XII. ADDISON

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Capítulo 19:

Luego de un rato decidimos volver a encender los teléfonos, pero casi no les prestamos atención, era solo en caso de alguna emergencia. La verdad es que volver a tener este espacio con Sam hizo que me diera cuenta de que la distancia nos ayudó mucho, pero ya no vale la pena estar distanciados. No sé qué es lo que siento por él en este momento, pero sé que lo extraño como persona.

Estuvimos jugando un juego de mesa que trataba de resolver un crimen. Las pistas eran demasiado simples, así que avanzamos rápido —estamos acostumbrados a eso, aunque yo soy más de ir directo a la acción mientras Sam piensa en cómo salir—. Luego jugamos uno sobre apuestas y compra de propiedades; Sam es muy competitivo cuando juega, lo que provocó que otra vez quisiera sacarlo de la habitación. Ninguno ganó, decidimos dejarlo como un empate. Era lo más sano.

—¿Qué quieres jugar ahora? —dice abriendo el mueble en dónde se encuentran todos los juegos de mesa—. Hay cartas, con tablero y rompecabezas.

Hace mucho tiempo no lo escuchaba tan emocionado. No lo entiendo, pero de verdad le gustan mucho los juegos de mesa; le provocan adrenalina. También le gusta mucho hablar sobre juegos de mesa: todo el tiempo. Cuando estábamos juntos solía enseñarme a jugar y luego me dejaba ganar para hacer que me interesara en el juego; luego me ganaba, y eso era el inicio de una competencia. Odio los juegos de mesa, pero él siempre ha sabido hacerlo un poco más divertido.

—Cartas.

—Cartas —repite—. Eres buena en eso.

Un día tuvimos que infiltrarnos en un casino. Me gustó la adrenalina de las apuestas, pero eso fue todo.

—Supongo.

Cuando Sam regresó a su lugar, mi teléfono comenzó a vibrar a mi lado.

Leo el nombre en la pantalla sin tomarlo aún, y el golpe de realidad se siente como una brisa fría en mi cuello. O como un golpe en el estómago.

—Es Mark —digo tomando el teléfono—. Dame un minuto. —Observo el nombre brillando por algunos segundos, hasta que contesto—. Mark, hola.

—Addison. ¿Cómo te encuentras?

—Bien. Estoy con Sam. —De cualquier forma, Gavin ya lo sabe, así que es probable que todos lo sepan también—. ¿Pasó algo?

—El vuelo se adelantó para mañana a las nueve. Te necesitamos aquí lo antes posible, AIDH inició una guerra.

—¿Una guerra?

La mirada de Sam estaba atenta sobre mí.

—Sí, y no es nada parecido a lo que hayamos visto antes. Explotaron el auto dónde estaban sus hijos, es todo lo que puedo decirte por ahora.

—¿Qué?

No conozco a sus hijos, pero los he visto. Siempre están en el ojo público. Se meten en dramas como típicos adolescentes con demasiada atención, pero no creo que sean malas personas.

—Ellos están bien, era solo para que dimensiones la magnitud de esto. Están con nosotros en la cabaña, el helicóptero te traerá aquí.

Cuando Sam, Gavin y yo nos fuimos del loft de Sebastian, decidimos llevar todo lo que no supiéramos dónde dejar a la cabaña. Era nuestra bodega provisoria, pero ha pasado mucho tiempo y siguen ahí, así que no me preocupa.

—Está bien. Cuídense.

—Ustedes también. Sindsro está lleno de guardias ahora, así que no salgas.

—No te preocupes Mark, no eres el único que no me deja salir del hotel —digo mirando a Sam de reojo—. Estoy bien. Adiós.

Luego corto la llamada.

AIDH: un nuevo orden mundialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora