Capítulo 20

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Aaron no me ha seguido, y no quiero que lo haga. Sé que si vuelvo a estar en un perímetro donde sea capaz de ver su estúpido rostro no podré contener mis ganas de darle una bofetada.

El frío de la noche me saluda cuando salgo del edificio, y sólo es cuando siento escalofríos que me doy cuenta de que he dejado mi abrigo en la sala, junto al espacio favorito de Eli, de quien sí me despedí con beso antes de salir porque en ese momento estaba cerca de la puerta de entrada. Y si he dejado mi abrigo ahí, significa que mi billetera está dentro.

Podría pedir un Uber y pagar con tarjeta, pero no creo que la tengo vinculada a mi cuenta.

Maldita suerte.

Estoy a punto de llamar a Lucas para que me salve cuando veo un auto estacionarse en la acera, frente a mí. No es Lucas, pero es lo más parecido a un caballero en armadura en este momento.

Paul.

Quiero decirle que no se preocupe, que he llamado a un Uber y que está en camino, que no he sido objeto de burla esta noche, pero mis pies, como mi voz, no me hacen caso y caminan hacia su auto.

No he hablado con él desde que me descubrió con Aaron hace unos meses, si un intercambio corto de mensajes cuenta como hablar, pero verme ahora, afuera del departamento de quien ha torturado mi corazón, debe ser señal suficiente de a lo que he llegado.

Paul y yo siempre fuimos cercanos por mi unión con Lu, pero el tiempo nos ha separado para ahora vernos únicamente como "la mejor amiga de su hermano" y el "hermano de mi mejor amigo", aunque sí han existido momentos en que disfrutamos la compañía del otro. Este es uno de esos momentos.

Está usando un sweater delgado azul marino y unos pantalones de tela beige, su estilo de siempre. ¿Acaba de salir de una fiesta? ¿Estuvo en una cita? Son pasadas las doce, y me cuesta creer que su peinado estaría dedicado para quedarse en casa toda la noche.

Su mirada es suave cuando abro la puerta, y sólo dejo de ver sus ojos, algo preocupados, porque mi mirada, sin decirle, se alza para ver el piso de Aaron desde afuera. Para mi sorpresa, lo veo con sus brazos apoyados en el balcón, viéndome mientras fuma un cigarrillo y, fuera del dolor en mi pecho, siento envidia. Moriría por sentir llegar la nicotina a mis venas en este momento. Su cabello sigue la corriente del viento que le llega, despeinándolo, y recuerdo todas las veces que mis manos pasaron por él.

Es un milisegundo que nos miramos, pero en él siento de todo.

Ira, decepción, tristeza, emoción.

Cuando mi vista se centra de nuevo en Paul, se ha nublado un poco.

—Entra —dice Paul, y le hago caso—. No dejes que te vea así. No lo merece.

Parece estar al tanto de mi situación, a pesar de que no le he contado nada. ¿Acaso soy tan fácil de leer? ¿Acaso con una mirada hacia mí, cualquiera es capaz de descifrar todo?

La luz de los postes afuera no son lo suficientemente fuertes para iluminar el interior de su auto, y son las pequeñas luces dentro lo que me ayudan verlo al rostro. No dice nada antes de encender el auto y acelerar hacia la noche, y yo no le digo nada cuando reconozco el camino que ha tomado.

Se estaciona en un mirador, donde la noche parece en pausa. Se ven las estrellas pero lo que ilumina la ciudad son los postes y la luz de edificios y casas. Es una vista hermosa, y la admiraría si no fuera por los recuerdos que tengo en este lugar. Paul no lo sabe, pero este es un lugar que compartí con Aaron.

Él tampoco me dice nada cuando, acercándose para sacar algo de la gaveta, su mirada se torna a la mía por un segundo, otra vez preocupado. Sin prestar mucha atención, encuentro un cigarrillo en mi mano, y se que él la colocó ahí cuando lo veo encender primero su cigarrillo para pasarme el encendedor.

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