Capítulo 3: Podría ser peor, pero no está lloviendo

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El eco de varias voces de distintos tonos y múltiples timbres murmuraban palabras irreconocibles. Un frío extraño recorría los brazos y piernas de Sherwin, pero no su torso ni su cabeza, a esos los sentía incendiar su piel. Su corazón latía desenfrenadamente combinando con sus mejillas, tan calientes que se sentían heladas. De repente silencio, manchas borrosas y un par de ojos mirándolo fijamente. Era Jonathan viéndolo a través de esa ventana, entonces lo recordó todo de golpe.

   Despertó agitado, integrándose en el borde de su cama con dificultad mientras un sudor frío bajaba por su frente. Intentó tranquilizarse, comenzando a respirar lento y profundo mientras pensaba en su rutina de la mañana para alistarse o la tarea que aún tenía pendiente para la próxima semana. Sentía como su cara bajaba en temperatura, esperando que con ello se desvaneciera el sonrojo que seguramente tenía muy pronunciado en ese momento.

   No dejaba de pensar en ese momento, lo acechaba como un espíritu del más allá y lo único que hacía era ponerlo a sobre pensar las cosas. Tomando a su conejo de peluche en sus manos dio un suspiro profundo antes de dejarlo nuevamente sobre su almohada. ¿Qué oportunidad tenía con Jonathan? más allá de su imaginación, claro.

   La verdad era que Sherwin no estaba particularmente a gusto con esa parte de su vida, le gustaba el moreno pero no había manera de hacer nada al respecto y honestamente se estaba empezando a cansar de siempre estar atento y obsesionado con él. No era saludable y en contraste sólo lo hacía compararse con Jonathan y sus amigos, no tenían nada en común. Sherwin sabía que no era como ellos y nunca lo sería. Además se le empezaba a hacer cada vez más difícil mantener sus sentimientos en secreto, sus amigos empezaban a verlo distinto después de todo y sabía que sospechaban algo al igual que sus padres.

   Ya más tranquilo se levantó de la cama y prosiguió a ir al baño antes de arreglarse y bajar a desayunar. Por desgracia para la vejiga del menor el baño estaba ocupado, sonando desde dentro el estéreo a todo volumen, acompañado de la poca melodiosa voz de alguien cantando a todo pulmón.

—¡Nahuel tengo que usar el baño! —gritó Sherwin con molestia mientras golpeaba la puerta, como de costumbre cada vez que su hermano mayor decidía invadir el baño por la mañana.

—¡Está ocupado!, ¿qué no tienes decencia enano? —contestó su hermano a lo que Sherwin rodó los ojos.

Sabía que Nahuel tardaba demasiado duchándose en las mañanas, más aún si se la pasaba cantando en la regadera, por lo que estaba ya dispuesto a bajar las escaleras para usar el baño de visitas. Sin embargo, antes de alcanzar las escaleras escuchó la puerta del pasillo abrirse, dejando ver a su hermano mayor salir del baño con una toalla amarrada a la cintura y otra secándose el cabello mojado.

—Es todo tuyo Sherwinton. —dijo con una cara relajada y sonrisa juguetona mientras daba media vuelta, en dirección a su habitación. —Asegúrate de limpiar bien, está algo resbaloso. —mencionó mientras se sacudía el cabello con la toalla y se sacaba algo de la oreja.

—¿Por qué no me sorprende? —murmuró Sherwin por lo bajo al verlo entrar a su cuarto.

Rodó los ojos de nuevo y se dirigió al baño con poco ánimo de encontrarse lo que le esperaba ahí. La escena no era nada placentera; agua salpicada fuera de la regadera, cabello tapando la coladera, pasta de dientes y espuma de afeitar regada por todo el lavabo, además de una toalla en el suelo. Sherwin de verdad se preguntaba desde el fondo de su corazón cómo podía ser pariente de su hermano, siendo él tan ordenado y limpio. Mientras, Nahuel seguía siendo tan desordenado como siempre, tan poco considerado con los espacios comunales teniendo ya 19 años, ¿cuál era su excusa? Sherwin tenía 13 y no dejaba un desastre en todas partes.

𝙰𝚞𝚝𝚑𝚎𝚗𝚝𝚒𝚌 𝙷𝚎𝚊𝚛𝚝𝚜🍂𝙸𝚗 𝚊 𝙷𝚎𝚊𝚛𝚝𝚋𝚎𝚊𝚝Donde viven las historias. Descúbrelo ahora