respecto a todo esto: me pregunto si alguna vez sospechó que me enamoré de él y si ahora lo justifica con esto, me pregunto si cree que es estúpido y no quiere oír nada al respecto, me pregunto si cree que ese lazo extraño es el responsable de que dos personas tan diferentes lleven siendo mejores amigos toda la vida.

—¿Quieres que vaya a dormir con Katia? —pregunto, porque lo conozco.

Tal vez se siente mal o desprotegido, pero sé que le gusta estar solo cuando se siente así. Sería más fácil si solo dijera lo que siente, pero lo conozco: se cierra con tanta facilidad que bastaría con un solo segundo de distracción para que comience a ocultar sus emociones.

—No. ¿O prefieres dormir solo?

No.

—Es que te ves algo incómodo. Pensé que estarías más tranquilo si estuvieras solo.

Abre un poco más los ojos, y parece interrumpirse a sí mismo cada vez que quiere decir algo. Entonces, al fin, relaja sus hombros para comenzar a hablar.

—Estoy bien. No es nuestro asunto lo que me tiene así.

Nuestro asunto, repito en mi mente como si tuviera que memorizarlo. No sé cómo me hace sentir, por lo que me limito a asentir.

—Está bien —murmuro.

—Es solo que —sigue hablando, porque creo que ni siquiera me escuchó—, no puedo dejar de pensar en todo lo que hizo AIDH. En cuántas personas mató y en todo lo que destruyó. Si en algún momento existieron siete reyes que gobernaban el mundo con magia y eran más fuertes que nada en el mundo, y aun así AIDH acabó con ellos, ¿Cómo sabemos que no acabarán con nosotros también? —Su voz se quiebra un poco más cada vez que dice una palabra. Se está descargando, y no puedo evitar acercarme a él. Ethan deja un pequeño espacio en el lado derecho de la cama cuando lo nota—. Es así. El presente es lo único de lo que tenemos certeza, y ya no quiero perder el tiempo. No sé cuánto tiempo nos queda, así que voy a aprovecharlo como si cada día fuera el último día de mi vida.

AIDH: un nuevo orden mundialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora