Capítulo 15: De esto se hacen los hombres

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Lunes por la tarde, cielo soleado y despejado con vientos apresurados. Sensación reconfortante para los cuerpos y corazones de los habitantes del condado de West Sprout. 

   En el colegio Newgate se encontraban ya reunidos familiares y amigos, impacientes como nunca, emocionados hasta la locura. De entre la amenazadora multitud no se podía diferenciar ni una sola palabra del resto de ruido. Lo que sí se podía distinguir a simple vista, por otra parte, eran los fanáticos de los dos equipos que ese mismo día se enfrentaban, siendo uno de los eventos más importantes para los aficionados. 

   Los Durazneros de Peach Creek vestían uniformes color durazno, como era de esperarse, mismos que compartían con la vestimenta de sus fanáticos, quienes los habían acompañado desde su hogar hasta West Sprout, para presenciar el gran juego. En contraste, todo aquel que estuviera ahí por los Heartcatchers iba vestido de azul y blanco, los colores del equipo.

   Al llegar, la familia Valentine ya se encontraban entre una multitud desorganizada de personas buscando lugar para sentarse, comprando comida en los puestos, o paseándose sin más. Así como ellos, habían varias familias alentando a sus hijos. 

—Será mejor que vayas con tus compañeros Sherwin, nosotros nos quedamos aquí. —dijo su padre, una vez tomaron asiento en las gradas.

Sherwin agradecía el firme agarre de su papá en sus hombros, le calmaba los nervios y lo hacía sentir protegido. A veces se sentía así cuando estaba con Jonathan y a Sherwin le encantaba. Ahora más que nunca necesitaba del tacto y amor de su padre, que nunca se lo negaba. A su propia manera, con porte y elegancia, pero Marshall Valentine había hecho un buen trabajo criando a sus hijos, a sus dos hombrecitos que nunca dejarían de ser eso para él, por más que crecieran. 

—Estaremos apoyándote todo el tiempo ¿sí? No tengas nervios Sherry, lo harás bien. —dijo esta vez su madre, agachándose a su altura, sujetando su carita entre sus suaves manos de mamá, dándole un besito en la frente. 

Ella conocía mejor que nadie a Sherwin, podía detectar sus cambios de ánimo, más comunes ahora que la pubertad lo estaba atacando con todo lo que tenía. Sabía cómo hablarle siempre, cómo avergonzarlo también.

—Nahuel, deséale buena suerte a tu hermano. —forzó la mujer a su hijo más grande, escuchando un sonoro bufido en respuesta.

Sherwin estaba esperando ya las palabras más vacías y fingidas del mundo. No fue decepcionado.

—Buena suerte Sherwinthon. —dijo Nahuel al rodar los ojos, acercándose a la oreja de su hermano antes de susurrar algo con más emoción. —Hazlos mojar sus calzoncillos, ¿quieres? —y con eso logró de verdad animarlo.

Nahuel no sería visto como un hermano amoroso en público, aunque realmente se preocupara. Sherwin sabía esto perfectamente, por lo que sonrió cómplice a su hermano por su comentario.

   Despidiéndose de sus familiares y después de una lluvia de buenos deseos por parte de su madre caminó el más joven de los pelirrojos en dirección al salón de música, donde el resto de sus compañeros se encontraban en espera del profesor Rubinstein. 

   Sherwin caminaba entre la multitud, nervioso y con justa razón, pues había mucha gente; desconocidos, que venían de otro lugar incluso. Podía sentir el desprecio de algunos y la emoción de otros, por lo que se apresuró a entrar. Ya habría tiempo después de ver a Jonathan, quien seguro se encontraba en los vestidores, con el equipo y el entrenador.

   En los camerinos improvisados de la banda escolar, la situación no era distinta a la de afuera. Las chicas se arreglaban y peinaban con desesperación, mientras que los chicos olvidaban y recordaban las partituras cada 5 segundos. Era un estrés tremendo por todas partes, en especial con sus familiares presentes, ya que todos querían ser perfectos, pero estaban bajo mucha presión. 

𝙰𝚞𝚝𝚑𝚎𝚗𝚝𝚒𝚌 𝙷𝚎𝚊𝚛𝚝𝚜🍂𝙸𝚗 𝚊 𝙷𝚎𝚊𝚛𝚝𝚋𝚎𝚊𝚝Donde viven las historias. Descúbrelo ahora