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Al final parecía que todo estaba resultando de mejor manera, Stiles tenía a un hombre que aparentaba amarlo y darle todo aquello que el quería y necesitaba y estaba feliz por ello, le gustaba despertar y tenerlo en frente o saber que no iba a demorar en volver.

No había lujos, no había un jardín enorme fuera de la casa, ni autos de último modelo, tampoco había grandes habitaciones, solo un soldado que le llevaba un taza de café por la mañana y lo despertaba con el más agradable de los besos en sus labios y esa sonrisa amable y esos ojos limpios y hermosos.

— Buenos días bonito — Ese sobrenombre le había gustado mucho la primera vez que lo escuchó, mientras el hombre de pelo rubio estaba acariciando sus cicatrices, mientras sus labios subían por su espalda haciéndolo temblar, lo había escuchado decir que era "muy bonito" y pensó que a pesar de los golpes y de sentirse como mercancía dañada no era tan malo. La mano de Rafael atrapó la de Stiles entrelazando sus dedos para finalizar los besos en su mejilla cuando el pecho del más alto estaba pegado a la espalda del chico de la calle.

Stiles sonrió apenas sin decir ni media palabra ante el gesto amable del soldado que ya estaba dejando un beso en su frente también a su vez colocando la taza sobre la mesita de noche y luego se sentaba en la cama poniendo una mano sobre el muslo del castaño que rápidamente se incorporó.

— Te dije que el café no era necesario. — Anunció antes de que el hombre pusiera el pulgar en sus labios acariciando la extención de los mismos mientras lo miraba de una forma que Stiles nunca podría entender o tal vez en ese momento no podía.

Era enigmático y maravilloso como la calidez del hombre podía emanar de una forma increíble por medio de una mirada. Y como esa sonrisa era una maravilla muy satisfactoria a la vista de Stiles que estaba presionando sus labios de manera torpe una y otra vez dejando para el final ese beso que por mucho que quisiera no se cansaría de repetir.

— Debemos salir ahora o no iremos a la terapia — Mencionó Rafael cuando sus frentes estaban unidas y sus narices se rozaban de manera torpe. Stiles asintió y aunque hubiese querido decirle a ese hombre que se tomarán el día y que solo quería estar abrazado a él no podría por qué no podía estancar a ese hombre si estaba intentando recuperarse.

Hacía unas noches, casi dos meses antes Stiles se había acostado en la cama, estaba exhausto pero listo para dormir, cerró los ojos y sabía que no habían pasado más de dos horas cuando empezaron a sonar los petardos que los vecinos lanzaban de vez en cuando para celebrar alguna de sus fiestas raras. Y era entonces cuando las manos fuertes y grandes de un hombre que antes las había usado para acariciarlo y cuidarlo como el mayor tesoro ahora estaba tratando de asfixiarlo.

Su mirada estaba perdida, las piernas a los costados de Stiles impidiéndole el movimiento y este último estaba rogando al cielo que su fin no llegara esa noche, sus fuerzas se agotaban no podía hablar para pedirle que se detuviera debido a la fuerza que estaba impidiendo que sus cuerdas vocales pudieran suplicar.

Y el aire se agotaba y Stiles pensó que podía solo cerrar los ojos y entregarse al abrazo de la muerte y dar por terminada una miseria, ser usado por diferentes personas para luego llegar a pensar que había un hombre diferente que lo había hecho caer en un sentimiento que no conocía y que luego le había arrebatado todo para al final morir en las manos de otro que había logrado resanar poco a poco todo el daño recibido pero que ahora en una mirada perdida se encargaba de arrebatarle los pocos suspiros de vida que quedaban.

Sin embargo y por un milagro sus dedos lograron sujetar algo "duro" quizás el teléfono del hombre encima suyo, y con un último esfuerzo movió el brazo impactando el objeto en el costado del mayor provocando que el agarre se soltara y así, algo de aire pudiera entrar a sus pulmones acción que fue correspondida por el otro brazo de Stiles que al momento de que el hombre se hubiese doblado su puño libre golpeó la cara de Rafael haciéndole caer de la cama y despertar de su trance con una confusión evidente en el rostro. Stiles no había mentido cuando dijo que podía defenderse si fuera necesario.

— Que te hice? — Preguntó al ver qué Stiles se incorporaba en la cama y tosia. — Stiles... — Adelantó su mano derecha para tratar de tocarlo pero el chico de pelo castaño retrocedió hasta que su espalda desnuda tocó la fría madera y esa sola acción había dolido mucho más que los golpes de los que su cuerpo sentía punzantes aún. Y había dolido más que si Stiles lo hubiese golpeado hasta cansarse.

Sus ojos se posaron en el menor y se arrodilló junto a la cama suplicando por otra oportunidad y más importante que ello que no lo odiara por qué no había podido controlar lo que había hecho. Pero Stiles parecía confundido un poco serio y casi inexpresivo haciéndole sentir al soldado asco por si mismo, por qué sabía que necesitaba terapia pero lo había omitido ya que estaba solo y ahora había hecho daño al chico al que adoraba.

— Perdóname... Por favor... — Se había subido a la cama seguía arrodillado pero Stiles había aceptado su contacto por qué sus ojos ya no estaban perdidos en cambio veía la pena y el brillo amargo. Entonces asintió, por qué no le había hecho daño conscientemente y eso decía mucho. Sus labios se posaron sobre los de Rafael y un beso corto fue dado.

Y volvieron a acomodarse para dormir. Pero Stiles no estaba sobre el pecho del soldado, está vez era al revés, el hombre maduro estaba encima de Stiles con el brazo derecho encima de su abdomen y rodeando su cintura abrazándolo con la única intención de no permitirle irse, como si el fuera el náufrago de un barco y el muchacho de pelo castaño el salvavidas que iba a evitar que se hundiera. No podía permitir que se fuera por una cosa que estuvo fuera de su control aunque hubiese sido su culpa desde el principio, y era por eso que cada vez que Stiles se movía el brazo del rubio apretaba con ligereza el agarre.

Por qué Rafael no estaba dormido y no lo haría en toda la noche, por qué no quería quedarse dormido y que Stiles se soltara de el para luego irse sin dejar rastro, eso lo mataría por qué Stiles era la maravilla que había encontrado y que no iba a soltar jamás en la vida o eso esperaba ya que tampoco quería obligarlo a estar a su lado, podría hacer todo menos obligarle a tomar una decisión que no quería.

Ambos salieron de casa como siempre, Stiles de copiloto en el Jeep con la cabeza recostada contra el cristal y la mano sobre la pierna de su hombre. Eso sonaba gracioso en su mente nunca lo había llamado "su hombre" ni en público ni en la habitación cuando estaban a solas pero así lo consideraba. Era diferente a el, por qué el si lo había llamado bonito más de una vez en la calle, y lo había besado y le había dicho que era hermoso. Y eso simplemente lo tenía en una posición un tanto torpe y absurda por qué el no podía reconocer tan fácil los sentimientos que si tenía.

Llegaron al consultorio y antes de que pudiera entrar a la oficina del doctor el hombre rodeó la cintura de Stiles dejando un par de besos en sus labios. — Te veo en cincuenta minutos —

— Te espero aquí afuera — Stiles le sonrió y pensó en la mañana siguiente a cuando casi muere ahorcado. "Tenemos que hablar" Le había dicho a Rafael y el soldado había entrado en pánico y había vuelto a disculparse y a rogar hasta que Stiles lo detuvo y le dijo que necesitaban ayuda de verdad por qué eso no podría volver a repetirse. Y entonces lo dijo, aquello que no había tenido el valor de mencionar con Derek. — Te amo... Pero no quiero ser lastimado por eso —

Rafael retrocedió un segundo pero pareció entenderlo. — Me amas? — Preguntó incrédulo y luego Stiles asintió.

— No veo a nadie más aqui, así que si te he dicho que te amo. Y soy tuyo, pero quiero que estés bien — Y se habían besado y sus ropas cayeron al suelo y sus cuerpos se movieron uno contra el otro en una fricción tan agradable que Stiles jamás había pensado que decir las cosas así no resultaban sintiéndose como si le hubieran obligado o algo por el estilo, era completamente genial.

Stiles leía una revista, siempre lo hacía al esperar a Rafael lo hacía por qué le gustaba esperarlo y que al salir de la consulta lo primero que viera fuera un rostro alegre y lleno de orgullo

— Creo que has avanzado mucho — Decía una voz de alguien a quien Stiles ignoró y que había llegado con alguien más al consultorio

— Cállate, siento que estoy perdiendo el tiempo. —

Y entonces Stiles alzó la revista que estaba leyendo y se recostó un poco sobre la silla para evitar que ese hombre pudiera verlo por qué reconocería esa voz donde fuera y sabría de quién se trataba así estuviera ciego.

Por qué Derek Hale había llegado al mismo consultorio que el y esperaba que no fuera a darse cuenta.

Antología Sterekhistorias - Amantes (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora