Uno

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Gulf es un chico que nunca ha conocido el amor, de ninguna forma. Ni de sus padres, ni de su hermano. 

Su padre es un apostador compulsivo. Su madre es una mujer que vive de las apariencias, con lujos caros que no puede mantener, y su hermano mayor, Toby, es una combinación de ambos. 

Es un oportunista que se cuela a las fiestas de los ricos para robarles y después vender lo hurtado. Las joyas que su madre compra que después no es capaz de pagar, las vende. Toby vive de su apariencia física y su popularidad con las chicas. 

Gulf es todo lo contrario a ellos. Con apenas dieciséis años, trabaja medio tiempo en una cafetería por las tardes, mientras por el día estudia en el instituto. 

—Come antes de irte, Gulf. —le dice, Jannie la dueña de la cafetería. 

—Se lo agradezco, pero... 

—Pero nada, Gulf. Come algo, se que los desobligados de tus padres no te dan de comer. Anda. 

Jannie tenía razón, pero Gulf no lo admitiría. Lleva dos días sin probar bocado, sobreviviendo a base de agua. El dinero que gana lo mantiene oculto de sus padres para poder pagarse la universidad y largarse. 

Gulf comió tranquilamente de la comida dada por Jannie, estaba tan absorto disfrutando de la cena que ignoraba el hecho de que estaba siendo observado con atención. 

Mew Suppasit, un médico cirujano, director de su propio hospital iba cada noche a la misma cafetería sólo para ver al joven que lo tiene cautivado. 

—Es lindo ¿no? —es sorprendido por Jannie. 

Mew inmediatamente aparta la mirada del chico, y asiente tímidamente. 

—Es un gran chico. —suspira con tristeza. —Es una lástima los padres que le tocaron. 

—¿Cómo? —pregunta extrañado. 

Un golpe interrumpe lo que estaba por responder Jannie. Ambos se giraron hacia donde Gulf para encontrarlo en el suelo. 

—¡Oh por Dios! —grito Jannie, asustada. 

Mew tomó al menor en sus brazos, dándole la vuelta, revisando su pulso. 

—Lo llevaré al hospital. —anunció, poniéndose de pie con el menor en sus brazos. 

—Iré con usted. 

Mew lo subió a su auto, arrancando con velocidad. Por suerte, el hospital no quedaba tan lejos, solo a unas cuantas calles. 

Jannie lo siguió en su propio auto. Mew bajó al chico en brazos, las enfermeras al verlo rápidamente le llevaron una camilla para que depositara al menor. 

—Llama a Mean. —ordenó a una enfermera. 

—Espera. —lo detuvo Jannie. —¿Qué sucede? ¿Qué le harán? 

—Llama a sus padres. 

Jannie negó. —Mejor no. 

—Si algo le sucede, necesito la autorización de sus padres al ser menor de edad. 

Jannie suspira. —Te daré su número, es mejor que hables tu, a mi no me escucharán. 

Mew le indico que se lo diera a una enfermera, mientras él corría hacia donde se habían llevado al menor. Por suerte, Mean ya estaba revisándolo. 

—Es una reacción alérgica. Ya le he puesto medicamento. 

—Estaba comiendo como si no hubiese comido en días, seguro ni siquiera noto lo que era. —informó Mew. 

Doctor SuppasitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora