Se encontraba en la azotea de su escuela pensativa, disfrutando el aire tranquilo que solo se sentía en esa parte alta de la escuela. Había abierto sin muchos problemas la puerta que estaba bloqueada por la seguridad de los alumnos, llevaba años en ese instituto, conocía cada truco habido y por haber.
No quería regresar a su infierno personal, tampoco quería ir con sus amigos a dudosos lugares, lo que más quería en ese momento era estar lejos de la gente y del ruido, por lo que al finalizar las clases decidió ir a esa parte prohibida de la escuela a sentarse y pensar un poco, disfrutar la paz de ese desierto lugar.
Estuvo sentada sola varios minutos observando abajo a los alumnos que se quedaban para los clubes sin prestarles mucha atención, su mente divagaba, estaba en otro lugar. Tras mucho pensar, llegó a la conclusión de que debía acabar con todo de una buena vez ¿Para qué seguir viviendo si iba a seguir sufriendo? No tenía sentido, la vida había sido cruel con ella desde su infancia, ya tenía 16 años y nada había cambiado.
Con este pensamiento se levantó del duro y frío suelo para así poder dirigirse a la única orilla que no estaba cubierta por la reja de protección que impedía precisamente que los alumnos se suicidasen. Se paró en aquella orilla al otro extremo de la tubería que allí había y miró abajo.
–Será una caída larga... –Pensó. Era muy alto, por un segundo tuvo miedo. Dudó, se preguntó a sí misma si iría al cielo o al infierno, se preguntó como reaccionarían sus padres ante la noticia, a su padre no le importaría, pero su madre... se preguntó si volvería a ver a esa persona tan amada algún día. Por décimo tercera vez se replanteó la idea de acabar con todo, no era una idea nueva, y tras pensar en ellos fugazmente una vez más, llegó a la conclusión de siempre: sí, debía hacerlo, esta vez sí.
Era un paso, solo un paso para el descanso eterno, un solo paso para el posible reencuentro con esas personas que había perdido años atrás. Estaba por dar ese paso cuando miró abajo y todo su coraje desapareció, empezaba a arrepentirse, sin embargo no se echaría para atrás, ya lo había decidido, por lo que pensó en hacer lo que siempre hacía cuando tenía miedo: no mirar. Cerró los ojos y se dispuso a dejarse caer permitiendo que la gravedad hiciera el resto.
O ese era su plan, pues abrió los ojos cuando sintió un leve empujoncito acompañado de una sensación reconfortante similar al de un abrazo y finalmente un pequeño jalón que la obligó a dar un paso atrás. Miró de reojo atrás y vio una cabellera rojiza con dos extrañas coletas, notó que la misteriosa persona estaba temblando y respiraba agitadamente. No fue capaz de formular palabra alguna, su mente sólo se concentró en el calor de esos delgados brazos que rodeaban su cintura aferrándose a su camisa.
–No sé que clase de problemas tengas, pero suicidarte no es la solución –Dijo la extraña chica abrazándola más fuerte, como si tratara de contener todo su dolor en ese abrazo.
–No sabes nada –La de pelo negro dijo mirando abajo nuevamente.
–Tienes razón, no lo sé, pero suicidarte no cambiará nada, no es la solución –No respondió –Ven, sentemos a hablar, no puedo ayudarte, pero puedo escucharte...
–No te conozco –Espetó.
–Mi psicólogo solía decir que nos desahogamos mejor con desconocidos –Respondió. La mayor se quedó en silencio un momento pensando en una respuesta.
–Esta bien –Dijo finalmente con simpleza, la más pequeña se separó un poco de la mayor para poder tomar su mano y apartarla de la orilla lentamente, la de cabello negro sólo se dejó llevar.
Ambas saltaron la tubería nuevamente con cuidado, estando ya lejos de aquella orilla se sentaron en el suelo frío, por fin Yokune vio la cara de su "salvadora": era una chica de ojos y cabello de un tono fucsia bastante llamativo, su cabello estaba atado en dos extrañas coletas, tenía una piel muy blanca, aunque sus mejillas estaban teñidas de rojo y su piel estaba húmeda, podía oír su agitada respiración y el latido de su corazón que era rápido.
–¿Por qué estas tan roja? –Preguntó
–Es que... Cuando te vi parada en la orilla corrí hasta aquí para detenerte –Contestó mirando sus manos con un leve rubor, como si estuviera un poco avergonzada por haber corrido tanto.
–¿Desde donde me viste? –Preguntó con notable intriga.
–Desde la cancha –Sonrió con inocencia, como si correr desde la cancha hasta casi el cuarto piso en cuestión de minutos fuera algo que cualquiera haría. Yokune no dijo nada, solo miró el rostro de la más joven, notó que la desconocida poseía una sonrisa casi angelical, cualquiera se enamoraría de ella con solo verla –Adelante, te escucho, debes tener mucho de que decir –Se detuvo a pensar un segundo –Ah, lo siento, es que no sé tu nombre, ¿en qué grado vas? –Dijo algo avergonzada
–Yokune Ruko, soy de tercero.
–Oh, es un gusto Yokune, puedes tutearme, soy de segundo año –Hizo una leve reverencia en señal de respeto, la mayor asintió con frialdad, la menor se sentó en una posición más cómoda y miró a la mayor esperando a que estuviera lista para hablar, la de ojos bicolor pensó un poco, cuestionándose por donde empezar. Inhaló...
–Yo...
La chica de cabello rojo estuvo un par de horas escuchando a la chica de cabello negro, tenía tantos problemas encima que la pelirroja no entendía como es que pese a todo eso Yokune continuara de pie. Era muy fuerte y admirable.
De un momento para otro la a chica de cabello oscuro comenzó a llorar inconsolablemente, la más baja se acerco a ella a rodillazos y atrajo a la mayor hacia su cuerpo abrazándola. La más grande puso la cara en el plano pecho de la más pequeña y se aferró a ella mientras lloraba a mares y a gritos soltando insultos al aire, maldiciendo su vida y su suerte, la menor solo acariciaba su cabeza intentando decirle que todo estaba bien en ese momento, transmitiéndole una calidez y una tranquilidad que nunca antes había sentido.
Cuando se calmó un poco luego de haber llorando poco más de una hora, le pidió a la menor quedarse así un poco más, no quería separarse, por alguna razón se sentía protegida en los brazos de la más pequeña, escuchar los latidos de su corazón la tranquilizaba y la calidez de sus brazos la reconfortaba. A la menor le dolían un poco las rodillas por estar en esa posición tanto tiempo, sin embargo no se negó, le dijo que no había problema, que podría quedarse así el tiempo que desease. Se quedaron así por mucho tiempo cuando la pelirroja sintió que Yokune empezaba a relajarse empezó a tararear un suave canción de cuna, la voz de la menor resultó ser muy relajante, muy tranquila.
–¿Te sientes mejor, Yokune? –La dulce voz habló, la mencionada asintió a modo de respuesta. Era mujer de pocas palabras –Me alegro –Sonrió de manera angelical. La mayor se separó un poco del reconfortante abrazó restregando su cara con sus manos, sus mejillas estaban húmedas y chamuscadas por el llanto –Ten, seca tus lágrimas –La más pequeña le extendió un pañuelo blanco que tenía sus iniciales bordadas con hilos de un tono tan fucsia como su llamativo cabello, la más grande aceptó el pañuelo y lo usó para secar sus humedad mejillas.
–Ya debo irme –Se levantó y caminó hacía la puerta sin más, como si nada nunca hubiera pasado dejando sentada en el suelo a la más pequeña con su camisa completamente húmeda, además se había llevado su pañuelo.
–Adiós, Yokune –Se despidió educadamente la más pequeña y la contraria solo le respondió con un ademán a modo de despedida, bastante fría.
Tras haberse alejado de la azotea, la más grande se detuvo a pensar y se dio cuenta de lo que acaba de pasar. Había llorando a moco tendido en brazos de una desconocida, dejó de alguien más viera su lado más vulnerable. Una parte de ella se sintió estúpida y otra parte intentaba calmarse diciéndose a si misma que no importaba, no conocía ni el nombre n el grado de aquella chica, así que no había problema, o por lo menos intentaba convencerse de ello.
Lugo de un rato se levantó y limpió la suciedad en su uniforme, tras limpiarse caminó hacía la salida poniéndole el seguro a la puerta que daba al exterior y simplemente se fue a casa.
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"Solo físico"
Fanfiction-Por cierto ¿Cómo será esto del acuerdo? -Soltó de la nada Kasane, Yokune tragó el jugo que tenía en la boca para hablar, la pregunta repentina de la pelirroja la dejó algo descolocada -¿A qué te refieres? Creí que ya estaba claro, yo te llamo, tu v...